Por Guillermo Deloya
El 25 de mayo de 2015 el abogado y diplomático uruguayo Luis Almagro asumió la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA): desde entonces busca llevar al organismo al primer plano de la región y, lejos de mantener una postura pasiva, ha hecho de la defensa de los principios democráticos y de los derechos humanos su principal bandera, sin rehuirle a las crisis continentales.
A fin de dar continuidad a su proyecto panamericano Almagro buscará su reelección en marzo venidero.
En entrevista con Vértigo el funcionario hace ahora un balance de sus casi cinco años de gestión y advierte respecto de los riesgos que enfrenta la democracia en el hemisferio.
—Antes la Organización de Estados Americanos tenía una función casi testimonial, pero usted la ha llevado a una situación de entidad protagónica. ¿Cuál es su perspectiva sobre los cambios recientes en la OEA?
—Prácticamente no tengo margen de postura personal: lo que hacemos es cumplir con nuestro trabajo. Asumimos los principios y los instrumentos jurídicos de la organización e implementamos las acciones en función de los mecanismos que tenemos disponibles. Nuestro trabajo se centra en tener una proximidad con principios y valores fundamentales, como son la democracia y los derechos humanos.
Lo que hace y ha hecho relevante a la OEA, dice Almagro, “han sido estos principios y valores. Además, los mecanismos que tiene para su actuar no son solamente declarativos. La Organización de Estados Americanos, el Sistema Interamericano, en su integralidad, con sus otros componentes, incluyendo al TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), tienen marcado un perfil de acción en la toma y ejecución de sus decisiones. En muchos casos hemos aportado acciones positivas y estabilizadoras que garantizan mejores condiciones de gobernabilidad; en otros casos hemos tenido que salir a defender los derechos civiles y políticos de la gente. Ese es nuestro compromiso fundamental”.
Dictadura vs. democracia
—Precisamente su trabajo se distingue por ese grado de legalidad y objetividad. Ante una realidad cambiante ¿se podría decir que la democracia panamericana enfrenta riesgos?
—Sí, hoy los riesgos son quizá más fuertes. Los que tuvimos hace cinco, diez, 15 años eran riesgos importantes también y en algunos casos han sido muy difíciles de revertir. Teníamos un continente donde aparentemente todos los gobiernos funcionaban adecuadamente; donde todos los sistemas democráticos tenían sus mejores lógicas y dinámicas de actuación; pero mientras tanto había procesos de cooptación de poderes judiciales, de bloqueo de la actividad legislativa y los peores casos de corrupción que conoce la historia. En estos cinco años esto se ha revertido considerablemente. Se ha atacado a la corrupción con más determinación. La cantidad de políticos procesados, incluyendo a ex presidentes investigados, sentenciados, es mucho más alta que nunca en la historia del continente, lo cual quiere decir que estamos yendo por el camino correcto.
Ahora bien, indica el secretario general de la OEA, “hoy tenemos un par de dictaduras decididas a jugar fuerte; y ese es uno de los problemas principales que enfrentamos. La dictadura cubana, por ejemplo, que durante mucho tiempo estuvo silente aunque no inactiva, ahora promueve acciones de desestabilización. Han decidido poner algunos sistemas en riesgo. Y ese es uno de los temas que requieren especial cuidado. Hoy lo prioritario es defender a las democracias, fortalecerlas, que las instituciones hagan más fuertes estos procesos y reafirmar la vigencia de la Constitución y del Estado de Derecho. Eso es esencial, también, como primer método para la defensa de los derechos humanos: donde hay dictaduras no hay defensa de derechos humanos. La defensa de la democracia es la mejor manera de defender los derechos humanos. No se deben permitir excesos y la defensa de las democracias es algo que hoy se ha puesto a prueba”.
