Una propuesta de candidatura conjunta entre la ciudad mexicana de Tijuana, Baja California, y la estadunidense de San Diego, California, para organizar y alojar las Olimpiadas de 2024, sin duda alguna puede ser el detonante del proyecto establecido entre ambas entidades para crear una Mega Región Binacional.
Si bien se trata de un área que presenta aún deficiencias en seguridad e infraestructura, sobre todo, la realización de una justa olímpica daría el impulso a una provechosa zona económica, cultural y social.
Simbiosis
San Diego es una de las ciudades a la delantera en biomedicina y alta tecnología, mientras que Tijuana tiene una adelantada industria manufacturera.
El lado mexicano cuenta, además, con una mano de obra más barata y 600 mil metros cuadrados en naves industriales que son un aliciente para que las compañías estadunidenses instalen sus fábricas allí.
La cooperación Tijuana-San Diego, sin embargo, puede establecer un nuevo esquema de cooperación entre México y Estados Unidos, como señala la doctora Iliana Rodríguez Santibáñez, profesora-investigadora del Departamento de Estudios Jurídicos y Sociales del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México.
—¿Qué efecto económico, social y/o cultural tendría consolidar esa sede olímpica binacional en el área?
—El modelo Tijuana-San Diego nos muestra cómo la globalización está llegando a un agotamiento y resurgen los regionalismos. Es decir, la conformación de franjas por cercanía vecinal de diferentes entidades. Eso, sin duda, es muy positivo en el ámbito internacional y toma también como modelo, hay que decirlo, el derecho comunitario, que es el que se puede observar en la propia Unión Europea, en la consolidación de ciencias comunitarias entre un país vecino del otro.
Esa alianza, añade la especialista, “es una buena señal para México, aunque sea para la candidatura de los Juegos Olímpicos y no se haya todavía ganado esa aspiración, porque no solo se va a observar en el ramo del incentivo económico y la activación de las cadenas productivas y económicas de un lado y del otro, sino que también manda una señal positiva en una frontera azotada por el crimen organizado, una frontera conflictiva en sí misma por los flujos migratorios de carácter ilegal y todo lo que conlleva una zona fronteriza, entre cosas positivas y negativas de la propia relación”.
Se trata, pues, de “una señal significativa de alianza, que puede llegar a consolidarse en el futuro; incluso mediante uniones aduaneras u otro tipo de medidas acordes a la integración económica, que favorezcan de manera permanente a la frontera de un lado y del otro. Me parece que es una intención bastante sana en medio de un panorama caótico de relación bilateral con Estados Unidos, principalmente a causa del crimen organizado”.
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