Histórico retiro de un pontífice

Es el primero que dimite desde la Edad Media, hace más de 500 años, justo en un período de importantes cambios en la Iglesia católica.

Papa Benedicto XVI
Foto: AP
Redacción
Política
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Por: Arturo Moncada
amoncadal@revistavertigo.com

El papa Benedicto XVI cumplirá 86 años el próximo 16 de abril y, apesadumbrado por su edad, pero sobre todo por su estado de salud, el pontífice anunció una decisión histórica: su renuncia al pontificado, que quedará vacante a partir del 28 de febrero, cuando volverá a ser Joseph Ratzinger.

Benedicto XVI comunicó su decisión ante el Consistorio, que se reunió el domingo pasado para fijar la fecha de 3 canonizaciones, al señalar que “en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario vigor tanto del cuerpo como del espíritu; vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma, que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.

De hecho, en 2005, a los 78 años, Benedicto XVI era ya el pontífice de mayor edad elegido en casi tres siglos. En fechas recientes se ha hecho notoria su pérdida de fuerzas: se traslada al altar en la Basílica de San Pedro en una plataforma móvil, para ahorrarle el esfuerzo de recorrer los 100 metros de camino.

El Vaticano hizo hincapié en que ninguna enfermedad específica llevó a que Benedicto tomara esta decisión, que lo convierte en el primer obispo de Roma que renuncia en más de 500 años.

El Papa mismo ha reconocido que sufrió un embolismo hemorrágico en 1991, que le afectó temporalmente la vista; pero posteriormente se recuperó por completo. Benedicto XVI sufre desde hace años problemas cardiacos, por lo cual no puede viajar a ciudades particularmente altas, y había disminuido su apretada agenda de trabajo y compromisos públicos.

De lo que no queda duda es que la renuncia del alemán Joseph Ratzinger al papado tomó a todos por sorpresa y rompió una tradición multisecular de la Iglesia católica: a lo largo de toda su historia, se cuentan con los dedos de la mano ejemplos similares, pues de 265 papas que ha tenido sólo ha habido cuatro dimisiones antes de esta.

Renuncia

La decisión de Benedicto XVI, sin embargo, no carece de base jurídica. El Código de Derecho Canónico, promulgado por Juan Pablo II en 1983, prevé la posibilidad de que un Papa dimita.

El capítulo 1 de la sección primera, de la II Parte de la Constitución jerárquica de la Iglesia, canon 323, apartado dos, señala: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”.


En otras palabras, el Papa puede tomar la decisión soberana de abandonar, cansado de llevar sobre los hombros la pesada carga de la institución.

Resulta curioso que el Papa que decretó la posibilidad de dejar el cargo, el polaco Karol Wojtyla, haya sido el que se ha mantenido aferrado a él de manera más prolongada en la historia: pese a las secuelas del atentado de 1982, que dañó seriamente su salud, y el terrible desgaste por el mal de Parkinson que sufría, Juan Pablo II se mantuvo firme pese a los rumores que anunciaban, un día sí y otro también, su “inminente” dimisión.

Semblanza

Ubicado en la región de Baviera, Marktl es un pueblo destacado en el mundo por ser la tierra natal de Joseph Ratzinger.

Muy cercano a Munich, Marktl es conocido también como la tierra Benedicto. Es quizás esa la razón por la que Ratzinger adoptó el nombre de Benedicto al ser elegido Sumo Pontífice el 19 de abril de 2005.

La compleja personalidad de Ratzinger fue marcada desde su juventud por el rigor de la II Guerra Mundial. Tercer hijo de Joseph y María, Ratzinger nació el 16 de abril de 1927. Su padre era comisario de gendarmería y ferviente católico. En 1939, año en que estalló la guerra, el joven ingresó en el seminario menor en Traunstein, iniciando su carrera eclesiástica.

A pesar de que siempre se opuso al régimen de Hitler y a la guerra, a los 14 años tuvo que alistarse en las Juventudes Hitlerianas, como casi todos los varones adolescentes alemanes bajo ese régimen. Ratzinger ha tratado de esconder esta militancia. Fue llamado después a filas y destacado en una batería antiaérea en Munich. Afirma que nunca disparó un tiro. Desertó en 1945 y pasó por una prisión estadunidense durante unas semanas.

