No será fácil que otro tenga su carisma, su humanidad, su chispa ni esas ocurrencias con las que solía granjearse a la gente en la primera impresión.
Aquí en El Vaticano hay una efervescencia por el próximo cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco y fluye alrededor de qué corriente terminará reimponiéndose para dirigir los destinos de la Iglesia católica, pero también asumir la jefatura del Estado Vaticano. ¿Será otro progresista ¿Llegará un moderado? ¿O quizás un conservador?
Mientras en los medios de comunicación de Italia los programas con analistas debaten en torno al legado histórico del Papa Francisco, cientos de miles de personas arribadas de todo el mundo continúan de luto mostrando sus respetos, con un trasiego que va desde la Basílica de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.
Son seis kilómetros de distancia que los grupos católicos acompañan con cánticos; a algunos se les ve con flores, a otros con velas. Todos quieren acercarse al nicho del Papa para rezarle. Muerto Jorge Mario Bergoglio nace ya la leyenda de Francisco.
Sacerdote de barrios marginales en Buenos Aires, Bergoglio jamás imaginó que llegaría a ser Pontífice; pero el voto de los cardenales terminaría rompiendo la tradición de ungir a un Papa europeo y finalmente fue elegido el 13 de marzo de 2013.
Ya se intuía que habría un revulsivo y quebró muchos moldes: jesuita, argentino, austero y con el carácter suficiente para cortar las manos de la corrupción que carcomía los presupuestos de la Santa Sede. Prueba de ello es que no protegió al círculo más cercano del Papa Benedicto XVI.
El primero en caer por malversación fue el cardenal italiano Angelo Becciu, juzgado y además sentenciado con una pena de cárcel de cinco años y seis meses; esa primera acción mandó una señal muy clara de lo que sería su pontificado.
Semillas
Del balcón para afuera el Papa Francisco era muy querido y muy popular, sobre todo entre los más pobres y desprotegidos; sin embargo, del balcón para adentro no todos lo apreciaban: “Le llamaban el Papa peronista”, cuenta un periodista de larga trayectoria en asuntos de El Vaticano.
La convocatoria del cónclave para elegir al nuevo papa, a partir del 7 de mayo, estará sin duda rodeada por esa mística, para bien y para mal. Tras la muerte de Francisco El Vaticano ha entrado en un periodo de sede vacante, con el Colegio Cardenalicio listo para reunirse y elegir al próximo Sumo Pontífice. Entre los principales contendientes, nombrados por los miembros de la prensa que cubren la Iglesia en Roma se encuentra el cardenal Luis Antonio Tagle, una figura prominente en el clero filipino y reconocido como una de las voces más influyentes de la Iglesia.
No obstante, los que criticaban al Sumo Pontífice ya etiquetan a Tagle como el “Francisco asiático” por sus similitudes pastorales y ese estilo bonachón y cercano con la gente.
Actualmente Tagle se desempeña como proprefecto del Dicasterio para la Evangelización, un cargo clave en la Curia Romana para la que fue nombrado en 2022; y cuenta con una amplia experiencia administrativa y pastoral: anteriormente dirigió la Arquidiócesis de Manila. También se desempeñó como presidente de Caritas Internationalis, la red mundial oficial de organizaciones caritativas católicas, de 2015 a 2022.
La RAI, la televisión pública de Italia, ha puesto sobre la mesa la discusión de si debería o no haber una línea de continuidad papal considerando que el gran punto fuerte de Francisco radicó en su acercamiento con las generaciones más jóvenes.
En sus doce años de papado sembró muchas semillas y, si bien no fue un pontificado tan largo como el del Papa Juan Pablo II que duró 27 años, no por ello ha sido menos fructífero: la era de Francisco ha tenido a los más jóvenes como eje rector.
En los días previos a su funeral del 26 de abril se colapsaron todos los accesos a la explanada de San Pedro con cientos y cientos de grupos católicos de parroquias de toda Italia que acudieron con sus adolescentes y muchachos a rendirle su agradecimiento al Papa. La Via della Conciliazione era una rúa llena de caras jóvenes.
