Tampoco Joe Biden, presidente de Estados Unidos, termina por creerse la conclusión más reciente del equipo de investigadores especializados de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que in situ en Wuhan, China, determinó que el origen del SARS-CoV-2 nada tiene que ver con un accidente de laboratorio.
El Departamento de Estado norteamericano no está conforme con dicho informe y exige una investigación particular, con sus propios expertos, y que el gobierno de Xi Jinping les permita moverse a sus anchas en territorio chino para indagar el origen del coronavirus.
“Claramente China no ha ofrecido los requisitos de transparencia necesarios y que son importantísimos para toda la comunidad internacional, que necesita saber la fuente real del contagio a fin de prevenir que se repita otro evento similar, otra pandemia que nadie desea”, declaró Ned Price, portavoz del Departamento de Estado.
Desde que inició la pandemia la postura de EU ha sido inamovible hacia China, señalándola como responsable directa de la propagación del virus. El hoy expresidente Donald Trump llegó a reiterar recurrentemente y con cierto tono despectivo que “el virus chino” escondía ciertos propósitos desestabilizadores e incluso inquietantes.
Su entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, en múltiples ocasiones acusó al régimen de Beijing de estar detrás de una conspiración contra la Casa Blanca y acusó hacia el director general de la OMS, Tedros Adhanom, de actuar en contubernio para proteger los intereses y “las mentiras” chinas.
Trump lo trató incluso de “alcahuete” de Jinping y de ser responsable directo de la propagación del virus al desinformar al mundo de la verdadera dimensión de la catástrofe vírica y de su capacidad de transmisión; este argumento precipitó la salida de EU del organismo de la salud.
Si bien Biden entre sus primeras medidas al frente de la Casa Blanca devolvió a su país a las filas de la OMS, lo que no cambia es la postura previamente asumida hace unos meses atrás: también quiere una investigación independiente.
Dictamen
¿Cuáles son las conclusiones del equipo de la OMS tras casi un mes en Wuhan? Reivindican la misma tesis oficial del Partido Comunista Chino: “El virus es de origen zoonótico y bajo ninguna circunstancia ha escapado accidentalmente de un laboratorio chino; es algo extremadamente improbable”.
La misión arribó el pasado 14 de enero a Wuhan y lo hizo con un escaso margen de maniobra: luego de pasar dos semanas confinado en un hotel de la ciudad, prácticamente estuvo más tiempo en cuarentena que haciendo indagaciones y recabando datos pertinentes. En un tiempo récord de doce días presentó sus conclusiones acerca del virus.
“Nosotros no sabemos bien el papel que ha jugado el mercado de Huanan. Sabemos que el virus se propagaba entre personas cercanas al mercado, bien porque vivían en sus alrededores o porque lo visitaban durante el mes de diciembre. Pero cómo llegó el contagio al mercado y cómo se propagó no lo sabemos. Tenemos un mapa. Se mapeó todo el contagio en la ciudad y alrededor del mercado. Además contamos con el virus secuenciado en las primeras personas infectadas. Pero no sabemos cómo inició el brote, porque hubo gente que se contagió en la ciudad ajena a este mercado y más bien relacionada con otros mercados”, aseveró Peter Ben Embarek, jefe de la misión de la OMS en China.
El grupo lo conforman una docena de científicos de diversas nacionalidades entre los que figuran el británicoamericano Peter Daszak y la viróloga holandesa Marion Koopmans.
Convocada por los científicos chinos en Wuhan y las autoridades sanitarias locales, en una conferencia el pasado 9 de febrero presentaron a la prensa una serie de deducciones luego de visitar el mercado mayorista de mariscos, de hablar con los primeros pacientes infectados y de visitar el Instituto de Virología de Wuhan, así como algunos hospitales.
Según lo expuesto por Ben Embarek su equipo llegó a Wuhan con cuatro hipótesis bajo el brazo: “Partimos de varios supuestos como punto de origen del SARS-CoV-2: primero, que fuese de origen zoonótico; segundo, una transmisión de un animal a otro animal huésped y de este a un humano; tercero, un virus propagado por la cadena de frío de algunos alimentos congelados; y por último, la posibilidad de un accidente de laboratorio”.
Luego de sus pesquisas de cortísimo tiempo la misión concluyó que “el coronavirus no salió de un laboratorio, ni de forma accidental, ni de ninguna otra manera. Este virus pudo haber salido de un murciélago o de un pangolín, pero no se sabe a ciencia cierta porque la secuencia del coronavirus no logra parecerse del todo a ninguno de los dos. Quedarían miles de especies de la misma familia, incluyendo a los mustélidos, por ser secuenciados e inclusive puede haber un huésped. El origen del contagio tampoco comenzó en el mercado de Huanan, puesto que el virus ya estaba circulando antes en otros puntos de la ciudad, pero nunca con anterioridad a diciembre”.
China, se esgrime, no es el punto del reservorio, aunque pudiera ser el primer país que puso atención en detectarlo. Tampoco se descarta del todo la premisa de que el virus se hubiese propagado por la cadena de frío de alimentos congelados.
Mientras siguen muchas preguntas sin respuestas, el tiempo corre de prisa: ya pasó un año del brote que derivó en una pandemia mortal que deja muertos cada segundo; se superaron los 107 millones de contagios con un lamentable número de fallecidos a punto de acercarse a los dos millones y medio y con consecuencias igualmente catastróficas económicamente hablando.
