MARCEL DUCHAMP Y JEFF KOONS: APARIENCIA DESNUDA

Todo el trabajo que supone hacer los objetos se orienta a no defraudar la confianza del espectador.

Foto: Especial
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Hector González
Todo menos politica
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Apenas un día después de ser proclamado como el artista contemporáneo vivo más caro del mundo, Jeff Koons se encontraba en México para presentar la exposición Apariencia desnuda: el deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, en el Museo Jumex.

La ocasión parecía inmejorable para conocer su opinión sobre el mercado del arte. A horas de su arribo a nuestro país Rabbit, un conejo de acero inoxidable producto de su ingenio, se había vendido en 91.1 millones de dólares. La respuesta de Koons zanjó la expectación en apenas un puñado de palabras: “Ser el artista mejor cotizado del mundo no representa gran cosa: seguiré trabajando en la misma dirección que hasta ahora”.

Jeff Koons se mueve con la seguridad de un rockstar del arte contemporáneo. Flanqueado por sus piezas y las de Duchamp se toma fotos con los reporteros. Sonríe y camina. Dueño de la situación. “Marcel Duchamp es el abuelo, Warhol el padre y yo el nieto”. En una docena de palabras dibuja el árbol genealógico del arte pop.

Bajo la curaduría de Massimiliano Gioni, Apariencia desnuda... se propone reflexionar en torno de lo que se entiende como obra de arte, el consumo, las mercancías y la relación del artista con la sociedad y el mercado.
Entre La Fuente (1917), de Duchamp —el célebre mingitorio que significó un punto de quiebre en arte conceptual— y Equilibrio —el balón de basquetbol encapsulado—, de Koons, no solo hay casi un siglo de diferencia: hay también una reapropiación de los objetos y el consumo.

Gioni sostiene que a pesar de los años que separan los respectivos universos creativos de ambos artistas ellos coinciden al “cuestionar la función de los bienes de consumo; desarrollan una particular filosofía sobre el deseo y el gusto; y proponen nuevas formas de pensar el arte y el yo”.

El montaje, más que sugerir una filiación directa, “propone resonancias conceptuales”, lo que Duchamp denominaba la “cointeligencia de contrarios”.

Objeto y deseo

La curaduría de las 80 piezas que dan forma al recorrido está concebida como una caja de música o ballet mecánico. La idea es confrontar a los espectadores por medio de objetos que van de lo minúsculo a lo gigantesco; del original a la copia. Todo dividido en cinco ejes temáticos: La erótica de las cosas, Identidad como medio-subjetividad ready-made, El sex appeal de lo inorgánico, Vis sans fin o las anatomías del deseo e Inocencia y corrupción.

Massimiliano Gioni destaca que tanto Duchamp como Koons comparten una sorprendente preocupación por el modo en que los objetos cotidianos pueden evocar el deseo y proyectar o reflejar la sexualidad. “En la trayectoria de sus objetos y reproducciones, desde el ready-made hasta la réplica, ambos descubren una ‘erótica de las cosas’”.

Desde los setenta Koons indaga en el estudio del deseo y el consumo por medio de los objetos producidos en masa. “Ha creado su propia filosofía, en la cual la culpa y el placer coexisten con los sueños de la movilidad social y emancipación de clase”, añade el curador.
Al colocar la obra de Koons y la de Duchamp literalmente una al lado de la otra la exposición funciona como reflejo o un espejo en el que “se amplifican las similitudes y las diferencias conceptuales entre ambos artistas”.
Duchamp creía que el eros era “la base de todo”. En sus obras y escritos exploró el poder del eros en sus múltiples formas, mediante el estudio de la mecánica, la anatomía y la visión, así como en el serio regocijo que producen los dobles sentidos visuales y lingüísticos.
A decir del curador el objetivo de las piezas es alentar al espectador para aceptar todas sus necesidades y deseos, por muy carnales o comunes que sean.

Si algo ha puesto a Jeff Koons en la cúspide del arte conceptual es la sencillez y claridad de su discurso. “No tengo otro interés que mi trabajo artístico; por eso hago lo mejor que puedo. Mi objetivo es siempre ser muy cuidadoso con lo que busco comunicar y dar a entender”, explica.

En este sentido las referencias al trabajo de Duchamp ganan presencia en los últimos años. Conceptos como “la idea de la fabricación” y “la belleza de la indiferencia” son columnas importantes en las que se sostienen sus obras más recientes. Tan así que algunos de sus críticos cuestionan que no sea él mismo quien concluya sus piezas. Al respecto responde durante una plática con Massimiliano Gioni: “Si pudiera hacerlo todo yo mismo lo haría. Pero no tengo ni el tiempo ni la capacidad”. Afirma en cambio que le gusta la precisión que se consigue cuando uno puede distanciarse de su propia obra. “La persona que ejecuta el cuadro se pierde en el material, en el color: no hay distancia suficiente”.

A quienes sostienen que su estudio es ante todo una fábrica el artista revira: “No me gusta nada cuando hablan así de mi estudio, porque el objetivo no es producir piezas en serie”. Contrario a lo que muchos piensan asegura que produce pocas obras al año. Una serie, comenta, le puede tomar hasta diez años. “Al hablar de mi estudio como una fábrica se sugiere que se enfoca en lo económico, cuando en realidad se centra en las sensaciones y las experiencias: tiene una intención filosófica, más que económica. De hecho todo el trabajo que supone hacer los objetos se orienta a no defraudar la confianza del espectador”.
Apariencia desnuda: el deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, en el Museo Jumex de la Ciudad de México, permanecerá abierta hasta el 29 de septiembre.

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