La economía japonesa lucha por encontrar su equilibrio en medio de una alta inflación y una desaceleración mundial.
El pasado 23 de julio el Índice Nikkei rebotó 3.5% unos minutos después de que Japón y Estados Unidos lograron un acuerdo comercial con aranceles de 15% y no de 25% como en su momento amenazó el presidente Donald Trump. Hasta la alicaída popularidad del primer ministro nipón, Shigeru Ishiba, logró librarse momentáneamente del descontento hacia su gobierno.
Parecía que el destino político de Ishiba estaba atado al resultado de las negociaciones comerciales con Washington y a las pretensiones de Trump, quien no ha movido un dedo para quitar o reducir el arancel de 50% sobre el acero y el aluminio que su país compra a Japón.
Ishiba debió ceder en eso, además de comprometerse a invertir 550 mil millones de dólares en diversos sectores norteamericanos y apoyar la idea de Trump de crear una empresa conjunta con EU para construir un gasoducto en Alaska.
“Llegamos a un acuerdo. Y ahora vamos a concluir otro, porque están formando una empresa conjunta con nosotros en Alaska, como saben, por el gas natural licuado, y están listos para hacer ese trato ahora”, aseveró Trump en una reunión con legisladores en la Casa Blanca.
Otro de los aspectos en los que Trump presionó fue en la exigencia de que la economía nipona se abra más en favor de importar un mayor número de automóviles y de vehículos made in USA; y hacer más pedidos de productos agrícolas y fundamentalmente de arroz estadunidense.
Optimismo
En Japón intentan verlo como un buen acuerdo, a sabiendas de que Trump e Ishiba no tienen ninguna afinidad y en más de una ocasión el todavía primer ministro japonés ha intentado que su país lidere una especie de OTAN en Asia, ante el recelo de Corea del Sur, que también presume de ser aliado regional de la Casa Blanca.
Por lo pronto, la intención de Trump es reducir el déficit comercial con la economía japonesa: el año pasado el comercio entre ambos países sumó 230 mil millones de dólares, con un déficit por 69 mil 400 millones de dólares para EU.
“Este acuerdo creará cientos de miles de puestos de trabajo. Nunca ha habido nada igual. Quizá lo más importante es que Japón abrirá su mercado al comercio, incluidos automóviles y camiones, arroz y otros productos agrícolas; y otras mercancías. Japón pagará aranceles recíprocos a Estados Unidos de 15%”, destacó Trump.
A su vez, el primer ministro Ishiba, defendió que estos aranceles que entrarán en vigor el próximo 1 de agosto son la tasa más baja jamás aplicada entre los países que tienen un superávit comercial con Estados Unidos.
El sector automotriz nipón reaccionó con optimismo porque atrás se deja la amenaza de Trump de 25% de arancel y queda 15% para los automóviles japoneses, que representan más de una cuarta parte de todas las exportaciones de ese país a EU.
Los grandes fabricantes, como Nissan, Toyota y Honda, lo ven con una expectación positiva; de hecho, sus acciones subieron 8% en promedio en la Bolsa de Tokio y hasta el yen se ha fortalecido frente al dólar.
No muy contentas del todo, las automotrices norteamericanas afirman que es un mal acuerdo, temerosas de que Trump deje un arancel más alto para las importaciones automotrices y de componentes que se fabrican en Canadá y en México.
En este punto, Matt Blunt, quien dirige el Consejo de Política Automotriz de EU, criticó el acuerdo alcanzado con Japón al considerar que el contenido estadunidense en la fabricación de autos en ese país asiático es mínimo.
“Cualquier acuerdo que cobre un arancel más bajo para las importaciones japonesas, prácticamente sin contenido estadunidense, que el arancel impuesto de 25% a los vehículos fabricados en América del Norte, con alto contenido estadunidense, es un mal acuerdo para la industria estadunidense y los trabajadores automotrices de EU”, sentenció Blunt.
Ishiba niega que se va
El discurso ultranacionalista, conservador, xenófobo y proteccionista del presidente de Estados Unidos ha fungido como un disruptivo a escala global; como si fuese una epidemia ideológica. Y Japón no ha quedado indemne.
¿Qué está aconteciendo políticamente hablando en el país nipón? El pasado 20 de julio, en las elecciones legislativas, la coalición de gobierno en Japón formada por el Partido Liberal Democrático (PLD) y su socio, Komeito, perdieron la mayoría en la cámara alta del Parlamento.
De acuerdo con un análisis del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) eso significa un duro golpe contra la confianza en el gobierno del premier Ishiba, porque su partido ya viene de perder la mayoría en la cámara baja y ello reduce su capacidad legislativa.
“La derrota de la coalición gobernante significa frustración pública con el estancamiento económico y político y demuestra el creciente atractivo de los partidos populistas de oposición. El resultado de las elecciones prolongará un periodo de inestabilidad política en Japón y pondrá a prueba la capacidad de la nación para un liderazgo decisivo mientras enfrenta una serie de desafíos de política interna y exterior”, remarcó el CSIS.
Para Ishiba, de 66 años, desde luego no han sido buenas noticias: si bien desde octubre del año pasado ocupa el cargo de primer ministro y tiene una larga militancia en el PLD y una dilatada carrera política (ha sido ministro de Defensa y ministro de Agricultura), hay gente dentro de su propio partido que no lo quiere.
Diversos observadores políticos consideran que la figura de Ishiba ha quedado muy debilitada e incluso se le señala como el culpable directo de que el PLD, fundado en 1955, se encuentre en una posición de debilidad en ambas cámaras, algo que no había sucedido antes.
