LUISA JOSEFINA HERNÁNDEZ, AGUDA OBSERVADORA DE SU ÉPOCA

Federico González
Cultura
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A lo largo de su vida Luisa Josefina Hernández (1928-2023) escribió más de 70 obras de teatro y publicó poco más de 17 libros entre narrativa y ensayo. Además, fue traductora y maestra.

Prolífica y siempre atenta al quehacer de los jóvenes, fue una de las integrantes más destacadas de la generación de medio siglo, a la que pertenecieron también Sergio Magaña, Jorge Ibargüengoitia, Inés Arredondo, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Salvador Elizondo, Ricardo Garibay, Dolores Castro, Juan García Ponce y Emilio Carballido.

Este último la impulsó y promovió debido a lo que consideraba su “excelente oído” para los diálogos y por su forma amena sin sacrificar profundidad al momento de trazar distintas perspectivas para reflejar las relaciones interpersonales.

Gracias a sus cualidades consiguió trascender como una dramaturga capaz de hacer teatro de contenido en una época donde el canon y los espacios los ocupaba una notoria mayoría masculina. Alumna de Rodolfo Usigli, supo leer las coordenadas de su época y no solo eso, sino romper también inercias de género.

Su proyecto más ambicioso fue Los grandes muertos, una saga de doce piezas teatrales donde a través de la historia de una familia, muy parecida a la de Hernández, hay que decirlo, escudriñó la moralidad y los prejuicios de la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo XX. La serie completa solo se pudo ver como parte del homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura le rindió en 2014; dirigió las puestas en escena José Caballero.

Mirada crítica

La pauta que colocó Luisa Josefina Hernández sirvió como guía para autoras como Elena Garro y, de manera más reciente, Silvia Molina. No obstante, pese a la importancia de este proyecto, tardó más tiempo en ser reconocida como narradora. Ganar el premio Xavier Villaurrutia en 1982 por la novela Apocalipsis cum figuris y haber tenido alumnos del nivel de José Emilio Pacheco o José Luis Ibáñez no fueron suficientes argumentos para que la crítica de su época la colocara en el lugar que le correspondía.

El premio Nacional de Ciencias y Artes, así como los grandes homenajes le llegaron entrado el siglo XXI y es apenas en los últimos años cuando las editoriales han rescatado del olvido su trabajo narrativo. La colección Vindictas de la UNAM abrió con la reedición de su primera novela, El lugar donde crece la hierba, en tanto que el Fondo de Cultura Económico (FCE) recién recuperó Como los gorriones y Las confesiones, ambos títulos a prueba del tiempo.

Quien desee asomarse a lo que es la sociedad mexicana sin tapujos y sin falsas pretensiones debe hacer una escala obligada en la literatura de Hernández, una escritora cuyo legado y peso específico todavía están por descubrirse.