Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, nacida en 1889 en Vicuña, Chile, adoptó el nombre de Gabriela Mistral por dos autores europeos: Gabriele D’Annunzio y Frédéric Mistral. Así lo afirma la novelista chilena Lina Meruane en el prólogo de Andar la tierra, obra que también seleccionó y que muestra el lado andariego de Mistral.
Coeditado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Fondo de Cultura Económica y la Universidad de Chile, este libro reúne poemas, crónicas, ensayos y cartas que permiten seguir el camino de Mistral en sus múltiples desplazamientos por los continentes americano y europeo.
Durante la presentación del libro en la librería Jaime García Terrés de la UNAM, la historiadora Carla Ulloa Inostroza apuntó: “Es importante subrayar la condición de autodidacta de Gabriela Mistral; consiguió todo a pulso. Comenzó a publicar alrededor de los doce o 13 años en la prensa local”.
A lo largo de su infancia, la poeta anduvo de casa en casa por varias aldeas chilenas situadas entre las dos cadenas de cordilleras que recorren el país del sur. Fue en 1907 que se trasladó ya sin su madre a la ciudad marítima de La Serena, donde comenzó a subir y bajar por el territorio chileno. Se hizo maestra y su andar no se detuvo.
En 1914 ganó los prestigiosos Juegos Florales y para 1917 se convirtió en la única mujer antologada en la compilación de poesía Selva negra, donde figuran personajes como Vicente Huidobro, Manuel Magallanes Moure y Francisco Contreras.
Años después, en 1922, señala Ulloa, “a los 33 años Mistral sale por primera vez de Chile y viene a México. Aquí la marca profundamente su estadía. Son 21 meses en los que vive la formación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), la repartición de miles de libros, la visita a todos los estados y el acceso al enorme poder del Estado mexicano”.
Precisamente, Andar la tierra aborda la diplomacia de Mistral, una de sus múltiples facetas. En nuestro país asumió un puesto de gran visibilidad, tanto en la SEP como en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Su estadía por casi dos años le permitió consolidarse como una figura intelectual, literaria y política reconocida a nivel mundial.
Finalmente, para Ulloa, “este libro es una invitación muy hermosa para que cada una de nosotras considere el viaje como una posibilidad. El viaje reduce el racismo, puede ayudarnos a profundizar en nuestra propia existencia y no siempre es un andar de lujo; este viaje involucra siempre el rehabitar y a veces el dolor físico, el malestar, la falta de sueño, la incomodidad. Eso está expresado acá en palabras de Mistral, tanto en poemas como en crónicas, en cartas”.
Escritura en movimiento
Los textos reunidos revelan cómo Mistral convirtió su andar en una reflexión constante sobre el mundo. Escribía desde el camino, observando, preguntándose, dejando constancia de las geografías que atravesaba y de los cuerpos —el suyo y los ajenos— que se movían con ella. En sus escritos aparecen tanto el entusiasmo por el descubrimiento como la fatiga de la distancia.
En entrevista con Vértigo, Lina Meruane, quien en 2018 hizo una selección de poemas de Mistral bajo el título Las renegadas y prologó y seleccionó los textos que conforman Andar la tierra, comparte: “En la correspondencia privada Mistral se queja constantemente de su visiteo, sobre todo en México. La invitan a dormir en diferentes casas, a comer, la agasajan con mucho cariño, pero ella lo que quiere es quedarse en su casa porque está cansada del viaje”.
Y agrega: “En la parte pública es lo contrario: declara su maravillamiento por lo que ve, por todo lo que entra por sus ojos”.
A pesar de su cansancio la escritora no se detendrá, pues seguirá con su gira americana y terminará siendo cónsul en ciudades como Madrid, Río de Janeiro, Lisboa, Nueva York y Nápoles.
Esa palabra, maravillamiento, forma parte del vocabulario mistraliano, como dice Meruane. Y el volumen da cuenta del lenguaje singular de la poeta. En sus textos se preservan sus neologismos, sus alteraciones gramaticales y sus licencias poéticas, rasgos que la vuelven una escritora moderna y audaz. Se encuentran palabras como dulcedumbre (suma de lo dulce y lo manso), y adjetivos que usa como sustantivos (listeza como condición de ser listo), entre otras.
Más allá de los retratos oficiales que la fijan como maestra rural o diplomática consagrada, Meruane presenta a Mistral como una mujer en constante movimiento: una viajera que transformó su andar por el mundo en una forma de pensamiento, de escritura y de existencia.
“No es una Mistral sufriente, sino más bien gozosa, que disfruta del mundo, de la compañía, de la conversación, que se deja maravillar por el mundo, que está todo el tiempo recomendando lecturas, inventando palabras. Es un espíritu creativo, aventurero, y muy ligado al placer, mucho más que al sufrimiento. Muestra un amor por la vida, una picardía, un jugueteo y eso es realmente muy refrescante encontrar en Mistral”, afirma Meruane.
Además, la edición se enriquece con una sección visual inédita: fotografías de los pasaportes diplomáticos de la poeta, retratos tomados en distintas ciudades y una cronología que funciona como un mapa de sus desplazamientos. Estos materiales complementan los textos y refuerzan la idea de una vida marcada por la movilidad.

Para Meruane, “sumergirse en la lectura de Mistral hace aparecer a una Mistral que no solo es infinita en su escritura, sino que también es múltiple. Tenía diversos intereses, tenía una agenda política compleja”.
Desde esa mirada, Andar la tierra no solo reconstruye una biografía, sino que propone además una lectura política y afectiva del viaje: Mistral no fue una simple observadora de los territorios, sino una mujer que pensó la frontera, la identidad y la pertenencia.
En un mundo marcado por la migración, la movilidad forzada y las fronteras, la voz de Gabriela Mistral en Andar la tierra adquiere una vigencia inesperada. La poeta que se sintió extranjera en casi todas partes nos habla hoy con una lucidez que atraviesa generaciones.

