Luego de permanecer durante meses a la expectativa del desarrollo de la situación en Siria, las naciones de Oriente Medio ven ahora con preocupación la posibilidad de que el conflicto armado se extienda por la región, luego de que ese país sufrió un bombardeo nocturno contra un presunto arsenal de misiles destinados a los enemigos de otro.
Y es que Siria, que enfrenta una guerra civil desde hace más de dos años, durante décadas ha servido de enlace para que el grupo paramilitar Hezbolá, ubicado en Líbano, reciba armas procedentes de Irán, que utiliza luego en su confrontación con Israel.
Una de las grandes preocupaciones de Israel es que en la confusión de la guerra en Siria, y ante la creciente desestabilización del régimen del presidente de ese país, Bashar al-Assad, armas de mayor poder puedan caer en manos de la milicia libanesa: ese armamento podría cambiar las reglas del juego, al modificar el equilibrio de fuerzas militares entre las partes.
Por ello, argumentando razones de autodefensa, el Estado israelí lanzó dos ataques contra Damasco, la capital siria. ¿El objetivo? Un supuesto arsenal de misiles iraníes cuyo destino era Líbano, donde serían entregados a la milicia chiita del Hezbolá.
Los acontecimientos que han llevado a Israel a intervenir se aceleraron en solo unas cuantas semanas.
“Este ataque ha elevado la tensión en una ya de por sí complicada zona geopolítica”, advierte el profesor Dejan Mihailovic, del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey campus Estado de México.
Hay, dice el especialista, tres elementos principales en juego: “El primero es la guerra civil en Siria, una confrontación directa entre el régimen actual de Bashar al-Assad y los rebeldes, que es un capítulo que se arrastra desde hace más de dos años, como producto del fenómeno mundialmente conocido como la Primavera Árabe”
El segundo factor, añade, es “el conflicto entre el Estado de Israel y la causa palestina. Y el tercero, un panorama regional un poco más complicado, donde tenemos países vecinos involucrados, algunos de ellos, en una competencia para obtener el estatus de potencia o semipotencia regional, que asuma el liderazgo del mundo árabe. Estoy haciendo referencia a Irán, Turquía y, en menor medida, Arabia Saudita y Egipto”.
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