Por: Claudia Luna Palencia
El marco empeoró en las últimas semanas cuando Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, convocó —para el 5 de julio— a un referéndum para preguntar a la ciudadanía si aceptaba las medidas de ajuste y reestructura que los socios les imponían para seguir financiándoles.
Tsipras decidió entonces desenvainar la espada, acorazarse con sus compatriotas y envalentonarse para malherir a la Medusa de las tres cabezas y cuando creyó tenerla entre sus manos para cercenarla, finalmente vuelve a rendirse a sus pies.
La petición por un tercer rescate ya es formal: el viernes llegó al europarlamento la proposición de ajuste y reestructura de parte del gobierno griego, que es una especie de calca del original elaborado por los acreedores.
Pero las condiciones en las que acontece no pueden ser peores: el primer ministro se creyó Aquiles, desafió al gobierno del europarlamento, al Tratado de Lisboa, a las cláusulas del club… y dejó correr la bola de nieve como si el problema de la economía helena no fuera de él sino de la eurozona.
Muy a pesar del corralito financiero impuesto hace más de diez días, de la restricción para retirar únicamente 60 euros diarios de los cajeros automáticos, de las farmacias sin medicamentos y de los servicios públicos que colapsan, en los últimos días los mercados financieros han tenido vaivenes, las reuniones de emergencia y extraordinarias en el europarlamento suceden unas tras otras, Tsipras dilapida oportunidades, y a cambio ha sembrado dudas y desconfianza.
La Troika formada por el Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Económica y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recibido una violenta sacudida a su autoridad: la negativa como un grito catártico emanado del pueblo heleno para decir “No” a más recortes.
Geoestrategia
Las banderas del Oxi (que en griego significa No) se impusieron en las papeletas en el referéndum emplazado por Tsipras y cuyo edicto obtuvo el respaldo de 61.3% de la ciudadanía.
Ha sido el batacazo más significativo desde que la UE existe y un cisma para el novel club del euro que vio cristalizar sus esfuerzos el 1 de enero de 1999 y circuló la moneda a partir de 2002. Sin duda será un parteaguas.
Si bien Grecia significa 2% del PIB de la eurozona, no es una economía cuyo impacto comercial, financiero o bancario desestabilizaría hasta la ruina al resto de los países de la eurozona; en cambio, goza de una ubicación geopolítica y geoestratégica a la que deberá ponerse significativa atención.
No obstante, en la globalización no hay enemigo débil: las grandes casas de análisis cifran en 400 mil millones de euros la salida de Grecia del euro, de acuerdo con un estudio de Bankinter.
El reloj del sistema financiero no perdona ningún segundo despilfarrado y el primer ministro griego se lo dio uno a uno a los especuladores.
De última hora, y sorpresivamente, coloca nuevamente el balón en el terreno de los líderes de la eurozona, justo cuando difunden que cuentan con un Plan B.
Choque de intereses
En el estire y afloja la cuerda se rompió. El marco de la discordia se basa en llevar a cabo reformas en el sistema de pensiones y jubilaciones (hay gente jubilada con 50 años de edad que recibe una paga mensual de 480 euros del gobierno); eliminar los subsidios agrícolas y reajustar el precio de los carburantes en el sector primario de la producción; incrementar el IVA escalonado respetando los renglones de 23% para restaurantes y catering, 13% para alimentos básicos, energía, hoteles y agua; un IVA superreducido a 6% en medicamentos, libros y espectáculos.
Fundamentalmente IVA, reforma en las pensiones y jubilaciones, persecución en el mercado negro, eliminación de subsidios, así como recorte en gastos de defensa, son los temas que separan de forma equidistante a los griegos del resto de los europeos.
Es forma, fondo… y tiempo, pues tampoco se entienden en los plazos y su temporalidad: la Troika ofrecía al gobierno de Tsipras una prórroga de cinco meses de su rescate —hasta noviembre de este año—, unida a una inyección de liquidez de 15 mil 500 millones de euros.
