ROCKDRIGO GONZÁLEZ: 40 AÑOS DESPUÉS DE LA VOZ RUPESTRE

Rockdrigo González
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El 19 de septiembre de 1985 la Ciudad de México se estremecía bajo uno de los terremotos más devastadores de su historia, de magnitud 8.1 grados. Entre los miles de escombros quedó sepultada una voz que todavía hoy se escucha con fuerza: Rodrigo Eduardo González Guzmán, mejor conocido como Rockdrigo González, El Profeta del Nopal, quien hizo de las calles, del Metro, del tránsito, su escenario más íntimo.

A cuatro décadas de su partida la vigencia de su obra invita a revisitarlo como un cantautor contracultural y como un cronista popular cuya voz aún resuena en quienes encuentran en su música un espejo de lo cotidiano.

González nació el 25 de diciembre de 1950 en Tampico, Tamaulipas. Desde niño vivió la confluencia de influencias variadas: la huasteca tamaulipeca, blues, rock en inglés y lecturas diversas. En su juventud estudió un tiempo sicología en la Universidad Veracruzana, lo que más tarde se reflejaría en su capacidad de introspección y en la ironía con la que muchas veces analizó la condición humana.

Hacia finales de los setenta se trasladó a la Ciudad de México con el objetivo de hacer música. Fue en la gran urbe donde empezó a definirse su voz: urbano, directo, sin ornamentos innecesarios. Se acompañaba únicamente de guitarra y armónica, interpretando canciones con letras que hablaban de la vida cotidiana: la soledad, los trayectos en Metro, los oficios infames, el hastío de la ciudad, la búsqueda de un destino en medio del ruido…

A principios de los ochenta Rockdrigo fue uno de los fundadores del Movimiento Rupestre, un colectivo que apostó por un rock sin sofisticaciones de la industria, con pocos instrumentos —la guitarra acústica, la armónica, la voz fundamentalmente—, con fuerza y corazón, que tocaba en bares pequeños, cafés y espacios alternativos.

La estética rupestre rechazaba los artificios, los efectos electrónicos ostentosos; en cambio, abrazaba la sencillez, la letra clara, el humor, el sarcasmo, el reconocimiento de lo que no siempre se ve: los asalariados, los desempleados, los migrantes internos, los desencantados. Rockdrigo escribió el manifiesto de este movimiento.

Revolución acústica

Uno de sus proyectos más representativos fue el casete Hurbanistorias (1984), que él mismo producía y vendía al final de sus conciertos, que contiene algunas de sus canciones más icónicas: Vieja ciudad de hierro, Estación del Metro Balderas, Perro en el Periférico y Distante instante, entre otras.

Después de su abrupta muerte a los 34 años se publicaron discos póstumos: El Profeta del Nopal, No estoy loco y Aventuras en el Defe, entre otros. Muchas de estas canciones provenían de casetes, presentaciones en vivo y grabaciones privadas.

Aquella tragedia de 1985 alimentó el mito de Rockdrigo. Las canciones que grabó en vida y se perdieron, las muchas que ni siquiera fueron grabadas, las letras, la figura del poeta urbano, del trovador callejero, comenzaron a circular entre rumores, grabaciones caseras y homenajes espontáneos.

El público y la escena musical lo reivindicaron poco a poco. Se recordaron sus letras en estaciones de Metro, en manifestaciones culturales, en películas documentales. Incluso se colocó una estatua en la estación del Metro Balderas a manera de homenaje por la icónica composición que le dedicó al lugar.

Hoy, 40 años después, su figura sigue vigente. Hay eventos programados en México para conmemorar su legado: conciertos de homenaje, una develación de placa en su natal Tampico, presentaciones de libro, cine documental, exposición fotográfica, entre otras actividades.

Un acontecimiento destacado fue el Homenaje Urbano Rupestre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, que se realizó el 13 de septiembre. En este concierto se reunieron antiguos compañeros de su movimiento, así como bandas tributo.

Sin embargo, lo que Rockdrigo González dejó no cabe solo en discos ni en homenajes: su influencia vive en la percepción misma del rock mexicano urbano. Se le reconoce como precursor de una canción de autor humilde, del folk urbano, de la narrativa musical que incorporaba lo barrial, lo popular, lo que en su momento no era considerado “glamouroso”. Su repertorio funciona como archivo urbano: testimonios de cómo vivía la Ciudad de México en los ochenta, sus desafíos, su alienación, pero también su sentido de comunidad, de amor y de fraternidad.

Para muchos Rockdrigo no solo hizo canciones sino que creó un modelo de ética musical: honestidad, cercanía con el público, memoria del barrio, de los que no tienen voz. En un México contemporáneo donde lo urbano se fragmenta, donde la centralidad citadina se diluye, donde las periferias y los suburbios reclaman su narrativa, lo suyo aparece como semilla resistente.

Al cumplirse las cuatro décadas de su fallecimiento los retos también se renuevan: mantener viva su voz cantando al aquí y al ahora; traducir su mirada hacia las problemáticas actuales —la migración interna, el transporte público, el éxodo urbano, la desigualdad, la soledad—, de la misma manera en que él lo hizo con su guitarra, su voz, su observación y su poesía sencilla. En este sentido, el homenaje no debe ser solo recordar al que se fue, sino alimentar al que permanece: a quienes hacen música, comparten historias y caminan la ciudad con los oídos atentos.

Introducción al Profeta del Nopal

Justamente en estos momentos,en que la confusión reinaterriblemente en la atmósfera,como extraños microbios venidosde otra galaxia que mandan mensajes telepáticos haciendo ver realidades que no corresponden a las dimensiones adecuadas,El Profeta del Nopal se presenta de una manera u otra aventando sus cotorreos desde el año 1984. Y en sus híbridas visiones del rock and roll mexicano me dijo un día de oníricos sueños y arquetípicos símbolos que tenía que recetarle por las trompas deeustaquio a todo el personal estosmensajes del Profeta del Nopal.

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