Estos Pumas son de otra raza, una en la que no siguen los pronósticos y se rehúsan a aceptar el papel de ser solo participantes. Sin grandes contrataciones, sin una plantilla ostentosa y con un técnico sin trayectoria en equipos de Primera División se encuentra a un partido de volver a ganar un título internacional.
Ante el Sounders de Seattle, en el partido de vuelta de la Liga de Campeones de la Concacaf programado para el 4 de mayo en el Lumen Field, se jugará su última carta para volver a ganar un torneo internacional oficial, algo que no logra desde el ya lejano 1989.
Los universitarios no suelen disputar finales internacionales. Sus últimos partidos por un título fuera del país se dieron hace 17 años, cuando perdieron las finales de la Concachampions y la Copa Sudamericana. No hace falta decir más para destacar el significado que representa esta final contra el equipo de la MLS.
A diferencia de aquellos Pumas de 2005 o su versión de principios de los ochenta, cuando llegó a levantar una Copa Interamericana, este equipo está lejos de contar con jugadores legendarios. Ni siquiera son campeones de la liga local. Incluso, ya son casi once años desde su última vuelta olímpica.
No obstante, las rotundas estadísticas que señalaban a los auriazules como solamente comparsas en la Liga de Campeones se han disuelto a lo largo del torneo dejando en el camino al Saprissa de Costa Rica, al Revolution de Estados Unidos y al Cruz Azul.
Sin duda el principal autor de esta hazaña se llama Andrés Lillini: el técnico argentino llegó de rebote al banquillo de los Pumas cuando Michel González renunció al cargo un día antes del inicio del Apertura 2020.
Sorpresas
Su fórmula de éxito se basa en gran parte en regresar a los orígenes del club, donde se apuesta a un sistema de jugar permanentemente antes que al talento de unos cuantos jugadores, la confianza en el crecimiento de los canteranos y la atinada selección de refuerzos extranjeros para marcar la diferencia en los momentos clave.
Más allá de esta final internacional Lillini suma una final y una semifinal en la Liga MX en dos años, resultados que nadie esperaba. Ha debutado a 14 jugadores, de los que varios alcanzaron ya la titularidad en la plantilla.
Lo más sorprendente es que logró reconstruir un equipo competitivo después de perder la final ante León en 2020 y pese a las salidas de jugadores protagonistas como fueron Carlos González, Andrés Iniestra o Alejandro Mayorga. Posteriormente también pudo rearmar a la plantilla pese a las sensibles salidas de Juan Pablo Vigón, Erik Lira y Johan Vásquez.
Atrás del argentino los auriazules tienen el apoyo de la dirección deportiva de Miguel Mejía Barón, un universitario de cepa, que conoce la filosofía del club y que logró tiempos gloriosos en su etapa como entrenador.
El verano se acerca, con varios jugadores terminando contrato, incluyendo a Lillini. Será momento de volver a reestructurarse, buscar nuevos talentos en las fuerzas básicas y repetir una fórmula de administrar al futbol que tenía lustros no funcionaba en las filas del Club del Pedregal.