Grupos neonazis de Alemania, en su campaña antiinmigración, han enfocado su ira contra los turcos.
El mes entrante, comienza el juicio en Munich de un antiguo miembro de una pequeña célula neonazi acusado de matar a 10 personas, entre ellas 7 inmigrantes turcos, en un periodo de 7 años. La célula durante años evadió la justicia porque la policía al parecer siempre pensó que se trataba de ajustes de cuentas entre pandillas turcas.
Los casos de discriminación evidente han disminuido desde los años 70 y 80, cuando había anuncios de ventas de viviendas en los diarios alemanes con frases como por ejemplo “Sólo para alemanes” o “No se permiten extranjeros”. Sin embargo, inmigrantes turcos siguen quejándose de barreras aunque más sutiles.
“Ahora es algo más escondido”, dice Bekir Yilmaz, director de una organización comunitaria turca en Berlín. “Si por ejemplo uno está buscando vivienda y uno habla bien el alemán, por teléfono dicen que todo está bien, pero cuando vas en persona te dicen “oh, disculpe, el apartamento ya se vendió”.
Yilmaz cree que el problema ha empeorado desde los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, que empañaron la imagen de los musulmanes.
Más de 3 millones de personas de origen turco viven en Alemania, un legado que quedó del programa que implementó la Alemania Occidental durante la Guerra Fría para reclutar a gente extranjera como trabajadores temporales para reconstruir al país tras la Segunda Guerra Mundial.
“Cuando un país atrae inmigrantes para trabajar, es muy difícil decirles después que se tienen que regresar”, dice Goecken Demiragli, una trabajadora social cuya abuela vino a Berlín desde Turquía en 1968. “Ese fue el gran error, pensar que si no los necesitamos se van a ir”.
Lo que comenzó como un programa temporal ha transformado la sociedad alemana al punto que hoy proliferan las mezquitas, las tiendas árabes y los restaurantes de comida árabe.