El presidente Donald Trump sigue presionando a Europa para que eleve su gasto militar y compre más armamento a Estados Unidos. A España, que ya dedica 2.1% de su Producto Interno Bruto (PIB) al gasto en defensa, quiere obligarla a subirlo a 5% o atenerse a las consecuencias de las sanciones.
Mientras la retórica del mandatario norteamericano pasa por la adquisición de nuevo armamento, al interior de Europa sus respectivos ejércitos viven una catarsis existencial. Ante el miedo a los planes expansionistas del presidente ruso, Vladimir Putin, los ejércitos europeos se enfrentan al dilema de reinstaurar el servicio militar obligatorio, mientras las tropas exigen mejores condiciones salariales.
En los últimos días Polonia presentó un innovador programa piloto para formar militarmente a 400 mil civiles en 2026; por su parte, Bélgica anunció que comenzará a reclutar voluntariamente a jóvenes de 17 años a los que pagará dos mil 200 euros mensuales como incentivo. Y en Alemania los partidos políticos discuten la reimposición obligatoria del servicio militar, mientras en Francia el presidente Emmanuel Macron por el momento elude entrar en un tema tan espinoso, porque el país galo abolió el servicio militar obligatorio en 2001.
Y en España su ejército vive una situación peculiar: sigue perdiendo reclutas y cada vez a menos personas les interesa formar parte de sus filas debido a las bajas condiciones salariales y los problemas que existen para reconocer los años de formación.
En estas circunstancias, ¿quién, ya sea en España o en Europa, querrá ingresar al Ejército? Así lo cuestiona Marco Antonio Gómez, presidente de la Asociación de Tropas y Marinería Española (ATME) del Ejército de España.
En entrevista exclusiva el militar español reflexiona sobre las presiones que ejerce Trump en materia de gasto en defensa: “España tiene compromisos firmados, como los demás miembros de la OTAN, y son equitativos para los países socios. Nosotros como militares no entramos en política, pero queremos ser muy claros: Trump quiere más gasto militar, pero los ejércitos de cualquier país, sus tropas, son el factor humano más importante. Sin ese factor humano, ¿quién manejará todo el material adquirido?”
Desafección
Gómez refiere que es alarmante que España no esté invirtiendo en su personal militar en un momento en el tiempo en que cada año miles de militares salen de las filas y no entran otros en la misma proporción.
—¿Por qué no ingresan en esa proporción?
—Porque entrar en las fuerzas militares no es atractivo; es una auténtica vergüenza que un soldado o marinero cobre mil 300 euros mensuales netos, que es lo que lleva para dar de comer a su familia. Entonces, partimos de la base de que no puede subsistir con ese ingreso.
También hay otros factores que destaca Gómez: “Si a eso le unimos la tasa de temporalidad tenemos que en nuestro ejército los soldados deben abandonar las fuerzas armadas a los 45 años y se van a la calle sin ninguna titulación, ni homologación por sus años de servicio. Entonces, tenemos que España se ha convertido en una fábrica de militares desempleados de larga duración sin cualificación profesional”.
Aunque en Europa no se discute abiertamente sobre el término desafección hacia las fuerzas armadas, Gómez cree que prima más el tema económico.
“Yo así lo veo: qué joven español va a invertir los mejores años de su vida, hablando laboralmente, para irse a la calle a los 45 años con lesiones que se producen durante los entrenamientos, como por ejemplo sucede con los paracaidistas, que entrenan durante 20 años y luego se quedan con lesiones de rodilla toda su vida”, refiere.
—En los últimos meses se observa que Alemania ya discute abiertamente la posibilidad de la vuelta al servicio militar obligatorio. ¿Qué opina al respecto?
—Lo que ha hecho Alemania es decirle a su población que a su Ejército le hacen falta 80 mil efectivos y la situación es que o la gente se interesa de manera voluntaria o terminarán haciendo un reclutamiento obligatorio. Pero, claro, hay que leer la letra pequeña y es que Alemania incrementa exponencialmente el salario de los militares y, además, adecua su carrera profesional para que sea muy atractiva.
Añade Gómez que es también una cuestión de cultura de defensa: “La mentalidad alemana es muy diferente a la española. En España no hay una cultura de defensa del propio país… Hay que lograr que los jóvenes se interesen por sus fuerzas armadas y que haya una conciencia militar de defensa”.
Y hay una diferente percepción de las amenazas, porque no solo Alemania, sino la mayoría de los países de Europa del Este, por su cercanía con Rusia, están revitalizando a sus propios ejércitos.
