LOS TERRITORIOS LITERARIOS DE CLAUDINA DOMINGO

“Mis exploraciones tienen que ver con la memoria, con lo onírico y con la ciudad”.

Claudina Domingo
Cultura
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Hay autoras cuya obra se desdobla como una cartografía de lo intangible: la memoria, el sueño, el extravío. Claudina Domingo (Ciudad de México, 1982) es una de ellas. Escritora de géneros diversos como poesía, cuento y novela, ha construido una obra en la que el tránsito, la hibridez y la exploración formal son el centro vital de su propuesta estética. En ella convergen la ciudad, el cuerpo como memoria, el lenguaje que titubea entre géneros y la noche como espacio de revelación.

Formada inicialmente en poesía, Domingo ha desarrollado una obra literaria que fluye hacia lo narrativo sin perder la densidad lírica que la caracteriza.

Ganadora del Premio Carlos Pellicer por Tránsito (2011); del Gilberto Owen por Ya sabes que no veo de noche (2016); y del Enriqueta Ochoa por Material hospitalario (2022), ha publicado también libros de relatos como Las enemigas (2017) y novelas como La noche en el espejo (2020) y Dominio (2023).

Su trabajo más reciente, el poemario Reconquista del reino de Kaan (Premio Clemencia Isaura 2024), profundiza en su exploración del tiempo, el linaje y la pérdida.

Pero más allá de los géneros o los premios hay una línea sutil que cruza toda su obra: la búsqueda de una voz capaz de habitar los intersticios entre la realidad y el sueño, entre cuerpo y ciudad.

El trayecto de Domingo hacia la narrativa no fue un salto inmediato, sino un proceso de transformación que exigió reaprender lo que ya dominaba. Su formación poética marcó profundamente su estilo, al punto que ella misma reconoce que, en medio del tránsito al relato breve y a la novela “a veces sí se nota en algunos libros más que en otros esa herencia de la poesía; esa necesidad, ese impulso por crear metáforas, por hacer una imaginación poética en los textos narrativos”.

Dicho tránsito se refleja de manera visible en Las enemigas, su primer libro de cuentos. A pesar de su estructura narrativa, el lenguaje poético permanece como una constante. Algunos lectores notaron que las metáforas, abundantes, daban al texto una atmósfera más lírica que propiamente narrativa. Pero esa tensión es parte del atractivo de su obra: la mezcla entre géneros, la porosidad entre registros.

En sus novelas esta hibridez se hace más evidente. La noche en el espejo es un libro fragmentario, que rehúye la linealidad y se presenta como un collage emocional. Más que una historia en sentido convencional, la novela es una experiencia: un descenso al mundo onírico de una protagonista desdibujada, que deambula por escenas irreales con la lógica ilógica de los sueños.

Respecto de esta novela la autora afirma: “Este libro salió así, como un libro raro en el sentido de que, si bien según yo sigue siendo una novela, se puede leer como pequeños episodios con una fuerte carga poética”.

Paisajes emocionales

Uno de los territorios más fértiles en la obra de Domingo es la Ciudad de México. Nacida en la capital, vivió su adolescencia en Santo Domingo, un barrio del sur que representa bien esa fusión entre caos urbano y memoria barrial. Fue ahí —en camiones de transporte público, en paseos solitarios por Insurgentes o en el tianguis del Chopo— donde descubrió que la ciudad era algo más que un espacio físico: era un cuerpo emocional, un archivo de historias.

La escritora recuerda: “Puedes tener un edificio colonial junto a un edificio nuevo pero feo y luego tienes un edificio nouveau y luego otro que se ve que se está cayendo desde el 85… Entonces, tienes este collage del tiempo y de la memoria urbana en una sola cuadra. Ese tipo de ámbito puede suscitar fácilmente en alguien proclive a la imaginación poética una serie de pensamientos y de imágenes que intenté traducir en ese entonces en un libro que, por supuesto, no escribí, que solo hice muchos años después con Tránsito”.

Otra constante en la obra de Domingo es la exploración en el mundo onírico. Desde pequeña convivió con el insomnio y con sueños lúcidos, experiencias que marcaron su relación con la literatura. En sus palabras: “Lo que me interesa de ese país de los sueños es sobre todo lo grandioso, que es más difícil que nos toque en la vigilia”.

De igual forma, retoma una idea de Mircea Cărtărescu: “Los sueños no son paisajes, sino emociones”, y la convierte en una brújula narrativa.

En La noche en el espejo los episodios surgen de sueños transcritos, reconstruidos o reinventados. No hay una lógica racional que los una, sino una atmósfera emocional que los atraviesa. De ahí que el libro tenga algo de pesadilla melancólica: una exploración del deseo, la pérdida, la transformación y el miedo desde el lenguaje del inconsciente.

A diferencia de otras obras que usan el sueño como recurso narrativo, Domingo lo convierte en materia estructural. El sueño es forma y fondo. Incluso en sus libros más recientes, la autora afirma que “hay todavía un recurso hacia el mundo onírico más atenuado, se muestra, se describe un sueño, pero no consume todo el relato. Me sigue gustando que los personajes tengan sueños, no los concibo sin sueños”.

Su poemario más reciente, Reconquista del reino de Kaan, escrito entre 2020 y 2021, representa un nuevo giro poético. Se trata de un libro que parte de un viaje al sureste mexicano en busca de huellas míticas y familiares. Inspirado por el antiguo reino maya de Kaan y las estelas de Calakmul —esculpidas en piedra caliza y ya casi ilegibles—, el libro plantea una reflexión sobre la memoria erosionada y la herencia cultural. Domingo construye en él una serie de poemas que funcionan como estelas poéticas: fragmentos de un linaje que se niega a desaparecer del todo.

El libro fue galardonado con el Premio Clemencia Isaura y saldrá este año como parte de la Colección de Poesía de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

La obra de Claudina Domingo es en muchos sentidos una poética del umbral: entre géneros, entre vigilia y sueño, entre ciudad y cuerpo, entre lo visible y lo borrado. Ya sea desde el verso, el cuento o la novela, Domingo ha desarrollado una voz única, profundamente sensible al ritmo emocional de las cosas.

Su literatura, en lugar de certezas, busca preguntas: ¿cómo recordamos?, ¿qué nos dicen nuestros sueños?, ¿puede el lenguaje contener lo que no se nombra del todo? En cada uno de sus libros esas preguntas se reformulan y se amplían, como si cada obra fuera un nuevo intento por decir lo que siempre escapa.

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