Más de 700 ejemplares, entre tigres, jaguares, antílopes, primates, aves y dos majestuosos elefantes, dejaron atrás el monte sinaloense.
Por las veredas de tierra seca en La Campana, al sur de Culiacán, una caravana inusual emprendió su viaje. No eran camiones de mudanza comunes, sino vehículos especialmente acondicionados para cargar la vida entera de un santuario.
Tigres, jaguares, antílopes, primates, aves y dos majestuosos elefantes asiáticos —Big Boy y Vireky— dejaron atrás el monte sinaloense para dirigirse hacia la costa de Mazatlán.
El Santuario Ostok, considerado el centro de rescate de fauna silvestre más importante del país, decidió cerrar sus puertas en esta ciudad capital. El anuncio fue tan contundente como emotivo: “No lo hacemos por cansancio, ni por hartazgo. Lo hacemos porque ya no hay condiciones para seguir en este lugar”, dijo Ernesto Zazueta Zazueta, presidente de Ostok, frente a su equipo y los medios de comunicación que acompañaron el primer traslado.
La decisión, explicó, se tomó tras evaluar durante meses las dificultades para garantizar la salud, alimentación y atención médica de los más de 700 animales que allí habitan.
“La situación se volvió insostenible”, agregó. El santuario enfrentaba bloqueos de caminos, retrasos en insumos y la ausencia de especialistas que ya no podían —o no querían, por motivos de seguridad— llegar a la zona.
Sin jaulas
Fundado en 2021, Ostok nació con una misión clara: rescatar, rehabilitar y, cuando es posible, reintegrar a su hábitat natural a animales víctimas del tráfico ilegal, el maltrato o el abandono.
Su modelo es atípico en México: no es un zoológico, no abre al público y privilegia el bienestar animal por encima de todo.
En apenas cuatro años ha logrado rescatar y atender a más de dos mil 700 ejemplares. Más de 50% ha vuelto a su entorno natural.
La historia del santuario comenzó con un solo elefante: Big Boy. Encadenado durante seis años en un circo, fue el primer rescate de Ostok. Su liberación marcó el inicio de una cruzada que hoy involucra cientos de vidas.
Pero los últimos tiempos fueron duros. “Vireky, la elefanta pareja de Big Boy, se lastimó una pata y no hubo especialista que quisiera venir a atenderla”, relató Zazueta.
Esa fue una de las señales más claras de que era momento de partir. “Este es el mayor traslado de fauna silvestre en la historia de México. Empezamos con 100 animales, pero en total serán más de 700 los que cambiarán de hogar”, dijo.
Agregó que los árboles sembrados en el antiguo Ostok, en Culiacán —amapas, ceibas, guanacastes—, seguirán siendo cuidados, así como todo el terreno.
“Nos costaron mucho esfuerzo. Aunque no haya animales, vamos a seguir regando los arbolitos. Este lugar fue nuestro primer hogar”, aseguró Zazueta con una mezcla de nostalgia y esperanza.
Felinos en espera
Indicó también que 14 felinos siguen atrapados en una especie de limbo burocrático. Son jaguares, tigres y leones que permanecen en el antiguo Ostok, en Culiacán, a la espera de un documento: la autorización oficial de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) para ser trasladados.
“La custodia ya la tenemos, pero Profepa no nos ha dado el destino final. Por eso no los podemos mover”.
Y mientras esa resolución no llegue, los 14 felinos más los que ya alojaba el santuario por el caso de la Fundación Black Jaguar-White Tiger (BJWT), permanecerán en La Campana, municipio de Culiacán, en medio de las malas condiciones que motivaron el cierre.
“Nosotros ya hicimos el trámite por contingencia, porque la ley lo permite en casos de riesgo. Pero con Profepa todo es más complicado. Hacemos un llamado para agilizar la situación de estos animales. No se van a quedar solos aquí”, advirtió Zazueta.
Destino: Mazatlán
El destino es tan inesperado como prometedor: Mazatlán. Ahí, en las afueras del puerto, un nuevo espacio comenzó a tomar forma: Bioparque El Encanto, un proyecto ecoturístico y sustentable de 300 hectáreas. De estas, 50 las donó el arquitecto Raúl Ricardo Villavicencio exclusivamente para alojar al santuario.