Cuando llegó la paz, Ratzinger estudió primero Filosofía en Freising y luego Teología en Munich. En la capital de Baviera, centro del catolicismo alemán, terminó su tesis doctoral sobre San Agustín, quedando muy influido por el pesimismo de las últimas obras del filósofo.

El 29 de junio de 1951 fue ordenado sacerdote junto con su hermano Georg, en Freising. Entre 1969 y 1977 fue profesor en la Universidad de Ratisbona, y el 25 de marzo de ese año fue designado arzobispo de Munich y Freising.

El 27 de junio de 1977 fue ordenado cardenal por el papa Pablo VI. En noviembre de 1981 fue elegido prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Juan Pablo II.

De su trayectoria por la vida religiosa sus allegados destacan su rigor teológico, su brillantez intelectual y su importante papel en el Vaticano como ferviente defensor de la ortodoxia de la fe.

Pontificado

Al iniciar su gestión, Benedicto XVI estableció metas claras y ambiciosas para su Pontificado. Entre ellas destacan: reevangelizar un Occidente cada vez más laico; establecer que la fe religiosa y la razón son capaces de coexistir en el mundo moderno; alcanzar a los conservadores que se habían separado de la Iglesia; y apuntalar la identidad católica.

Benedicto puso particular énfasis en la herencia cristiana, dedicando gran parte de su tiempo a contener la propagación del secularismo, especialmente en Europa, donde en un gran número las personas han dejado de acudir a la iglesia.

Además, condenó reiteradamente el matrimonio entre personas del mismo sexo y, al mismo tiempo, impulsó el auge del restablecimiento de tradiciones católicas abandonadas durante los cambios modernizadores del Concilio Vaticano II.

Así, suavizó las restricciones a la celebración de misas en latín, agilizó el proceso para los anglicanos tradicionales que, tras objetar la ordenación de mujeres y homosexuales en su propia Iglesia, desearan convertirse al catolicismo. Incluso, usó sombreros y otras insignias papales que no se habían empleado en décadas. Muchos jóvenes respondieron positivamente a su énfasis en la ortodoxia y en el fortalecimiento de la identidad católica.

Su Pontificado estuvo marcado también por constantes errores de comunicación. Cabe recordar que en septiembre de 2006, en Ratisbona, Alemania, Benedicto hizo enojar al mundo musulmán cuando en un discurso en el que citó a un emperador bizantino consideró “perversas e inhumanas” algunas de las enseñanzas del profeta Mahoma, sobre todo “su orden de propagar la fe mediante la espada”.

En 2009, el Papa molestó a Naciones Unidas y varios gobiernos europeos cuando, rumbo a África, afirmó ante reporteros que el uso del condón “agrava el problema” del sida.

Su relación con la comunidad judía estuvo marcada por claroscuros. En 2009 causó la ira de varios líderes judíos al levantarle la excomunión al obispo británico Richard Williamson, quien ha negado el Holocausto en público.

El anuncio fue criticado también por la canciller alemana Angela Merkel, quien pidió al Vaticano que “aclare sin ninguna duda que no es aceptable la negación de los crímenes nazis”.

Asimismo, en su libro Jesús de Nazaret exoneró a los judíos en general por la muerte de Cristo. Explicó bíblica y teológicamente porqué no había bases en las Sagradas Escrituras para sustentar el argumento de que el pueblo judío en general fue responsable de la muerte de Jesús.

Sin embargo, de los ocho años de Benedicto XVI al frente de la Iglesia católica, dos temas trascendentes quedarán marcados por su gravedad.

Uno fue el escándalo por los señalamientos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia, y otro, la traición de su mayordomo, Paolo Gabriele, quien fue hallado culpable por un tribunal del Vaticano de robar documentos personales del Pontífice para dárselos a un periodista, una de las filtraciones de seguridad papal más graves de los tiempos modernos.

Gabriele, condenado a 18 meses de cárcel por “robo agravado”, fue sin embargo indultado por el papa Benedicto XVI el 22 de diciembre del año pasado.

Legado

Doctor en teología, con una extraordinaria capacidad para explicar a fondo las cuestiones más controvertidas, Joseph Ratzinger deja un formidable legado teológico.

Su último libro, La infancia de Jesús, responde a la necesidad de evitar la separación entre “el Jesús histórico y el Cristo de la Fe”, siendo esta publicación la última de una trilogía sobre la vida de Cristo: en 2007 repasó la vida pública de Cristo y en 2011 abordó la pasión y muerte de Jesús, desde su entrada en Jerusalén hasta la resurrección.