Llegados a este punto resta empezar de cero, para una economía que en seis meses ha vuelto atrás todas las proyecciones de mejoría. Según datos de la Oficina Europea de Estadística (Euroestat) el año pasado el PIB heleno logró crecer 0.8% lo que derivaba en una buena noticia luego de seis años de recesión.
De seguir el ritmo de las reformas, para 2015 la economía cuna de la democracia tenía una estimación de crecimiento de 1.8 a 2.3%, es decir, la senda hacia la recuperación.
El pendiente, al igual que en España, es la tasa de paro, dado que ambos países son los que acumulan el mayor número de desempleados, sobre todo juveniles. El paro finalizó en 2014 en el rango de 26.1 por ciento.
No obstante, el cambio de gobierno a finales del año en curso con el triunfo del ala de extrema izquierda de Syriza, con el político Alexis Tsipras, reubicó la agenda hacia la renegociación de los empréstitos contraídos con el triunvirato.
La deuda a la carta de Grecia suma un total de 342 mil 200 millones de euros; el Fondo Europeo de Rescate aportó 141 mil 100 millones de euros; el BCE, 27 mil millones de euros; el FMI, 25 mil millones de euros. A los que se añaden créditos bilaterales por 52 mil 900 millones de euros, bonos por 67 mil 500 millones de euros, letras del tesoro por 15 mil millones de euros y diversas vías de financiación por otros 13 mil 700 millones.
Todos los vencimientos, presentes y futuros, están en juego. Y más después de que el pasado 30 de junio el gobierno heleno no abonó la cantidad de mil 600 millones de euros al FMI.
En julio se avecinan otros vencimientos. Y sin el tercer auxilio financiero que solicita Grecia sería imposible hacerles frente, lo que vendría a confirmar el default griego.
Voces
Desde el europarlamento, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, aseguró estar en contra del Grexit o la salida de Grecia de la zona euro. “Debería evitarse con claridad. Hay quien defiende de manera abierta la salida de Grecia de la Unión Europea”, lamentó.
En tanto, el eurodiputado popular alemán Manfred Weber advirtió que “si Europa no realiza reformas este continente no tiene futuro, y Letonia es un ejemplo excelente”.
Weber indicó que “la solidaridad y la democracia son importantes, pero también tenemos que cumplir las reglas”.
Gianni Pittella, eurodiputado socialdemócrata italiano, se mostró de acuerdo con Juncker: “No podemos jugar con el futuro de Europa, y es muy importante que el señor Tsipras y su gobierno vengan con propuestas sensatas. Tenemos que intentar construir puentes para permitir que los ciudadanos griegos vuelvan a respirar”.
Roberts Zile, eurodiputado letón del grupo conservador y reformista, hizo hincapié en señalar que “para los letones, tras el programa de austeridad, es muy importante que haya un acuerdo justo”.
Por su parte Christine Lagarde, directora gerente del FMI, señaló tras los resultados del plebiscito griego que “desde el fondo estamos preparados para ofrecer apoyo al país si así lo solicita”.
En un tono más irritado Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, se ha mostrado aireado por “el todo o nada al que ha conducido el gobierno griego las negociaciones”.
Repercusiones
Mientras la nata de la política y la contrapolítica empantanan el diálogo, y por ende los pactos, los mercados internacionales se ceban con economías como España, Italia y Portugal, las que a pesar de haber realizado todas las reformas son ubicadas en el lado más débil de la moneda.
Por ejemplo, la Bolsa de Madrid ha bajado 7% en la semana del lunes 29 de junio al lunes 6 julio y la prima de riesgo en el mercado de deuda ha escalado tanto en la economía española como en la italiana; en la primera colocándose en 160 puntos básicos, y en la segunda en 162.
En España, que está en la mirilla política (en noviembre habrá elecciones generales y tras las intermedias el grupo político de extrema izquierda Podemos logró un posicionamiento espectacular), la reacción inmediata al referéndum la dio Soraya Sáenz de Santa María, vicepresidenta del gobierno: “Los griegos pueden decidir sobre ellos mismos, pero no pueden cambiar las reglas que rigen al conjunto de Europa, donde hay derechos y obligaciones”.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, también salió al quite para señalar que España pide seguir negociando con los griegos para “demostrar la solidaridad, porque además la eurozona no perderá socios”.
