Por Tomás Caparroso
Respeto, libertad de pensamiento y libertad de expresión constituyen valores trascendentales en la vida de cada uno de los universitarios en la Máxima Casa de Estudios.
Estos valores implican tener la posibilidad de pensar y decir lo que uno quiera, sin descalificar, dañar o ignorar a las otras personas. Buscar que la voz de toda la comunidad universitaria sea escuchada. Sin embargo ¿qué pasa cuando la comunicación se pierde por la cerrazón de un pensamiento, por la ignorancia, por intereses ajenos al espíritu universitario o por consignas válidas pero que se tornan en un mundo de ofensas y violencia, sin la posibilidad de establecer un diálogo que ayude a resolver esas inquietudes o problemas?
Tal es el caso que se vivió esta semana en la Facultad de Derecho de la UNAM, en la que aproximadamente 20 personas encapuchadas, bajo la protesta de violencia de género, intentaron cerrarla de manera violenta y así impedir el ingreso de la comunidad estudiantil.
Lo anterior se compagina con uno de los objetivos de la mediación, el cual es recuperar y lograr entablar nuevamente la comunicación que se ha perdido entre dos personas, derivado de algún conflicto en el que existen intereses contrarios o una disputa permeada por diferentes necesidades, sentimientos o emociones, que no permite encontrar una solución a ese problema.
Clave
En este tenor la mediación y en específico la labor del mediador es establecer a través de un proceso voluntario un diálogo respetuoso y empático en el que las partes puedan encontrar múltiples ideas que marquen el derrotero a la mejor solución.
Pese al enfrentamiento y los daños la Facultad de Derecho y el director, Raúl Contreras, siguen abiertos al diálogo para encontrar las mejores soluciones a las problemáticas que acongojan a nuestra Alma Mater.
Hay que recordar que en los paros de la Universidad los más afectados son los estudiantes que buscan la oportunidad de construir una mejor vida y realidad personal, familiar y social.
La educación es la clave contra la ignorancia y la violencia. La violencia es el obstáculo para construir soluciones, el diálogo es el puente. La violencia genera odio, el diálogo genera paz.
Y como dijo el pedagogo brasileño Paulo Freire, “el diálogo no impone, no manipula, no domestica”.