Por su tamaño, México tiene la catorceava economía del mundo. Según las cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Producto Interno Bruto (PIB) nominal del país alcanza un billón 162 mil millones de dólares (2012). Nos encontramos apenas por detrás de España con un billón 340 mil millones.
Claro que en términos per cápita México se encuentra muy atrás. En las listas del FMI alcanza apenas el lugar 63, con un PIB de diez mil 146 dólares. En el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas se encuentra en el lugar 57.
En buena medida este rezago económico y humano es producto de una inversión insuficiente. Tenemos un gobierno que ha querido monopolizar la inversión que podría o debería haber hecho la iniciativa privada. Esto desplaza la inversión privada, que además enfrenta enormes dificultades por falta de garantías y débiles derechos de propiedad.
Algunos piensan que Pemex por sí solo puede generar la recuperación económica. Pero el monopolio petrolero tiene dificultades incluso para ser rentable, pese a estar en el negocio lícito más próspero del mundo. En 2011 Pemex tuvo ventas por un billón 558 mil millones de pesos, lo cual equivale a casi 119 mil millones de dólares. A pesar de registrar pérdidas enormes en negocios como la refinación, con un saldo negativo absurdo de 290 mil millones de pesos, la paraestatal consiguió una utilidad antes de impuestos por 782 mil millones de pesos, 49% de las ventas, como consecuencia de un costo de producción de petróleo crudo de 6.20 dólares por barril en 2011, pero se vendió a un precio internacional de 110.90 dólares. Perder dinero con este margen es casi imposible.
Restricciones
El gobierno federal, sin embargo, le cobró a Pemex impuestos, derechos y aprovechamientos por 876 mil millones de pesos, con lo cual no sólo borró toda la utilidad sino que además le generó una pérdida a la empresa.
Por eso la paraestatal tuvo una pérdida de 91 mil millones de dólares en 2011 y registra un patrimonio negativo de casi 194 mil millones de pesos.
Las malas políticas mexicanas no sólo han logrado generarle una pérdida a un monopolio en el negocio lícito más rentable del mundo, sino que además han desplazado a la inversión privada.
La ley prohíbe la inversión en refinación, lo cual no hace que Pemex invierta más en esta actividad, en la que por los bajos márgenes pierde dinero, sino que obliga a la empresa a importar gasolina de refinerías privadas en Estados Unidos.
La ley prohíbe también la inversión privada en ductos de transporte, lo cual no le da a Pemex recursos para invertir en nuevos ductos, sino que favorece la transportación por pipa dominada por cárteles propiedad de líderes sindicales.
Difícilmente una empresa con pérdidas tendrá mucho dinero para invertir. Pero si queremos que la economía mexicana crezca a un ritmo de 4% anual, necesitamos una inversión productiva de cuando menos 250 mil millones de dólares al año, 21% del PIB. Si queremos crecer a un ritmo mayor, quizá 5 o 6% al año, necesitaríamos elevar la inversión productiva a 348 mil millones de dólares al año, 30% del PIB.
Esto es más que todo el gasto gubernamental. Para lograr la cifra se requiere por lo tanto inversión privada. Por eso cada restricción a la inversión privada debe eliminarse mientras que la inversión pública debe concentrarse en aquellos campos indispensables en los que no pueden obtenerse ganancias privadas. No hay otra forma de crecer a una tasa que nos permita duplicar la economía mexicana en 30 años y reducir a la mitad la pobreza.