De su obra destacan las tres encíclicas sobre temas fundamentales en la vida del cristiano. La primera, Deus caritas est, publicada en 2006, aborda el tema del amor en su relación con la propia Iglesia y con Dios.

En 2007 publicó Spe Salvi, un tema clásico del cristianismo, confrontándola con las respuestas que la filosofía y la política han dado a la necesidad humana de esperanza.

Sólo dos años después, en 2009, Benedicto XVI publicó su tercera y última encíclica, Caritas in Veritate, en la que plantea una nueva reflexión sobre las cuestiones sociales de interés general.

Sucesión

Con la renuncia de Benedicto XVI se abre una nueva etapa en la Iglesia católica y da principio el proceso de elección de su sucesor. Varios nombres de cardenales se perfilan con más posibilidades de ser elegidos.

Entre los más citados se encuentra el canadiense Marc Ouellet. Tiene 68 años y es presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. Es uno de los principales líderes dentro del Vaticano. Habla perfectamente español, inglés, francés e italiano. Es un experto de la Iglesia en América, donde vive más de la mitad de los mil 200 millones de católicos del mundo.

También se menciona a Timothy Dolan, de 62 años. El arzobispo de Nueva York se ha convertido en la voz del catolicismo en Estados Unidos. Su sentido del humor y su dinamismo le han ganado seguidores.

Asimismo, destaca entre los posibles sucesores el brasileño Odilo Pedro Scherer, de 63 años, el candidato más fuerte de América Latina. Es arzobispo de Sao Paulo, la mayor diócesis del país con más católicos del mundo. Presenta un perfil conservador, pero moderado para los estándares del Vaticano.

El cardenal de Ghana, Peter Turkson, con 64 años, es el candidato africano con más posibilidades. Líder de la Oficina Vaticana para la Justicia y Paz, y portavoz de la Iglesia en asuntos sociales. Ha sido un crítico del Islam.

Angelo Scola, arzobispo de Milán, tiene 71 años. Para muchos italianos es la esperanza de recuperar el trono de San Pedro. Es un referente en el entendimiento entre musulmanes y cristianos y muy cercano al movimiento Comunión y Liberación.

Cristoph Schoenborn, de Austria, tiene 67 años. Ex alumno de Benedicto XVI, ha sido un fuerte defensor del Pontífice cuando se incrementaron las críticas por los casos de curas pederastas.

Luis Tagle es el papable más joven de todos los candidatos. El cardenal filipino tiene 55 años y posee un gran carisma, que le ha valido comparaciones con Juan Pablo II. Es muy cercano a Benedicto XVI y su juventud le ha ganado muchos seguidores.

Perfil

Las causas de la renuncia de Benedicto XVI —su avanzada edad y escasa fuerza para ejercer como Pontífice— obligan a pensar si el próximo Santo Padre debe ser joven o de edad más avanzada.

Los observadores vaticanos que se muestran a favor por un papa joven, es decir, de entre 52 a 70 años, justifican su preferencia en que el sucesor de Ratzinger debe tener las fuerzas necesarias para afrontar el reto de un mundo cada vez más laico y reformar una Iglesia que para algunos resulta “demasiado conservadora”.

Estos señalan que el próximo Papa tendrá que dar respuesta a temas que no pueden seguir siendo aplazados, como son el celibato, el sacerdocio de la mujer y la comunión a los divorciados, entre otros.

Otros expertos se inclinan por un “Papado de un decenio”, es decir, corto, como el actual, pero con un Pontífice que apueste por una Iglesia centralista, fuerte, que siga la línea de Ratzinger.

Los cardenales, como es costumbre, rechazan con humildad el que sean las personas adecuadas para ocupar las sandalias de San Pedro y ninguno hace “campaña electoral”, ya que una norma no escrita aconseja a los purpurados no expresar sus aspiraciones.

Y es que ninguno quiere que se cumpla en ellos el dicho: “Quien entra en un cónclave con fama de Papa sale cardenal”.

La Iglesia católica se enfrenta a un terreno inexplorado, ya que habrá un obispo de Roma emérito que podría ser un factor en la elección del nuevo Papa.

Además, luego del Cónclave anunciado entre el 15 y 20 de marzo habrá una persona que ha sido Papa y que, quiera o no, tendrá un papel moral dentro de la Iglesia. En todo caso, se hará extraño que un Cónclave no vaya precedido de un sepelio.