En España, subraya Gómez, hay la percepción de que se está muy lejos del conflicto. “Pero estamos muy equivocados”.
Alemania, tradicionalmente reacia a participar en una expansión militar agresiva, experimenta un cambio de paradigma. El canciller Friedrich Merz presiona para enmendar la Constitución alemana para facilitar el aumento del gasto militar, una medida que refleja la creciente preocupación alemana por la seguridad europea.
El Centro para el Análisis de Políticas Europeas (CEPA, por sus siglas en inglés) publicó un análisis de Tomi Huhtanen que destaca que a pesar del aumento de los presupuestos de defensa y la tecnología avanzada las naciones europeas clave, como Alemania y Reino Unido, luchan por reclutar y retener suficiente personal para satisfacer sus necesidades de defensa.
Huhtanen refiere que el declive de las fuerzas armadas de Europa presenta un desafío significativo. Alemania y Reino Unido no son los únicos que luchan por encontrar personal: países como Dinamarca, Irlanda y otros enfrentan tendencias similares, con una salida constante de personal militar que crea peligrosas brechas de capacidad.
“Las preocupaciones económicas, las expectativas cambiantes de equilibrio entre el trabajo y la vida; la vivienda militar inadecuada y las percepciones negativas sobre el servicio militar se encuentran entre las razones de peso”, indica.
Hay algunos estudios, como el del Pew Research Center, que destacan una barrera sicológica significativa en la preparación para la defensa de Europa: “Por ejemplo, en Reino Unido y España solo 32 y 33% de la población, respectivamente, afirman que estarían dispuestos a tomar las armas”.
Situación precaria
Prácticamente un soldado está en el escalafón más bajo de pagos: una persona que trabaje en un supermercado en España de media puede ganar entre mil 400 y mil 600 euros al mes.
Entonces, la situación es muy compleja para las fuerzas armadas en España, que están conformadas por 120 mil militares de todos los rangos. Gómez señala que hay falta de cabos, de suboficiales y de sargentos.
“La gente no quiere ser oficial, porque lleva arrastrando a su familia toda la vida y no le ayudan; hoy en día los tenientes coroneles, que son gente con más de 16 años de servicio, se están yendo a la calle para trabajar con Amazon o para empresas de seguridad que ven en los militares un personal cualificado que es además muy trabajador”, afirma.
—¿Con la situación actual habría capacidad de reacción?
—Hoy en día, con el número de efectivos que hay y la falta de material militar que tenemos, evidentemente las fuerzas armadas estamos en una complicada situación para responder.
El gobierno que preside Pedro Sánchez pretende ensanchar el ejército hasta los 200 mil efectivos e incrementar también el número de reservistas, pero hay poco interés de los jóvenes.
“Es natural que esto suceda. No hay forma de acreditar que un soldado ha sido cocinero, electricista, mecánico o ha realizado cualquier especialidad técnica. Así es que a los 45 años dejas las fuerzas armadas, te vas a la calle y en el Servicio Nacional de Empleo no figura ninguna experiencia laboral, no se tiene ninguna convalidación”, apunta.
Gómez señala que tanto el Ministerio de Defensa como el gobierno tienen que habilitar unas reincorporaciones efectivas para la vida civil y mejorar las condiciones laborales.
Con la invasión de Ucrania en camino de cumplir los cuatro años en febrero de 2026, mucho se discute en Bruselas sobre la posibilidad de crear un ejército europeo, que genera muchas dudas sobre su viabilidad.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, está empeñada en darle forma a este mando único sin responder todavía a las interrogantes de cómo serían las contribuciones económicas y militares de cada país miembro.
Algunos cuestionamientos giran en torno de que sería una OTAN, pero sin Canadá ni Estados Unidos, y que además significaría una doble aportación para defensa que terminaría presionando todavía más al PIB.
Preguntado al respecto, Gómez lo ve como una buena iniciativa que quizá logrará cristalizarse algún día: “A lo mejor en 50 años. Mala solución no es. El problema de base es que sea un organismo más administrativo… y creo que tienen que definirse muchas cosas. ¿Cuántos militares aporta cada país? O bien, ¿dónde estará el cuartel general? Así como ¿quién pagará por el desplazamiento de esos militares para que vivan cerca del cuartel general?”
Para Gómez el problema de fondo sigue siendo humano y habría que partir de dotar a ese ejército con buenos salarios y prestaciones para hacerlo atractivo.