A su vez, finalmente acorralado por la presión interna, el presidente Mariano Rajoy —con intenciones de reelegirse— se presentó la mañana del 7 de julio ante los medios para pedir a Tsipras que “mueva ficha y presente una nueva propuesta a las instituciones europeas cuanto antes, en la que plasme de qué manera va a cumplir con las obligaciones que implica la pertenencia al euro y que deberían conducir al crecimiento económico”.
España, reiteró el presidente Rajoy, ya hizo reformas; este año el PIB podría crecer por encima de 3%; ha recuperado la confianza de los inversionistas, y se ha hecho tan bien la tarea que el gobierno aplicará una rebaja inmediata del IRPF para darle más dinero al bolsillo de las personas y con ello fortalecer la demanda interna, la economía real y mediante el consumo generar empleo.
Desde luego, líderes opositores españoles han manifestado su postura ante el drama heleno. Pedro Sánchez, presidente del PSOE, reiteró que este momento es propicio para dibujar una Europa distinta, que sea más social: “Yo espero que Tsipras no se desentienda del futuro de sus ciudadanos”.
Sánchez aprovechó la oportunidad para enviarle un mensaje a Pablo Iglesias, líder de Podemos (la extrema izquierda que simpatiza con Syriza): a micrófono abierto le pidió que explique a su partido hermano Syriza que toda la socialdemocracia hará todo por sacar adelante a los griegos en esta situación tan difícil a la que le han llevado sus propios gobernantes.
En contrasentido, un muy precavido Iglesias declaró que “es momento para lograr un acuerdo sensato entre las partes; la victoria del ‘No’ refuerza la posición del gobierno griego”.
Sin embargo, el miércoles por la mañana, previo a su participación en Bruselas, Iglesias como eurodiputado salió a recibir a Tsipras a la puerta del europarlamento y le dedicó buena parte de su intervención: mirando a la cara del primer ministro griego subrayó que “no tengas dudas, Alexis, de que 2015 es el año del cambio y que pronto seremos más fuertes, más países irán sumándose al cambio”.
Y es que los eurofobos están aprovechando la ocasión para aupar el odio hacia la moneda común y la integración.
Desde Portugal, el secretario general del PCP, Jerónimo de Sousa, ha manifestado su intención de realizar un referéndum para salir del euro y regresar al escudo.
Berlín-París vs. Moscú-Beijing
Para Moisés Naím, el rifirrafe entre Grecia y los acreedores europeos esconde detrás un fantasma: Rusia. La mano que mece la cuna es la que gobierna el mundo.
El escritor, reconocido como uno de los 100 líderes del pensamiento global, mantiene la tesis de que “las decisiones que se tomen en Atenas afectarán a Europa, pero no tanto como las que se tomarán en Moscú. El gobierno de Vladimir Putin tiene los recursos, las armas y los incentivos para desestabilizar a Europa”.
Naím considera que las malas relaciones entre Europa y Rusia aún no han llegado al nivel de crisis que existe con Grecia, pero de continuar las tendencias actuales los conflictos con Moscú harán palidecer a la actual crisis helena, “entre otras cosas, porque las fricciones con Grecia son esencialmente económicas, mientras que los problemas con Rusia emanan de profundas diferencias con respecto al significado y el valor de la democracia”.
Ubicar el tema heleno más allá de la conflictividad del momentum llevaría a comprender por qué una nación pequeña dentro del tren económico europeo ha decidido, su nuevo gobierno de extrema izquierda, subirse a las barbas de Alemania y Francia.
Tsipras ha sostenido conversaciones y reuniones con Putin buscando una especie de cobijo económico-financiero, un respaldo de futuro en caso de verse asfixiado, sin recursos y con la disyuntiva de abandonar el euro para volver al dracma. Esto es consumar el Grexit.
