No, no es un presupuesto radical, ni siquiera progresista. Es un documento más bien conservador. Pero por eso mismo los mercados están tranquilos desde que el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, lo dio a conocer. El peso se mantiene sólido en los mercados cambiarios debido a que los inversionistas financieros no encuentran en el documento mucho de qué preocuparse.
El gobierno no busca subir el gasto público. De hecho el presupuesto prevé una disminución de 0.3% en términos reales. Más que impulsor de crecimiento el presupuesto es recesivo. En buena parte el recorte en el gasto se debe a una baja de 3% en los ingresos previstos. El presidente López Obrador podría haber optado por la opción supuestamente progresista de aumentar el gasto aun cuando no hubiera ingresos para respaldarlo. Pero esto habría obligado a contratar más deuda pública o a imprimir dinero. Las dos alternativas son perjudiciales en el largo plazo y afectan en particular a un país en desarrollo como el nuestro. El presupuesto conservador ha ayudado a mantener el peso estable.
Quizá lo más cuestionable es que el gobierno apuesta a concentrar el gasto en unos cuantos proyectos públicos que difícilmente serán rentables. Entre ellos se cuentan el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas. Estos proyectos generarán un repunte temporal en la inversión productiva, pero al final se convertirán en elefantes blancos y en un lastre para la economía.
El gobierno proyecta en el presupuesto una contracción económica de 8% en 2020, pero un crecimiento de 4.6% en 2021. El repunte es considerado muy optimista por la mayoría de los analistas.
Esfuerzo
Si bien es cierto que la crisis de 2020 es distinta a otras del pasado porque es en buena medida producto de la pandemia, no podemos olvidar que la inversión productiva empezó a caer mucho antes como consecuencia de medidas del gobierno, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco y de la planta de cerveza de Mexicali. Otras acciones que deprimieron la inversión productiva fueron las restricciones a la actividad de la iniciativa privada en el campo de la energía.
Muchos inversionistas consideran que las decisiones del gobierno envían un mensaje negativo. Los empresarios pueden trabajar con reglas buenas o reglas malas, pero no con un gobierno que cambia las reglas a discreción sin preocuparse de las pérdidas que puedan sufrir quienes invierten en el país.
El presupuesto es un instrumento que ahora permite a los empresarios tratar de prepararse para un futuro incierto. Del lado positivo está el hecho de que se trata de un presupuesto conservador, que no busca generar un auge artificial en la economía. El déficit es mayor que en 2019 pero sigue siendo manejable, con un nivel de 2.9% del Producto Interno Bruto. La deuda pública aumentará por este déficit en 718 mil millones de pesos. No es suficiente para preocupar a los inversionistas.
La gran duda ya no es ni fiscal ni presupuestaria. El gobierno necesita impulsar una mayor inversión productiva del sector privado. Los proyectos magnos del presidente no bastan para impulsar la tasa de crecimiento de 4.6% que el gobierno espera para el año que viene. Se necesita del esfuerzo de cientos de miles de pequeños y medianos empresarios. Pero si bien el presupuesto genera estabilidad, especialmente en el crucial mercado cambiario, no parece suficiente para convencer a los empresarios de arriesgar su dinero en México.