—Me parece muy bien. Y además creo que hay casos en los cuales se debe hacer hincapié porque son representativos de lo que ocurre en Latinoamérica. Sin embargo, algunos actores internacionales tienen la idea o sugieren quitar a Venezuela del centro de la mesa, a pesar de que ahí se vive una situación verdaderamente grave…
—Es imposible quitar la principal crisis humanitaria y migratoria que ha habido en la historia del hemisferio del centro de la agenda. No podemos bajar de la mesa la peor crisis institucional y de violaciones sistémicas de derechos humanos. Si la OEA se aleja de los principales problemas del hemisferio, entonces la OEA va a estar en problemas. Insisto: tomamos acciones muy contundentes. La declaratoria sobre la restauración del orden constitucional de Venezuela fue una resolución de abril de 2017. La resolución de la ilegitimidad del gobierno de Maduro no es retórica, como tampoco lo es la aceptación de Juan Guaidó por gran parte de los países de la organización. En Bolivia tampoco hemos sido retóricos. En todos los casos siempre hemos ido a la acción y siempre hemos dado resultados concretos.
—Usted habla de una OEA actual y vigilante, atenta a los intereses venezolanos y cubanos que transgreden algunas fronteras y probablemente pueden tener influencia sobre otros brotes que desafortunadamente implican violencia social, como es el caso de Chile.
—Sí. Y los casos de Ecuador y Colombia. Debemos tener cuidado porque hay gente induciendo a la violencia desde estos países. Nuestras democracias han tenido que enfrentar estos mecanismos desestabilizadores con certeza y con firmeza. Lo más importante es dar seguridad a sus ciudadanos en estos contextos. Creo que definitivamente se ha ido por el camino correcto y nuestros sistemas democráticos están en capacidad de dar los mejores resultados en este sentido.
México
—Quisiera hablar del caso mexicano, cuyo gobierno combate de manera férrea a la corrupción, como parte de lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador llama la Cuarta Transformación, pero a la vez genera una impresión un tanto autoritaria en una parte de la comunidad internacional. ¿Cómo considera a México? ¿Le parecería que se encuentra moviéndose hacia un aislamiento de la parte democrática panamericana?
—No he estudiado a profundidad el caso mexicano. Hemos recibido denuncias en la oficina de la OEA en México y se han hecho tanteos sobre diversos temas institucionales. Respecto del posicionamiento internacional de México, uno definitivamente no puede ni debe decir nada; y desde la organización menos todavía: cada país tiene derecho a tomar los posicionamientos internacionales que le corresponden. En lo fundamental, queremos que los países sean consecuentes con los principios democráticos y la defensa a los derechos humanos. Obviamente, esperamos eso de México y estamos dispuestos a trabajar para que eso ocurra.
La promoción de defensa de los derechos humanos, indica Luis Almagro, “es un valor esencial en la Constitución mexicana. En Venezuela hemos visto un proceso gradual de erosión institucional. Durante los 18 años del chavismo vimos su deterioro y en consecuencia hoy no cuentan con instituciones capaces de resolver los problemas de su gente en cuestiones tan elementales como alimentación, educación y salud. La erosión institucional es una señal de alerta”.
—Un caso muy polémico y que dividió la opinión de los mexicanos tuvo que ver con el asilo político que se le concedió a Evo Morales. El gobierno de la Cuarta Transformación ha tenido por estandarte la lucha contra los fraudes electorales, pero recibió a un mandatario implicado por la propia OEA en un proceso fraudulento…
-—Sí, usted tiene razón, pero analicemos la situación en su conjunto. Es cierto que hubo un fraude electoral; es cierto que de ese fraude electoral intentó beneficiarse directamente Evo Morales; es cierto que tiene responsabilidades políticas muy duras; es cierto que esas responsabilidades políticas también pueden ser responsabilidades de derecho penal en función de esa situación… Pero es cierto también que era importante que Morales saliera en ese momento de Bolivia: para la estabilidad y el bien de los bolivianos. En este sentido la contribución de México fue positiva. Sirvió para que las negociaciones entre el MAS (Movimiento Al Socialismo) y el gobierno de transición tuvieran más contenido institucional.
