Cine, un artículo de primera necesidad

Esta es la historia de la pequeña Carmen, una joven atormentada por Encarna, su terrible madrastra.

Relectura del cuento de los Hermanos Grimm
Foto: Internet
Hector González
Todo menos politica
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Esta es la historia de la pequeña Carmen, una joven atormentada por Encarna, su terrible madrastra. Cansada del maltrato, la pequeña se suma al espectáculo de una pandilla de toreros enanos. El episodio transcurre durante los años veinte en España, cuando los matadores eran ídolos capaces de convocar a miles de personas.

La nueva versión del cuento de los Hermanos Grimm corresponde al cineasta ibérico Pablo Berger y su cinta Blancanieves: “A principios de los noventa descubrí un libro de fotografía llamado España oculta, de Cristina García Rodero. Me impactó una imagen de enanos toreros que miran de frente a la cámara y se me ocurrió pensar qué sucedería si Blancanieves apareciera en medio”.

Con la anécdota en mente, ubicó el guión a principios del siglo XX. Para ir más a tono con la época diseñó una estética en blanco y negro, solo apoyada en música.

Hoy el ejercicio cosecha una veintena de premios alrededor del mundo: obtuvo diez estatuillas Goya, un Ariel y reconocimientos en San Sebastián, por mencionar algunos. Varios de esos galardones corresponden al reparto que encabezan Maribel Verdú, Macarena García y Daniel Giménez Cacho.


“La gente me decía que estaba loco; pero ver el resultado y que los derechos de exhibición se han vendido en todas partes, me da una satisfacción enorme”, dice Berger en entrevista.

Argumenta que en su caso el blanco y negro, más que una obsesión, es una propuesta estética. “No creo mentir si digo que todos los directores queremos filmar en ese formato, pero en mi caso obedeció a ejercicio de abstracción. Una estética en este tono nos acerca a universos oníricos y para mí el cine es soñar despierto”.

Antes que director “soy espectador”, reconoce el cineasta. Su filme rinde tributo a la primera era del séptimo arte.

Sus imágenes no se pueden entender sin el expresionismo alemán, por ejemplo. “Me encanta Murnau, pero también el cine mudo francés de Abel Gance y el escandinavo de Dreyer. Quería retomar lo que hicieron los grandes maestros, pero hacer algo nuevo, dirigido al público de hoy”.

El discurso sonoro es de Alfonso Villalonga. Su música hila las secuencias y hace énfasis en el drama. “No es una película muda: tiene otros ritmos y códigos. La música le da una dimensión distinta. El espectador no tiene que asustarse, sino arriesgarse; porque es una experiencia que apela a los sentidos. Lo que más ha cambiado en el cine es el público. Ahora necesita la información con más rapidez; y la película entrega mucha información además de una mezcla de géneros; hay fantasía; terror; melodrama; humor negro”, comenta el director.

“En su origen el cine prescindió del diálogo”, expone el realizador. Y añade: “El cine es contar con imágenes y el director que anteponga la palabra sobre la imagen se equivoca. A las palabras se las lleva el viento y las imágenes perduran”.


Si en 2008 Michel Hazanavicius conmovió a los cinéfilos con El artista, el efecto alcanzado por Pablo Berger es similar. Cuenta que su intención no es filmar pensando en las condiciones del mercado, sino contar las historias que necesita compartir. “No sé si tengo talento, pero tesón sí. Además de un ego grande. Si no lo tuviera, ¿cómo podría creer en mis guiones y que merecen ser producidos?”

Una de las lecciones aprendidas por el director apunta a la importancia de las historias. “Blancanieves se plantea como una experiencia sensorial y diferente. Si ha tenido éxito es porque el espectador busca algo original; va más allá de los productores y en ocasiones la industria lo menosprecia al venderles fórmulas repetidas”.

Cuando Berger habla de la industria lo hace sin dejar de lado la compleja situación que atraviesa en su país, donde el IVA al sector cultural alcanza 21%. “Es un momento complicado. El cine y la cultura son artículos de primera necesidad; no solo entretenimiento. Somos la medicina del alma. Me encanta pensar en la imagen de un trabajador que al salir de su jornada se mete a una sala a soñar despierto”.

No obstante, lejos de ser derrotista advierte que seguirá filmando sin importar el formato. “Los directores iberoamericanos trabajamos por necesidad de expresarnos. Si yo pensase en ganar dinero me habría dedicado a la ingeniería. Rodaré en móvil, cámara o iPad, como sea. Sé que hay obstáculos, los impuestos, la piratería. La culpa es un poco de todos, pero no podemos tirarnos al drama”.