Yásnaya Elena Aguilar Gil (1981) debe su nombre a la tierra donde nació el escritor ruso León Tolstoi: en casa de los tíos con los que creció había unos cuantos libros pero todos de autores del país europeo, recuerda la lingüista de Ayutla, Oaxaca. Quizá marcada por su nombre la investigadora desde hace años se interesa en la multiculturalidad y en particular los hablantes y sus derechos.
Bajo esa consigna desde hace varios años reflexiona sobre estos temas y son precisamente varios de sus ensayos al respecto los que dan forma al libro Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística (Almadía), donde Ana Aguilar Guevara, Julia Bravo Varela, Gustavo Ogarrio Badillo y Valentina Quaresma Rodríguez se dieron a la tarea de compilar algunos de los textos más importantes de una especialista que sostiene la falta de una visión más amplia en términos de diversidad idiomática.
—En el libro cuestiona la ausencia de políticas públicas que realmente defiendan a las lenguas originarias…
—Actualmente se hablan aproximadamente seis mil 500 lenguas en el mundo pero nunca como ahora la diversidad lingüística se había visto tan amenazada. Se calcula que cada tres meses muere una lengua y conforme pasa el tiempo el ritmo se acelera. De seguir así en 100 años habrán desaparecido más de la mitad a escala mundial. Al analizar varios contextos he descubierto que esto se debe al surgimiento de los Estados. Hoy existen más de 200 países y aunque esto supondría mayor diversidad sociopolítica lo cierto es que se ha expandido la idea de imponer una lengua y combatir a las minoritarias. En América la mayoría de los países reivindica el español y se combaten a los grupos originarios. Existe un lengüicidio terrible.
—En este sentido ¿qué riesgo supondría atender a la iniciativa de la Academia Mexicana de la Lengua para tener al español como idioma oficial?
—Hacerlo implica colocar a las lenguas indígenas en desventaja. A pesar incluso de la existencia de una ley es muy difícil conseguir que se respeten los derechos lingüísticos. De las más de seis mil lenguas en el mundo 80 son lenguas oficiales en algún país. Estados Unidos no tiene un idioma oficial legalmente hablando. Me parece que hay que tener cuidado con ese tipo de peticiones.
—El gobierno federal parece impulsar desde el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas una política más incluyente, ¿no?
—En realidad no veo ninguna diferencia. Solo han propuesto cambiar el artículo segundo constitucional a fin de que todas las lenguas ya sean nacionales. Pero lo cierto es que eso ya estaba en la Ley de Derechos Lingüísticos. El problema es que no se respeta. Por otro lado el legislador Martí Batres busca hacer todas las lenguas oficiales pero eso implica convertir en oficial al español y volvemos al problema del que hablamos anteriormente. ¿Qué sucede con las poblaciones gitanas, el lenguaje de señas o las comunidades menonitas? Oficializar solo algunas lenguas, aunque sean las indígenas, implica problemas. Lo que en realidad falta es una serie de medidas contra la discriminación lingüística. ¿Qué pasa con las lenguas originarias de los migrantes centroamericanos? A la actual administración le falta un proyecto en este sentido.
—Este tipo de cuestionamientos aterrizan además en un combate al racismo…
—Exacto. La diversidad lingüística es amplia y por tanto hace falta una visión integral. En el caso de los indígenas se necesita aplicar la Ley de los Derechos Lingüísticos como debe ser. No se puede ejercer el debido proceso o el derecho a la salud sin un intérprete.
Racismo
—¿En qué sentido se diferencia el multilingüismo del regionalismo o el nacionalismo?
—Eso es muy interesante. El nacionalismo más violento ha sido el mexicano, porque atenta contra las minorías. El racismo del Estado mexicano se disfraza de amor por el país; en cambio el multilingüismo es el respeto a la convivencia y la diversidad.
—¿Cuál es el impacto de la pérdida de una lengua?
—Cada que se pierde una lengua se va una forma de ver el mundo. Y no solo eso: para ello se tuvo que ejercer una violencia tremenda y sistémica. Me encantan las lenguas pero me importan más sus hablantes.
—¿Ve algún riesgo de rezago entre las comunidades minoritarias de cara a la brecha digital que se acelerará a raíz de la pandemia?
—No necesariamente. Hasta hace poco muchas palabras que hoy usamos no existían. Las lenguas vehiculares siempre han existido. El latín y el francés lo fueron. Ahora es el inglés y eventualmente dejará de serlo; quizá lo reemplace el chino mandarín. Esa es una falsa disyuntiva. Hay diez mil artículos de Wikipedia en náhuatl. No es el rezago lo que atenta contra las lenguas sino el racismo y la discriminación.