Fumata blanca
Con la fecha ya anunciada para el cónclave a iniciar el 7 de mayo están convocados un total de 135 cardenales con una edad promedio de 70 años que podrán participar tanto para ser elegidos como para votar.
La mayoría de los medios de comunicación italianos, como Corriere Della Sera, La Stampa y La Reppublica dan por hecho que Pietro Parolin, de 75 años y nacido en la Vicenza, será el nuevo Pontífice.
Parolin tiene un espíritu mucho más moderado, explican desde Corriere Della Sera; posee una gran experiencia diplomática y administrativa; funge como secretario de Estado del Vaticano; y luego de la muerte del Papa Francisco es además el camarlengo y actual cabeza temporal de la Iglesia católica y de la jefatura del Estado Vaticano.
En México se le recuerda porque trabajó en la Nunciatura y ayudó a restablecer las relaciones diplomáticas con la Santa Sede el 21 de septiembre de 1992.
De acuerdo con información del Colegio de Cardenales, de 2002 a 2009 Parolin fue subsecretario de Estado para las Relaciones con los Estados: “Un cargo influyente pero discreto, en el que dirigió las relaciones con Vietnam, Corea del Norte, Israel y China. En 2009 fue ordenado obispo por Benedicto XVI y nombrado nuncio en Caracas; el Papa Francisco nombró a Parolin secretario de Estado en 2013, y en 2014 lo designó miembro de su Consejo de Cardenales interno para continuar con las reformas de la Iglesia”.
Parolin cuenta además con el apoyo de los diplomáticos seculares. No solo hay que elegir al representante de San Pedro para dirigir los destinos de la Iglesia sino que también será el encargado de llevar la jefatura del Estado Vaticano. Se trata de una especie de primer ministro con una influencia geopolítica.

En este sentido, posee muchos puntos a favor en comparación con los demás cardenales. En El Vaticano, fuentes consultadas apuntan lo siguiente: “Parolin ha utilizado sus habilidades diplomáticas y su creciente red de contactos en una amplia variedad de áreas, en particular en el desarme nuclear”.
Igualmente, es señalado por desempeñar un papel crucial en el restablecimiento del contacto directo entre la Santa Sede y Beijing en 2005, un logro muy elogiado por el propio Papa Francisco. Parolin es experto en asuntos relacionados con Oriente Medio y la situación geopolítica del continente asiático.
“Su enfoque decidido de las relaciones chino-vaticanas culminó en 2018 con un controvertido acuerdo provisional secreto sobre el nombramiento de obispos que ha sido renovado en 2020, 2022 y 2024”, apuntan las fuentes consultadas.
Al firmar un acuerdo provisional con Beijing, la Santa Sede señaló su creencia de que este acuerdo, por imperfecto que fuera, ayudaría a normalizar la situación de unos diez a doce millones de católicos en China. Si en algo concordaban el Papa Francisco y Parolin, como su secretario de Estado, fue en que el acercamiento con China no era un acuerdo político sino una necesidad pastoral.
El interés más amplio del Papa Francisco en Asia puede observarse a través del número de cardenales que nombró en Singapur, Mongolia, Timor Oriental, Corea del Sur, Hong Kong, Mongolia, Japón, Filipinas e India; este movimiento además ha repercutido en la transformación del Colegio Cardenalicio. Se trataría de un punto a favor para el cardenal filipino Tagle.
Hacer más misión en Asia era algo que obsesionaba al Papa, así como lograr mayor visibilidad en todo el mundo, rompiendo con ello la vieja tradición eurocéntrica. Así es que en el cónclave podrían verse dos corrientes: una, asiática, a favor de impulsar a Tagle; y otra, europea, con la intención de impulsar a Parolin.
Para sus críticos, el cardenal Parolin es un progresista modernista con una visión globalista, un pragmático que pondrá la ideología y las soluciones diplomáticas por encima de las duras verdades de la fe. Su punto bajo: no tiene popularidad hacia afuera, nunca ha ejercido de párroco, no tiene experiencia directa en el trato con los feligreses.
