LA INFLACIÓN CEDE, PERO PREOCUPA EL ENDEUDAMIENTO: FMI

“Todo dependerá del desempeño del entorno geoeconómico y geopolítico”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
Inflación FMI

Las tasas de interés y sus constantes incrementos en los últimos 15 meses han tenido un notable impacto.

En los próximos cuatro años los países de bajos ingresos requerirán 814 mil millones de dólares de apoyo exterior, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Si bien la economía mundial arriba al mes de abril mucho mejor de lo esperado, de acuerdo con lo expresado por Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, hay un grupo de países de bajos ingresos que lo están pasando mal.

“Nos temíamos lo peor hace un año y sorprendentemente la economía mundial ha resistido a la crisis mejor de lo esperado. Creo que durante los próximos años el FMI centrará más su atención y sus programas en el grupo de países de bajos ingresos”, explicó.

A juicio de la economista búlgara, de promedio a nivel global el crecimiento se está manteniendo, la inflación sigue bajando y en unos meses más se dejará atrás la etapa de alta inflación que amenazó al mundo con una recesión.

Retos económicos

En una videoconferencia transmitida desde Washington, sede del FMI, y acompañada por Ajay Banga, presidente del Banco Mundial, ambos directivos coincidieron en que los shocks derivados del impacto de la pandemia y después de la invasión de las tropas rusas a Ucrania han golpeado más a los países pobres en comparación con el resto.

“Nuestros análisis muestran que el miedo que generan los shocks en las economías avanzadas y en las economías de mercados emergentes afortunadamente es menor de lo que temíamos; sin embargo, es mucho mayor de lo anticipado en los países de bajos ingresos”, explicó.

Georgieva destacó fundamentalmente que el PIB de los países de bajos ingresos se encuentra en promedio 10% debajo de lo proyectado antes de la pandemia y, sobre todo, arrastran serios problemas de endeudamiento.

En unos días más se presentará el informe World Economic Outlook 2024 y el organismo internacional tendrá ocasión de corregir sus expectativas de crecimiento, así como evaluar las decisiones de política monetaria, el rumbo de la inflación y el desempeño de los niveles de endeudamiento.

Por el momento, y a la espera de que se anuncien nuevos ajustes, el FMI proyecta un PIB mundial de 3.1% para este año, con una inflación que va desacelerándose más rápido de lo esperado en la mayoría de las regiones: “Se espera una inflación mundial de 5.8% en 2024 y 4.4% en 2025”.

Para el 15 de abril, tanto el FMI como el Banco Mundial celebrarán su Reunión de Primavera, y Georgieva, junto con Banga, pondrá el acento sobre la situación de los países de bajos ingresos.

“Hay que poner especial atención en el nivel de la deuda. Cuando hay un exceso de endeudamiento ese dinero no se usa ni para mejoras en salud o en educación”, comentó Banga en dicha videoconferencia.

Ambos directivos puntualizaron que esos 814 mil millones de dólares que necesitarán los países de bajos ingresos no saldrán únicamente de préstamos y financiamiento del FMI y del Banco Mundial, sino que será necesario que el sector privado también participe con sus inversiones.

En 2023 el FMI concedió 24 mil 400 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG), esto es, créditos condicionados a cambio de llevar a cabo una serie de reformas, y fueron otorgados a países de bajos ingresos para sus respectivos programas de lucha contra la pobreza.

“Los países más pobres, como Burundi con un PIB per cápita que apenas supera los 240 dólares, se enfrentan a retos económicos muy diferentes a los de Bangladesh, que se acerca a la categoría de países de ingresos medios”, de acuerdo con Georgieva.

El FMI ha vuelto a señalar que el año pasado 238 millones de personas, esencialmente en países africanos, sufrieron episodios prolongados de inseguridad alimentaria.

Golpe de efecto

Especialmente desde la pandemia, que ante los confinamientos y la parálisis productiva trastocó el ritmo de la economía de cada país y en general del mundo, los organismos internacionales vienen alertando de la peligrosa combinación, como si fuese una “bomba de tiempo” contra las finanzas públicas, de tener graves presiones de deuda externa y deuda pública: “Es un doble riesgo”.

El Banco Mundial señala que los países en desarrollo gastaron un récord de 443 mil 500 millones de dólares para pagar el servicio de su deuda externa pública en 2022.

Las tasas de interés y sus constantes incrementos en los últimos 15 meses han tenido un notable impacto: los pagos del servicio de la deuda, que incluyen el capital y los intereses, aumentaron 5% el año pasado para todas las naciones en desarrollo.

A su vez, los países que reciben empréstitos desde la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial pagaron un récord de 88 mil 900 millones de dólares en costos de servicio de la deuda en 2022. En la última década los pagos de intereses de estas naciones se han cuadruplicado hasta alcanzar un máximo histórico de 23 mil 600 millones de dólares en dicho año.