El secretario general de la OEA considera, sin embargo que “no es positivo, en cambio, que Evo Morales utilice los instrumentos de protección que ha tenido en este tiempo, como son el asilo o el refugio, para hacer campaña política; eso no le hace bien a su país. Durante su gestión Morales tuvo muchos aciertos, pero también muchísimos errores en temas de derechos humanos y políticos. Todos hemos actuado de buena fe con respecto de él y es tiempo de que él actúe en el mismo sentido ante el nuevo proceso que vive Bolivia”.
—¿Qué tipo de liderazgo se espera de México en este caso? Finalmente, es una situación donde hay presiones de muchos tipos.
—Primero, los esfuerzos de México para tener las mejores relaciones bilaterales con todos los países del hemisferio son algo muy positivo. En el plano multilateral, al igual que la OEA, entre más cerca esté de los principios y valores de la democracia más fuerte será su presencia. Si México se contrae de la defensa de esos principios, que esperemos que no lo haga, enviaría señales negativas y perdería relevancia. Nuestra recomendación es que los países asuman estos principios como si fueran propios, porque esencialmente pertenecen a los pueblos y son la sustancia del trabajo del sistema interamericano.
Retos hacia el futuro
—Usted le ha dado a la OEA un papel protagónico. De cara al proceso de elección de la dirigencia en marzo de 2020 ¿ve factible su reelección? ¿Qué perspectiva está en el panorama? ¿A qué se debe dar continuidad?
—Mire, el trabajo de la organización es muy dinámico. No hay dos casos iguales: siempre hay especificidades. Siempre hay condiciones políticas, sociales, económicas, culturales, que hacen cada situación diferente y que demandan soluciones específicas. Lo esencial de nuestro trabajo es conseguir que la OEA siga pegada a los principios del sistema interamericano: democracia, derechos humanos, seguridad, desarrollo, son pilares fundamentales y tienen incidencia directa sobre la vida de la gente. Cuando defendemos estos postulados no estamos defendiendo entelequias abstractas: estamos defendiendo cosas que hacen una gran diferencia en la vida del pueblo.
Por eso, añade Almagro, “seguiremos trabajando con los mecanismos y la institucionalidad del sistema interamericano. No nos vamos a esconder de los problemas. La OEA se ha implicado en los grandes temas de la agenda política. Muchos han querido empujarnos al fracaso, pero nosotros siempre hemos colocado a la organización en el punto más fuerte de la agenda y lo vamos a seguir haciendo. En la OEA anterior nuestro candidato era jefe de gabinete y no asumía los retos continentales. Eso no era útil para la gente”.
—Por el bien de toda la región esperamos esa continuidad, pero sobre todo esperamos ese apego a los derechos y a la defensa de la democracia por parte de la propia organización. Y como colofón, ¿cuál es el futuro inmediato de Luis Almagro?
—El futuro inmediato de Luis Almagro es cada día trabajar en función de estos principios. Uno tiene que revalidarse y relegitimarse cada día. En la política los logros no sirven cuando se cometen grandes errores. El objetivo final es colaborar en la construcción de democracias cada vez más fuertes. Y eso es lo que asumimos en el futuro inmediato. En la política, aparte de la defensa de los principios y valores de los que hablamos, es importante asumir que somos servidores públicos. En definitiva, estamos para que la gente viva mejor y para que tenga más derechos. Gracias a que hemos asumido estos compromisos en la organización hoy hay pueblos que viven mejor y que tienen más esperanzas de recuperar la democracia. Desde luego nos quedan desafíos grandes; tenemos un hemisferio desigual y violento. Los latinoamericanos nos matamos más que ninguna otra región del mundo. Aquí se comete prácticamente 38% de los homicidios a nivel mundial y no tenemos ni remotamente la tercera parte de la población global. O sea que son problemas estructurales que debemos resolver. Pero esos problemas estructurales se resuelven con democracia y con instituciones fuertes.