El fenómeno del vacío
La mayor preocupación entre los cardenales del cónclave es evitar un paréntesis de vacío: repetir la misma situación que aconteció con el Papa Benedicto XVI, quien asumió el papado luego de que Juan Pablo II dejó una profunda huella y fue muy querido entre los fieles. Benedicto quedó eclipsado por esa popularidad, que solo remarcó su falta de empatía y de carisma.
Con el Papa Francisco podría ocurrir lo mismo: cientos de fieles que se sabían arropados por sus políticas de puertas abiertas, sin excluir a nadie, podrían sentirse decepcionados o no incluidos si el cardenal que lo releva practica una línea más apegada a lo que dice la Biblia y sus encíclicas.
No va a ser fácil que, bajo este contexto, venga otro que no tenga su carisma ni su humanidad ni su chispa; ni esas ocurrencias con las que solía granjearse a la gente en la primera impresión. El que venga estará bajo una enorme presión y bajo la lupa de los feligreses y de las comparaciones.
Las cifras de su papado son además muy beneficiosas: desde el 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido Pontífice, hasta su deceso, el número de católicos aumentó en 137 mil personas; y según el Annuarium Statiscum Ecclesiae y el Anuario Pontificio de 2024 hubo un millón 390 mil personas bautizadas católicas en el mundo.
Además, ha sucedido un fenómeno interesante después de su entierro: la gente se ha lanzado a rezarle a su nicho en la Basílica de Santa María la Mayor y acude a llevarle flores y velas, como si fuese una peregrinación ya obligada; y en la calle continúan las muestras de afecto días después del entierro.
Simplemente es gente agradecida, principalmente muchachos. En el Metro Ottaviano-San Pietro, adentro en el vagón, un joven que se hacer llamar ELG Emanuel canta canciones de rap que narran el adiós de un hombre bueno que se preocupó por ayudar a todo el mundo: “Si quieres saber su nombre yo te lo digo, se llama Francisco, Francescus, y es el amigo de todos y lo vamos a echar de menos”. Sin lugar a dudas fueron doce años de arar en donde había que hacerlo. Requiescat in pace semper.
Rezos y geopolítica
La Santa Sede es uno de los doce Estados, y el único de Europa, que reconocen formalmente a Taiwán como un país independiente de China. En Taiwán hay siete diócesis y se estima que hay 300 mil católicos.
Para El Vaticano, Taiwán representa un lugar estratégico para que la Iglesia católica crezca en Asia, dada la afluencia de migrantes de Vietnam, Filipinas y otros países.
La extensión del acuerdo entre China y El Vaticano podría eventualmente influir en que la Santa Sede modifique su visión sobre el reconocimiento de Taiwán como Estado independiente. Cualquier movimiento hacia tener mayores relaciones formales con China tendría profundas repercusiones geopolíticas, no solo para la Iglesia en Asia sino también para la posición de la Santa Sede con otros países como Estados Unidos.
El nuevo papa tendrá que redefinir si continúa con la expansión de la Iglesia en Asia a través de un mayor acercamiento con China o vuelve a recuperar su visión eurocentrista.
En opinión de Óscar Garrido, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, el Papa Francisco ha sido piedra de escándalo en cada una de las acciones llevadas por él en materia de política exterior.
“Los acuerdos con Beijing han sido criticados por algunos católicos chinos; la buena sintonía con el régimen cubano o los esfuerzos por no romper puentes con Venezuela y Nicaragua han sido contestados por grupos de la oposición; tanto Rusia como Ucrania se han ofendido cuando han interpretado que las palabras del Papa favorecían al otro; y el acercamiento al Islam, la defensa de la lucha contra el cambio climático o el diálogo con la Agenda 2030 han sido objeto de incomprensión por grupos cerrados al diálogo”, indica este doctor en Paz.
Garrido remarca que si bien el acercamiento del Papa Francisco al principal líder suní y a un destacado líder chií puede considerarse en el presente como un hito en la historia de las relaciones entre el cristianismo y el Islam, todavía es pronto para saber si el acuerdo provisional con Beijing conseguirá la comunión efectiva entre los católicos chinos y la consolidación de un marco en el que puedan practicar su fe con libertad.