Ni a Angela Merkel, canciller alemana, ni a François Hollande, presidente de Francia, les ha provocado gracia alguna el coqueteo de Tsipras con Putin.
Quizá por ello la reiterada paciencia, tranquilidad y conminamiento al diálogo de parte de Hollande.
Merkel es más adusta en su postura germánica, pues considera que “un buen europeo no es aquel que busca un acuerdo a cualquier precio”, pero que dejar ir a los griegos costaría a Alemania meter al enemigo en casa.
Si se deja de ver a Grecia como un artífice meramente monetario y económico que forma parte de un club y se le sitúa en un plano geopolítico y geoestratégico, entonces ostenta un sitio privilegiado.
Grecia está ubicada entre Europa, Asia y África… y el presidente Putin pretende construir un gasoducto en el Mar Negro que involucraría tanto a Turquía como a Grecia.
Asimismo, hay interés de ambas partes por el Egeo. Tsipras no descarta emprender negociaciones con Gazprom para explorar proyectos conjuntos de petróleo y gas en la zona.
El devaneo griego es en suma peligroso: ante el envite bélico de Rusia a Ucrania, las relaciones entre rusos y europeos se han congelado y, en ese Gulag, Putin anunció que no renovará a partir de 2019 el contrato de suministro de gas a los europeos, que dependen en este sentido de los rusos.
La asonada de Putin también incluye un boicot discriminado a varios productos europeos, granos, frutas y hortalizas; así como a las inversiones, al comercio y hasta al turismo ruso que ha decrecido en las ciudades europeas. El boquete del veto ruso significa cinco mil millones de euros menos para la industria alimentaria europea.
Europa lo que ha hecho es limitar el mercado financiero europeo a Moscú, aplicar un embargo de armas de fuego y en esta “fase tres” aparcó diversos proyectos de cooperación con los rusos.
Y luego está China: el gobierno de Tsipras revela su afinidad con los chinos ofreciéndose como un aliado comercial, la puerta del gigante asiático a Europa y la ventana para que fluyan las inversiones.
Desde 2009 la empresa china Cosco pagó 500 millones de euros por hacerse con un tercio del control del Pireo, el puerto más importante de Grecia, uno de los más grandes en la cuenca del mar Mediterráneo y dentro de los diez más relevantes en movimiento de contenedores de Europa. Es la salida hacia Oriente.
Tsipras ha viajado al Kremlin para afianzar relaciones, pero no ha viajado todavía a China, aunque sí ha sostenido varias reuniones con los dueños de Cosco a quienes habría ofrecido —en una posible privatización— que se hicieran del control completo del Pireo.
La estrategia real de Tsipras solo la conocen él y el Kremlin. Quizás por ello las tres llamadas que realizó el primer ministro griego al día siguiente del referéndum fueron a Merkel, a Hollande… y a Putin.
Los dos primeros se han reunido de manera urgente en el Elíseo. Hollande insiste en tener paciencia y lograr un acuerdo sensato. Lo mismo ha pedido el martes pasado el presidente estadunidense Barack Obama en conversación telefónica con Merkel y en otro telefonema a Tsipras.
Y en el océano de la desconfianza, Merkel ha dicho que no habrá más dinero hasta que Tsipras presente un convenio “serio, creíble y cumplible”, que el griego ya envió y que tocará ahora analizar, aceptar o rechazar, a los líderes de la eurozona.
En la misiva se habla de la urgencia de liquidez para que el gobierno heleno cubra los compromisos del mes de julio; entre estos el pago de nóminas a la burocracia, la cobertura por servicios públicos, la liquidez en los bancos y el pago de deudas. No se menciona una línea acerca de quitas.
La repentina premura de Tsipras y su cambio de actitud casi empatan con las declaraciones de Yuri Ushakov, asesor de Putin, luego de descartar que el Banco de Desarrollo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) contara con recursos para salvar a Grecia.
Rusia quiere inversiones, compras, aliados, pero no compromisos financieros de ninguna índole. Quizá sea tiempo de que Tsipras lo asimile...