“Cuando Ernesto me contó lo difícil que era continuar en Culiacán supe que debía ayudar. Esta era la oportunidad de hacer algo significativo”, expresó Villavicencio, CEO de El Encanto Desarrollos.
La unión entre Zazueta y Villavicencio no solo fue estratégica sino profundamente simbólica. Mientras uno ofrecía experiencia en el rescate y manejo de fauna silvestre, el otro ponía a disposición tierra, infraestructura y visión.
“Aquí seguirán rescatando, conservando, educando y capacitando. Todo el equipo se traslada: cuidadores, veterinarios, personal técnico. No se trata solo de mudar animales, sino de trasladar una filosofía entera”, señaló Villavicencio a Vértigo.
Logística sin precedentes
Uno de los grupos de animales llegó tras un trayecto de casi cinco horas. El operativo fue complejo. “Vireky, la elefanta, no quería entrar al contenedor. Pero sus entrenadores lograron convencerla con paciencia y cariño. Finalmente, subió por sí sola”, recordó Zazueta con alivio.
Cada especie requirió cuidados distintos: cajas reforzadas para felinos, ventilación extra para aves, plataformas hidráulicas para los elefantes.
En el camino médicos veterinarios, además del equipo, cuidaron aspectos que fueron desde la temperatura de los vehículos hasta los horarios de alimentación para evitar estrés.
Una vez en Mazatlán los animales fueron recibidos por un equipo de 14 especialistas, entre ellos veterinarios nacionales y estadunidenses.
“Es un cambio fuerte. Los animales no entienden qué está pasando. Algunos mostraron signos de estrés, pero estamos atentos, monitoreando su adaptación”, explicó la doctora Mari Palma, de la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de la República Mexicana (AZCARM).
El estrés fue uno de los principales factores observados durante el trayecto. “Era de esperarse: mucho ruido, mucha gente. Hubo un par de animales cuya temperatura subió, pero logramos controlarlo”, agregó Palma.
Los felinos fueron de los que más atención requirieron, especialmente por las condiciones de calor y el tipo de cajas de transporte.
“Los elefantes están en excelentes condiciones. Fue complejo por el tamaño y el confinamiento, pero están bien”, aseguró Palma.
Las nuevas instalaciones, aunque provisionales, han sido diseñadas respetando las necesidades particulares de cada especie. La zona es de selva baja caducifolia, muy similar al entorno de La Campana. Además, “el terreno cuenta con lomeríos naturales que ofrecen refugio ante fenómenos climatológicos y se están construyendo diques para captar agua de lluvia, como parte de un proyecto 100% sustentable”, indicó Villavicencio.
Bioparque El Encanto abrirá sus puertas al público en diciembre de 2025, pero Ostok mantendrá su carácter de santuario. No habrá exhibición de animales; su función seguirá siendo rescatar, rehabilitar y —cuando sea posible— liberar. “El objetivo no cambia. Seguimos siendo una asociación sin fines de lucro”, subrayó Zazueta.
Más allá del traslado
A la par del traslado, Ostok trabaja con la Cámara de Diputados en una iniciativa para profesionalizar la administración de los zoológicos públicos. “No se trata solo de rescatar animales, sino de transformar la forma en que México protege a su fauna”, dijo. La propuesta busca estandarizar cuidados, crear protocolos éticos de manejo animal y cerrar el paso a los criaderos ilegales disfrazados de parques.
Mientras tanto, en Mazatlán, los nuevos recintos comienzan a llenarse de sonidos y presencias que antes parecían imposibles de imaginar en un entorno tan cercano al mar. Leones y tigres que se adaptan al canto de las chachalacas, elefantes que descubren nuevos aromas y cuidadores que reanudan sus rutinas con el mismo compromiso de siempre.
Más allá del esfuerzo logístico —y de los obstáculos burocráticos que aún deben sortear—, este movimiento encarna algo más profundo: la reafirmación de un ideal. “Los sueños no se rompen, se pautan”, dijo Zazueta antes de iniciar el traslado. Y este nuevo ciclo en Mazatlán es, sin duda, una nueva pauta en la historia de Ostok.
Desde Bioparque El Encanto el santuario seguirá siendo un faro de esperanza para los que no tienen voz. Porque, como bien dijo Villavicencio, “esta es una causa de seguridad, de paz, de vida. Y me honra formar parte de ella”.