AHORA, LA ECONOMÍA

Las predicciones de corto y mediano plazos son poco favorables.

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Sergio Sarmiento
Columnas
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En el ciclo sexenal de la política mexicana el segundo informe suele marcar un momento de consolidación. El presidente ya se siente cómodo en el poder; sabe cuáles son las palancas que debe mover para conseguir lo que quiere; entiende a quién hay que presionar y a quién convencer. Es también un momento de hacer correcciones, de enmendar el rumbo donde hay errores. Aquellos que no se sienten cómodos con el proyecto empiezan a abandonar el barco; a otros se les pide que se bajen en el primer puerto. En el segundo informe, además, el sistema político empieza a prepararse para las elecciones de medio sexenio.

Andrés Manuel López Obrador llegó a su segundo informe con mucha fuerza, aunque ya sin la popularidad extraordinaria de su primer año de gobierno; la pandemia y la crisis económica lo han debilitado. Según Oraculus, un amalgamador de encuestas, el mandatario concluyó agosto con una aprobación promedio de 58%; los sondeos individuales le otorgan entre 54 y 62%. Sigue siendo una cifra muy positiva, aunque dista de aquel 81% que alcanzó a principios de 2019.

Las cosas, sin embargo, pueden empezar a complicarse. Enrique Peña Nieto también llegó a su segundo informe con una popularidad razonablemente sólida, 46.9% según Consulta Mitofsky, antes de que la matanza de los normalistas de Ayotzinapa y el lujo de la “casa blanca” empezaran a destruir su imagen. Felipe Calderón registraba un sólido 58.8%, pero tras el desgaste de los siguientes años su partido, el PAN, perdió las elecciones presidenciales de 2012.

Generar

El gran reto para el presidente hoy es la economía. El producto interno tuvo un desplome de 18.7% en el segundo trimestre de 2020 a tasa anual. Es la mayor caída desde que tenemos registros trimestrales. En los últimos meses se han perdido un millón de empleos formales y alrededor de diez millones informales.

López Obrador ofreció un informe optimista el 1 de septiembre en el que dijo que “ya pasó lo peor”, que “ya se están recuperando los empleos perdidos”, que “ya estamos empezando a crecer”. Ojalá. Después de la abrupta caída ocasionada por el cierre de las actividades económicas por la pandemia la reapertura gradual de actividades debería traer un alivio.

Pero las predicciones de corto y mediano plazos son poco favorables. El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, espera una contracción de 7.4% en todo 2020. El Banco de México ofrece escenarios que van de 8.8 a 11.3 y hasta 12.8%. Muchos analistas piensan que no regresaremos al nivel económico con el que concluyó el gobierno de Peña Nieto sino hasta después de 2024. Tendríamos un sexenio perdido.

El presidente no se preocupa. Si bien cuestionó el poco crecimiento de los gobiernos anteriores cuando era líder de la oposición, hoy dice que el PIB no es relevante. Afirma que la entrega de dinero directamente a los pobres genera un reparto más equitativo de la riqueza… lo que hace feliz, feliz, feliz a la gente. Y quizá tenga algo de razón. Para quienes viven en la extrema pobreza los dos mil 500 pesos de un subsidio para adultos mayores o de una beca para un joven son muy importantes, y AMLO dice que siete de cada diez familias reciben ya algún subsidio del gobierno.

Sin embargo las dádivas no generan prosperidad. Quizá la caridad gubernamental ayude a paliar los problemas más agudos de la sociedad, pero ningún país ha dejado atrás la pobreza con subsidios. Para repartir riqueza primero hay que generarla.

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