¿Cuándo podría haber luz respecto de la verdad en torno del patógeno? Según Daszak tomará dos años, aunque desde Singapur es menos optimista Wang Linfa, la científica que encontró el origen del SARS en 2003 y que sigue investigando el origen del ébola: según su experiencia podría demorar hasta cuatro décadas encontrar el punto de origen.
El misterio de Wuhan
Ben Embarek, coordinador del grupo científico, acepta que habrá que secuenciar a miles de animales, sobre todo de la familia de los murciélagos y mustélidos, para ver su compatibilidad con el coronavirus. De existir un huésped, esto es, un animal que haya participado en la cadena de transmisión entre otro animal y el ser humano la búsqueda —sin un paciente cero— puede ser tanto como encontrar una aguja en un pajar.
Liang Wannian, integrante del equipo de la OMS-China, insistió reiteradamente en que “Wuhan no es la cuna del brote” y reiteró que en esta no había transmisión de Covid-19 previa a diciembre.
El propio Wannian compartió que han secuenciado once mil muestras de animales desde cerdos, vacas, cabras, gallinas y patos, y todos han resultado negativos en su compatibilidad con el coronavirus. Se han hecho además pruebas a otros grupos de animales que también han dado negativo.
Al equipo de investigadores les queda ahora trasladarse a otros países del Sudeste Asiático (Tailandia, Japón, Camboya) en los que continuarán indagando el origen zoonótico del patógeno bajo la hipótesis de que este pudiese entrar importado a China por medio de animales vivos o inclusive en alimentos congelados de pescados y/o mariscos.
La secrecía del régimen comunista chino impide que se propague otra información diferente. Para comenzar la nación más poblada del mundo con más de mil 390 millones de personas tiene datos poco fiables en su número de muertos y de contagiados; hasta el momento habrían fallecido cuatro mil 636 personas, 80% en Wuhan.
Hay un silencio forzado, sobre todo, para los científicos y para la prensa. En diciembre pasado la periodista independiente Zhang Zhan, de 37 años, fue condenada a cuatro años de prisión acusada de provocar problemas y alterar el orden social; se le ha juzgado tan solo por informar de los casos de coronavirus en su país.
No es la única que sufre represalias: hay otros youtubers y reporteros independientes encarcelados y silenciados tras publicar en Weibo y otras redes sociales; la BBC habla de Chen Qiushi, Fang Bin y Li Zehua.
En la lista de perseguidos figuran la escritora Fang Fang y el doctor Li Wenliang, uno de los primeros en hablar del nuevo virus similar al SARS y quien cuestionó la forma de enfermar de las personas y las patologías desarrolladas.
Wenliang también fue acusado por las autoridades judiciales chinas de alterar el orden social, pero no llegó a ser juzgado porque falleció el pasado 7 de febrero.
Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) advierte que las fuerzas del Estado comunista chino han callado las contraversiones en torno del coronavirus para que prevalezca la versión oficial de la cúpula gobernante y se ha llegado a expandir en la prensa, reiteradamente, propaganda haciendo referencia al “virus estadunidense” y al “virus de Trump”.
El diario The Wall Street Journal sufrió en carne propia la expulsión de tres periodistas; antes ya habían sacado a varios de The New York Times y The Washington Post.
Fuera de China crecen las dudas y se teme que la verdad no salga a flote, mientras la OMS es señalada por varios países del mundo por su opacidad en el manejo de la información acerca del coronavirus: le señalan EU, Alemania, Francia y otros integrantes de la UE.
Esa secrecía le costó que Trump ordenase congelar más de 500 millones de dólares en aportaciones a la OMS, siendo el principal financiador del organismo ya que China contribuye con poco más de 80 millones de dólares anuales para un organismo cuyo presupuesto es de cinco mil 600 millones de dólares.
RECUADRO
Una pésima gestión
La carta de la ruptura de EU con la OMS a principios de junio pasado, enviada desde la Casa Blanca a Tedros Adhanom, indicaba que entre el 26 y el 30 de diciembre de 2019 la prensa local china daba cuenta de un problema de salud pública en Wuhan mientras Taiwán fue el primero en informar a la OMS de la transmisión del virus de persona a persona; un dato que, en su momento, el organismo no compartió con el mundo “probablemente por razones políticas”.
China “sabía de los casos de neumonía de origen desconocido desde antes del 31 de diciembre, quizá semanas antes; el doctor Zhang Yong Zhen, del Shanghai Public Health Clinic Center, dijo que había secuenciado al virus; no hay información publicada sino hasta seis días después, hasta que él lo posteó y después de eso las autoridades chinas cerraron su laboratorio”, de acuerdo con el texto.
A la OMS se le reprocha que inicialmente replicase el informe sanitario chino que señalaba que el coronavirus “no se transmitía de humano a humano” y que Adhanom no recomendase un inminente cierre de las fronteras, ni prohibir los viajes dentro y fuera de China, alentando con ello que cinco millones de personas retornasen en febrero de 2020 desde Wuhan a sus residencias en otras partes del mundo.
Pasaron poco más de tres meses de transmisión del virus antes de que la OMS declarase una pandemia, el 11 de marzo de 2020. Para entonces el virus ya había matado a cuatro mil personas e infectado a más de 100 mil en 114 países.
El mal ya estaba hecho: una guerra biológica había atrapado a la humanidad en la segunda década del siglo XXI. La historia tendrá mucho que decir al respecto cuando, algún día, se logre saber la verdad.