Indermit Gill, economista en jefe del Banco Mundial, advierte que los costos generales del servicio de la deuda de los países más pobres del mundo subieron 39% el año pasado.

“Los niveles récord de deuda y las altas tasas de interés han puesto a muchos países en el camino de la crisis. Cada trimestre que las tasas de interés se mantienen altas da como resultado que más naciones en desarrollo se vean afectadas y se enfrenten a la difícil decisión de pagar el servicio de su deuda o invertir en salud pública, educación e infraestructura”, de acuerdo con el también vicepresidente del Banco Mundial.

Además, el aumento de las tasas de interés intensifica la vulnerabilidad de la deuda en todos los países en desarrollo. Solo en los últimos tres años se han producido 18 incumplimientos soberanos en diez países en desarrollo, cifra superior a la registrada en las dos décadas anteriores.

El peligro es que además se caiga en una espiral de más deuda como único mecanismo para intentar salir de una crisis. Por ejemplo, está el caso de la economía argentina, que sigue pidiendo préstamos para pagar deudas ya contraídas y se ha convertido en un barril sin fondo.

En enero de este año el nuevo Ejecutivo liberal que dirige el ultraderechista Javier Milei logró que el FMI concediese un acuerdo para que Argentina siga pagando su deuda de 44 mil millones de dólares contraída por gobiernos anteriores.

El FMI además le prestará a Argentina cuatro mil 700 millones de dólares a cambio de que implemente reformas en materia de ajuste fiscal; aunque ese dinero se usará para pagar los intereses de la deuda.

Hay naciones que entran en ese bucle y el pago de los intereses consume una proporción cada vez mayor de las exportaciones de los países endeudados y no logran un saneamiento real.

Ni el FMI ni el Banco Mundial tienen claro cuántos países podrían enfrentar graves problemas de suspensión del pago de los intereses de la deuda en el próximo quinquenio. Pero temen que el escenario sea mucho peor que la crisis de la deuda de la década de 1980 y 1990.

El propio Haishan Fu, director del grupo de datos sobre el desarrollo del Banco Mundial, advierte que es necesario que los países tengan una mejor gestión de la deuda y de la sostenibilidad.

“El primer paso para evitar una crisis es tener una imagen clara del desafío. Y cuando surgen problemas los datos claros pueden guiar los esfuerzos de reestructuración de la deuda para que un país vuelva a encarrilarse hacia la estabilidad económica y el crecimiento. La transparencia de la deuda es la clave para un endeudamiento sostenible y unas prácticas crediticias responsables y con base en normas”, dijo el experto.

Doble problema

Si la deuda externa inquieta en los países de bajos ingresos, la deuda pública mundial lleva tiempo en el foco de los organismos internacionales, que centran su atención no solo en su evolución, sino también en la deuda oculta.

Los economistas Rhoda Weeks y Alissa Aschkroft explican que la deuda oculta está formada por empréstitos de los que el gobierno es responsable y no se informa ni a los ciudadanos ni a otros acreedores.

“Y si bien esta deuda, por su naturaleza, a menudo se mantiene fuera del balance oficial del gobierno, es muy real a tal punto que, según se estima, puede alcanzar un billón de dólares a nivel global”, indicaron.

En 2023 la deuda pública mundial superó los 91 billones de dólares, convirtiéndose en la mayor amenaza para los países endeudados y en un escenario de altas tasas de interés.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) habla ya de “un mundo de deuda” asfixiado por la deuda externa y los altos niveles de deuda pública, que se han quintuplicado desde 2000.

“En promedio los países africanos pagan cuatro veces más por préstamos que Estados Unidos y ocho veces más que las economías europeas más ricas; casi 40% del mundo en desarrollo tiene graves problemas de endeudamiento”, de acuerdo con la ONU.

António Guterres, titular del organismo, señala que esta disparidad en los tipos de interés destaca la desigualdad inherente al sistema financiero internacional, que pesa de manera desproporcionada sobre los países en desarrollo. “En la actualidad la mitad de las naciones en desarrollo destinan un mínimo de 7.4% de sus ingresos por exportaciones al servicio de la deuda pública externa. Resulta especialmente preocupante el rápido crecimiento de los pagos de intereses, que superan a otros gastos públicos. Es alarmante que algunos gobiernos se vean obligados a gastar más en el servicio de la deuda que en sectores críticos como el de salud o el de educación”.

La ONU indica que la creciente dependencia hacia los acreedores privados, que ofrecen una deuda más cara y vencimientos más cortos que las fuentes oficiales, también complica la reestructuración de la deuda de los países en desarrollo.

“En la actualidad los acreedores privados poseen 62% de la deuda pública externa, frente a 47% de hace una década. Sin embargo, no existe ningún mecanismo para abordar cómo reestructurar la deuda entre las distintas clases de acreedores”, señaló el organismo.