En contraste, se beneficiaron los partidos de línea más dura: el principal partido opositor, el Partido Democrático Constitucional, ganó 22 escaños; el Partido Democrático del Pueblo obtuvo 17; y el partido populista Sanseito logró un avance significativo de dos a 14 escaños, mientras que el Partido Conservador de Japón consiguió sus dos primeros escaños en la cámara alta.
Japón está igualmente contagiado de esa ola ultra que viene causando estragos en Europa, tal y como ha quedado patente en el discurso político de Sanseito, que llamó “invasores” a los inmigrantes.
Sobre el futuro del actual primer ministro pende un halo de incertidumbre: la oposición aguardaba hasta la finalización de las negociaciones comerciales con EU para que Ishiba renunciara. Sin embargo, el acuerdo ya ha sido alcanzado y el primer ministro ha salido al paso de los rumores para afirmar que no tiene ninguna intención de dimitir.
No obstante, quedan dos fechas clave en el Parlamento y la oposición podría implementar una moción de censura a Ishiba: una a principios de agosto, durante la primera reunión de la nueva cámara alta; y otra en septiembre, para discutir el presupuesto.
Los agentes económicos en Japón ven con inquietud que la actual coalición de gobierno requerirá de mucha capacidad de negociación para sacar adelante varias reformas pendientes, que necesitarán ser aprobadas por ambas cámaras.
Por lo pronto, la discusión de un incremento en los gastos militares como proporción del Producto Interno Bruto (PIB) domina el escenario legislativo japonés.
Economía con problemas
El Fondo Monetario Internacional (FMI) indica que el año pasado el PIB de Japón creció escasamente 0.1% y para este año la perspectiva tampoco es más halagüeña, con un PIB marginal previsto de 0.6 por ciento.
De acuerdo con el CSIS, la más reciente campaña electoral legislativa se enfocó en cuestiones que, además de los problemas de crecimiento, incluyeron una creciente inquietud relacionada con la inflación.
“También hubo otros temas, como la seguridad social, las pensiones y las preocupaciones generales sobre la economía. A medida que se acercaba el día de las elecciones los debates se ampliaron para incluir la inmigración y los aranceles estadunidenses”, de acuerdo con el CSIS.
En su estudio, este organismo privado refiere que hay varios factores que contribuyeron al revés electoral de la coalición PLD-Komeito: “En primer lugar, el gobierno de Ishiba no pudo abordar la creciente frustración pública por la economía y el aumento de los precios, particularmente en alimentos básicos, como el arroz”.
Los salarios han perdido poder adquisitivo, mientras la clase media japonesa se dice frustrada y ve con pesimismo su futuro, sobre todo las generaciones más jóvenes.
“Muchos de los votantes del ultraderechista Sanseito son jóvenes, algunos primerizos, que han decidido mostrar su descontento hacia los partidos tradicionales”, según lo referido por el CSIS.
El líder de Sanseito es Sohei Kamiya, un profesor de inglés, quien también se desempeñó como gerente de un supermercado y que ha catapultado su popularidad gracias a la penetración de su discurso en las redes sociales. Se dice admirador de Trump y de grupos filonazis como el AfD de Alemania.
También culpa a la inmigración de parte de los males económicos y sociales de Japón. Con su discurso de odio y de reproche quiere expulsar a todos los extranjeros, a quienes acusa de llegar para encarecer la vida local.
De acuerdo con datos del gobierno japonés, hay 3.8 millones de inmigrantes, que representan 3% de la población total.
Un análisis de Michael Wolff para Deloitte indica que la economía de Japón lucha por encontrar su equilibrio en medio de una alta inflación y una desaceleración mundial.
“Si la inflación vuelve a situarse en el objetivo de 2% fijado por el Banco de Japón y se mantiene este nivel de crecimiento nominal, el PIB real se recuperará. La inflación general se desaceleró a 3.5% interanual en mayo pasado, frente a 4% en enero. Gran parte de esta desaceleración proviene de los alimentos y bebidas, aunque los precios del arroz continuaron subiendo; la inflación del arroz se aceleró de 70.9% en enero a 101.7% en mayo”, refirió Wolff.
Mientras tanto, la inflación total del grupo de alimentos y bebidas cayó de 7.8 a 6.5% durante el mismo periodo y los precios de la educación también bajaron, en parte por una serie de subsidios gubernamentales anunciados en Tokio.
Wolff explica que la energía, los alimentos y las bebidas han sido algunos de los impulsores más fuertes de la inflación general: “Asimismo, se espera que un yen más fuerte alivie los precios de las importaciones y limite el repunte de la inflación relacionada con la energía que podría provenir del reciente aumento de los precios del petróleo a nivel mundial”.
La intención del primer ministro Ishiba es sacar adelante un presupuesto que permita que la economía nipona salga de los crecimientos marginales a través de una serie de estímulos y apoyarse en una política monetaria que permita que la inflación baje y se estabilice.
De hecho, el Banco de Japón espera que la inflación disminuya a solo 2% en el año fiscal que finalizará en marzo de 2026, por debajo de 2.2% previsto anteriormente.
Pero claro, ahora mismo todos son buenos deseos, porque la tormenta política en Japón no amaina y los vientos económicos tampoco son favorables para la coalición gobernante.
La reducción del déficit comercial de EU con Japón implica menores exportaciones hacia la economía norteamericana y eso se traduce en menos ingresos para las empresas, lo que al final termina con más ajustes en el salario y en el empleo.
Ishiba está metido en un círculo vicioso que sigue poniendo en duda su futuro político.