A 500 años de las conmemoraciones por la caída de Tenochtitlán es necesario reflexionar sobre su trascendencia y eliminar mitos, propone el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. Asegura que necesitamos desterrar hechos que se nos transmiten desde niños y no obedecen a la verdad.
Para el fundador del Proyecto Templo Mayor la repercusión de lo ocurrido el 13 de agosto de 1521 todavía es mayúscula. “Necesitamos profundizar y conocer cómo se dieron los acontecimientos. Solemos dar una primacía tremenda a Hernán Cortés, pero se olvida que sin el apoyo de miles de contingentes indígenas, de tlaxcaltecas, de huejotzincas, la Conquista no se hubiera podido llevar a cabo”, matiza.
Autor de libros como Aztecas y Muerte al filo de obsidiana, sostiene que gracias a la arqueología se ha conseguido información relevante sobre lo que realmente ocurrió en aquella época. “El 13 de agosto de 1790 se encontró la monumental escultura de la Coatlicue; poco después, el 17 de diciembre de ese año, se halló la Piedra del Sol y al año siguiente la Piedra de Tizoc, tres esculturas fundamentales del mundo mexica. Eso que llamo el retorno de los dioses”.
Cuestiona en tanto que por desconocimiento o intereses políticos todavía se promueven mitos. “He dicho y escrito que hay una serie de elementos que no son ciertos. Un ejemplo: nos enseñan desde la primaria que Cortés quemó sus naves, lo cual es falso. Otro: que la Malinche, los tlaxcaltecas y otros pueblos fueron traidores. No, no lo fueron. Malinche era una mujer muy preparada e inteligente; hablaba varias lenguas prehispánicas y no era mexica. Si lo hubiera sido estaría traicionando a su pueblo, pero no lo era. Igual que los tlaxcaltecas, que estaban en constante zozobra con relación al imperio que los rodeaba territorialmente. Entonces lo que hicieron fue defenderse de una expansión enorme del imperio mexica, que sometía a grupos indígenas para aplicarles un tributo, lo cual fue contraproducente porque esos pueblos obviamente crearon alianzas con Cortés para poder vencer a Tenochtitlán y librarse del yugo mexica. Nuestra historia es muy rica y no necesita de ese tipo de creencias”, subraya Matos Moctezuma.
Sin victimismo
A propósito de ello, el historiador Rodrigo Martínez Baracas considera que las conmemoraciones son un buen pretexto para promover el estudio y el análisis. “No cabe duda de que este momento es oportuno para generar una reflexión necesaria”.
La trascendencia de los acontecimientos ocurridos en 1521 va más allá incluso de la Conquista. “Hay que ver su lugar dentro del pensamiento de los mexicanos: nos dejó una conciencia cargada de derrotismo, victimismo, odio y resentimiento”.
Una de las visiones equivocadas que hay que combatir, añade, “es la de la Conquista estilo mural de Diego Rivera, en la cual los españoles le dan de latigazos a los indígenas para que trabajen: de esa labor se encargaron las propias autoridades de los indios a la hora de organizar el trabajo para los españoles”.
Desde el comienzo Hernán Cortés tuvo la intención de defender estas unidades políticas locales, prohibiendo que en México el tributo incluyera trabajo en las minas, porque se trataba de proteger a los indígenas a fin de explotar los minerales y para cristianizarlos, ejemplifica Martínez Baracs.
En este sentido recuerda que tampoco se dio la idea de una imposición lingüística más allá de la natural que supone un proceso histórico de estas dimensiones. “Eso lo entendieron los primeros franciscanos que llegaron a México, quienes sabían que los indígenas tienen una Babel de lenguas, por lo que no tenía caso enseñarles español, sino aprender sus lenguas. Es algo que me parece sumamente importante, en especial por la producción de una enorme cantidad de vocabularios y de gramáticas y de obras religiosas, históricas, escritos en sus lenguas y en la lengua más importante, que era la náhuatl o mexicana”.
El académico reconoce que hay un uso político de las conmemoraciones y las fechas. Incluso asegura que en términos rigurosos estas debieron empezar en 2017, con el quinto centenario del descubrimiento de Yucatán; o en 2018, con el quinto centenario del descubrimiento por Juan de Grijalva de la isla de Cozumel.
Recuerda que en los ámbitos académicos las conmemoraciones comenzaron más en forma en 2019, cuando se rememoró la organización en Cuba de la armada de Hernando Cortés o Fernando, “pero jamás Hernán”; el rescate del náufrago Jerónimo de Aguilar en Cozumel; la batalla de Centla en Tabasco; la entrega de 20 mujeres esclavas a los españoles vencedores, entre ellos doña Marina; la llegada de Cortés a San Juan de Ulúa, o la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz.