Ante estas circunstancias, la ONU pide urgentemente una reforma integral de la arquitectura financiera internacional, incluida la arquitectura de la deuda, para fomentar un sistema más inclusivo que permita a los países participar activamente en la gobernanza del sistema financiero internacional; y demanda la creación de un mecanismo de renegociación de la deuda ante el temor de que la falta de liquidez termine quebrando a varias economías.

En opinión de Guterres los países en desarrollo, especialmente los que tienen una elevada carga de deuda, necesitan más liquidez en tiempos de crisis. Entonces emerge un círculo vicioso: la falta de liquidez se compensa con más deuda.

Y el escenario recrudece con altas tasas de interés que elevan el costo del servicio de la deuda, aumentan las presiones fiscales y plantean riesgos para la estabilidad financiera.

El FMI señala que la sostenibilidad de la deuda depende de cuatro ingredientes clave: 1) Los saldos primarios; 2) El crecimiento real; 3) Las tasas de interés reales, y, 4) Los niveles de deuda.

En cuanto al aumento de los saldos primarios, el exceso de los ingresos públicos sobre los gastos excluidos, los pagos de intereses y el crecimiento ayudan a lograr la sostenibilidad de la deuda, mientras que el aumento de las tasas de interés y los niveles de deuda lo hacen más difícil.

Cabe recordar que durante más de una década a nivel mundial se tuvieron tasas de interés marginales, lo que permitió que las tasas de interés reales se mantuviesen por debajo de las tasas de crecimiento, hasta que la pandemia y luego el escenario bélico entre Rusia y Ucrania, con las restricciones y el precio de los energéticos y de otras materias primas subiendo, desataron una ola inflacionista y la respuesta de los bancos centrales llegó en forma de una política monetaria restrictiva con acelerados ajustes alcistas en las tasas de interés.

Eso solo significa tener una deuda cada vez más cara. Por ello el FMI, el Banco Mundial y la ONU llaman la atención de los gobiernos para llevar a cabo acciones de política económica, fiscal y monetaria que les ayuden a reducir dicho impacto.

No hay todavía indicios de cuándo los bancos centrales empezarán a bajar las tasas de interés. Hay expectativas favorables hacia una maniobra de reducción que quizá sea lenta y marginal.

Todo dependerá del desempeño del entorno geoeconómico y geopolítico. Recientemente Jerome Powell, titular de la Reserva Federal, comentó en un evento en la Universidad de Stanford que si la inflación sigue bajando en EU la Fed podría bajar sus tasas de referencia a finales de año y después de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.

Aquí en Europa también están a la espera de que el Banco Central Europeo, que dirige Christine Lagarde, anuncie una baja de tipos de interés en algún momento del año.

Habrá que estar pendientes de la evolución de los petroprecios y las materias primas, esencialmente de los granos y los cereales; y, por supuesto, del verano con el cambio climático para ver cómo incide en las cosechas y los cultivos.

Si se confirma que el ritmo de la inflación ya está bajo control, la reducción de los intereses llegará más pronto de lo previsto.

Países en la mira del FMI

De acuerdo con un estudio publicado por Reuters son varios los países con graves e inminentes problemas con sus niveles de endeudamiento.

Encabeza la lista Ucrania, que suspendió todos los pagos de su deuda el año pasado a raíz de la invasión rusa. Tendrá que reestructurar sus préstamos cuando la situación se estabilice, pero mientras tanto trata de asegurar decenas de miles de millones de dólares de financiación occidental para mantener el país en funcionamiento.

El primer ministro Denys Shmyhal renegocia con el FMI un programa plurianual de 15 mil millones de dólares; el gobierno de Kiev necesita cubrir un déficit presupuestario de 38 mil millones de dólares este año.

Otro país con problemas es Sri Lanka, que incumplió el pago de su deuda internacional por primera vez el año pasado; este país ha quedado muy afectado por la etapa de cierres de la pandemia.

El nuevo gobierno llegó a un acuerdo provisional con el FMI en septiembre pasado para un programa de apoyo de casi tres mil millones de dólares; además le debe a China, India y Japón.

En África, Zambia es el primer país africano que dejó de pagar su deuda durante la pandemia. Esta economía ha logrado reestructurar 13 mil millones de dólares de deuda, pero sigue sin dinero para pagarla.

También Líbano está en situación crítica. Se enfrenta a una crisis de gobierno indefinida y en abril del año pasado llegó a un acuerdo provisional con el FMI para un programa de apoyo de tres mil millones de dólares, pero aún necesita una serie de reformas económicas, incluidas importantes revisiones de sus sistemas bancario y cambiario, para que el dinero comience a llegarle.

También la economía de Egipto ha quedado muy golpeada por la pandemia. El gobierno de El Cairo obtuvo la aprobación del FMI para un nuevo paquete de apoyo de tres mil millones de dólares en diciembre.

En América Latina está El Salvador. La decisión del país centroamericano de convertir el Bitcoin en moneda de curso legal en septiembre de 2021 cerró parcialmente las puertas a cualquier posible financiación del FMI.