En los últimos años México ha experimentado una fuerte masificación en el acceso y participación al sistema de educación superior. El gobierno y la iniciativa privada, a través de diferentes políticas y programas, luchan día con día para lograr la equidad en los servicios educativos. Sin embargo, las personas que viven con alguna discapacidad todavía no son tomadas en cuenta en dichas estrategias.
La falta de accesibilidad en calles, transporte público, escuelas, centros de salud e instituciones públicas vulnera sus derechos y representa, ante los estándares internacionales, un acto de discriminación.
Ante esta realidad las universidades deberán crear y diseñar espacios que reconozcan las diferencias de sus estudiantes, académicos y administrativos, para con ello responder a los desafíos y necesidades de nuestra sociedad actual.
En el mundo
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que entre 110 y 190 millones de personas en el mundo tienen grandes dificultades para vivir normalmente y que la proporción va en aumento debido al envejecimiento y el incremento de las enfermedades crónicas.
Mientras, la Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que representan alrededor de 15% de la población mundial y se enfrentan a múltiples barreras para participar activamente dentro de la sociedad.
Esos obstáculos pueden tomar distintas formas, según estipula la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que van desde la falta de acceso a espacios públicos hasta carencia de políticas públicas, invisibilidad en códigos penales y actitudes discriminatorias por parte de la sociedad y las instituciones.
El resultado: desigualdad en el acceso a servicios sociales e incumplimiento de derechos humanos como empleo, salud, transporte, justicia y participación política.
Sin embargo, es el inacceso a la educación profesional lo que más genera ciclos de vulnerabilidad social difíciles de romper.
Las responsabilidades de los Estados se basan en la promoción del acceso a los servicios generales y en la inversión de programas específicos que ayuden a mejorar la formación, pero sobre todo aumenten la conciencia pública y la comprensión de discapacidades.
Accesibilidad
El último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) registró que 5.1% de la población mexicana tiene alguna discapacidad; es decir, cinco millones 739 mil 270 personas que, como todos los mexicanos, tienen deseos de superarse y lograr una vida digna a través de la igualdad de oportunidades.
De acuerdo con organismos defensores de los derechos humanos, las necesidades más relevantes para este grupo social son la falta de programas de capacitación y desarrollo profesional, así como la adecuación de la infraestructura para el acceso al ámbito laboral y educativo.
La asociación civil Libre Acceso considera como punto clave de acción en México el lograr la accesibilidad.
La licenciada Laura Bermejo, consejera de dicho organismo, comenta: “Es lo más básico para poder hacer cumplir los demás derechos, el entrar a un inmueble, tomar un servicio o transportarse”.
En materia educativa, la inclusión y accesibilidad es muy difícil, denuncia el acreedor al Premio Nacional de Derechos Humanos 2011, Federico Fleischmann.
Y no solo el acceso físico, es decir a las aulas, sino a la educación en sí, acota: “Para las personas débiles visuales o auditivas, el acceso a la comunicación va de la mano con la educación y este es prácticamente nulo”.
Los mexicanos “hemos pecado de anteponer lo urgente a lo importante y hemos atendido con prontitud, esfuerzo y recursos otros problemas, pero no lo suficiente en cuanto a la desigualdad social”, añade.
Y no únicamente en términos económicos, sino en el sentido de que una persona con discapacidad no tiene los mismos derechos que tiene el resto de las personas: “No tiene acceso al entorno educativo, laboral y, en general, al social. Y es algo que tenemos que corregir urgentemente, porque es una postura injusta hacia estas minorías”.
Educación inclusiva
Los expertos exigen una educación superior inclusiva, lo cual representa un proceso orientado a proporcionar una respuesta adecuada a la heterogeneidad de características y necesidades educativo-formativas de los alumnos.
Aldo Ocampo González, en el artículo Inclusión de estudiantes en situación de discapacidad a la educación superior. Desafíos y oportunidades expone que más allá del acceso a las universidades debe abogarse por el fortalecimiento de los mecanismos de ingreso y retención de estos jóvenes.
Y a la par, a nivel gubernamental, deben vencerse los obstáculos en materia educativa que existen desde los primeros años de estudio.
Por otro lado, Ocampo argumenta que no solo requerimos del reconocimiento de las barreras a la inclusión sino que también debe estimularse el pensamiento proactivo en las universidades, para que ellas mismas articulen acciones, programas y políticas que satisfagan con pertinencia cultural y situacional las necesidades de aprendizaje en el acceso y participación de todos y cada uno de sus estudiantes.
Relación triangular
Los especialistas hacen hincapié en lograr la inclusión desde un modelo de los derechos humanos y abordar el tema de la discapacidad desde la formación de los estudiantes, en la difusión y atención de la sociedad y, en el caso de las universidades, en el fomento a la investigación.
En el caso de la UNAM, por ejemplo, la investigadora Cecilia Facio comenta que el primer eslabón es la sensibilización, para con ello lograr los primeros cambios en la infraestructura y, posteriormente, derribar barreras en materia de aprendizaje.
“Debemos partir de la idea de que todos aprendemos de maneras distintas y si encima de eso tenemos alguna discapacidad, entonces se requieren otras dinámicas de enseñanza”, acota.
Por su parte, Ocampo expone que no podemos dejar de lado la necesidad de reconocer una relación tripartita entre la discapacidad, la educación superior inclusiva y una política institucional, con el fin de crear marcos y lineamientos que garanticen buenos resultados.
Fleischmann, quien vive con discapacidad motriz por secuela de poliomielitis, concluye: “Lo que verdaderamente necesitamos es trabajar y bastarnos por nosotros mismos. No es suficiente para nosotros la ayuda espontánea y pasajera: requerimos de igualdad de condiciones y oportunidades de educación y empleo para que nosotros mismos podamos salir adelante. Y esto no hemos logrado que la sociedad lo comprenda plenamente”.
Cuando esto se logre, dice, “tendremos un México más incluyente y mejor, desde la perspectiva social”.