Aun cuando las conmemoraciones académicas continuaron en 2020 algunos coloquios internacionales se tuvieron que cancelar por los inicios de la pandemia, cuya llegada “nos hizo sentir de manera profunda, en extraña sincronicidad, lo que vivieron los habitantes de la Ciudad de México y otros pueblos mesoamericanos hace 500 años con la llegada de la mortífera viruela en abril de 1520”.
Al referirse a la alianza de las huestes españolas con los enemigos de los mexicas Martínez Baracs también se abstiene del uso de la palabra “traición”. Después de la caída de Tenochtitlán continuó la alianza de todos los señoríos contra los mexicas. “Son intereses particulares de los pueblos. El discurso indígena novohispano jamás fue indigenista y siempre fue hispanista. Siempre sostuvieron que decidieron apoyar a los españoles y someterse a la ley cristina”.
Uso político de la historia
Cuestiona que desde el Estado se promueva una visión que califica con “raigambre patriotera, al estilo de la historia de bronce e infantil, de buenos y malos: la conmemoración del quinto centenario de la Conquista se ha visto acompañada por la adición de otros centenarios, particularmente el bicentenario de la Independencia”.
Lamenta además que por parte de las autoridades se busque empatar el séptimo centenario de la fundación de Tenochtitlán con 1321. “Es una falacia. No hay fuente alguna que mencione la fecha de 1321 como el de la fundación. La mayor parte de las fuentes mencionan 1325 y otros años”.
Al margen de todo, el quinto centenario de la Conquista de México define la necesidad de reflexionar entre todos sobre qué pasó en 1521. “En realidad los cambios más importantes de la Conquista de México, como gran acontecimiento histórico, no se derivaron de los enfrentamientos militares mismos, sino del conjunto de transformaciones que trajo el encuentro de dos mundos, para retomar la expresión acuñada por Miguel León Portilla”.
Para Hernán Cortés y sus hombres resultaba fundamental que la conquista de México evitara la destrucción total de la población indígena, como había sucedido en las Antillas. “En realidad no hubo conquista de México. No olvidemos que Tlaxcala fue decisiva como aliada de los españoles y si bien recibió el privilegio de no tener un encomendero, no dejó de pagar tributo a lo largo del periodo colonial. El pago del tributo se mantuvo hasta que lo abolió el virrey Francisco Xavier Venegas en 1810”.
A decir del investigador todavía hace falta preguntarnos si el nivel de explotación y de vida de los indios novohispanos fue realmente peor que el de los ciegos y campesinos hombres del viejo mundo, un tipo de pregunta incómoda que los historiadores no han querido formular.
“Son muchos los cambios que trajo la Conquista, pero también son igualmente importantes los elementos de continuidad, que además son vitales para entender cómo se pudo realizar este conjunto de transformaciones sin que la población desapareciera”, puntualiza.
Así, la importancia de la conquista espiritual se acepta cada vez más, aunque prevalece la idea de que la cristianización de México fue lenta, “que no nos dejamos, que resistimos y que nuestra religión es orgullosamente sincrética”, pero en nuestro asumido “guadalupanismo” debe recordarse que todas las religiones son sincréticas y que, comparado con otros procesos religiosos mundiales, “la aceptación por parte de los mesoamericanos del cristianismo fue bastante rápida y además profunda”.
En el mismo sentido la historiadora María del Pilar Ramírez Ruiz propone aprovechar la coyuntura para cruzar datos arqueológicos, etnohistóricos, de antropología física, entre otros, para dar razones y demostrar la complejidad del momento.
“Necesitamos brindar perspectivas que trasciendan la ‘visión de los vencidos’ o frases como ‘nos engañaron con espejitos’”, explica.
Concluye que cinco siglos después de lo ocurrido en agosto de 1521 “hay nuevas propuestas para explicar lo que sucedió hace cinco siglos. Ya no se habla en términos de una Conquista, sino de una revolución de parte de los pueblos subyugados por los mexicas, que vieron una oportunidad con la llegada de los españoles. La intención es derribar la idea de que esto se logró solo por la superioridad armamentística de los extranjeros, lo cual no fue así: desde 1519 inició un intercambio de ideas, tecnologías y estrategias por parte de ambos grupos, que fue definitivo en la consecución de la gesta”.