Pocos, escasísimos compositores pueden aspirar a que su música sea grabada profesionalmente, y la dificultad se acentúa cuando se habla de música de cámara.
Como si esa música padeciese alguna enfermedad que se contagiara de solo escucharla, los productores suelen hacerse los desentendidos cuando se trata de un proyecto que apunte hacia allá.
Pero hay excepciones. Como este CD que lleva por título el de Enrique Santos. Música de cámara Vol. 1. Vale la pena detenerse en cada una de las obras que lo integran.
Trío para violín, viola y violonchelo. No son muchos los ejemplos para esta dotación. Sin duda, el más alto es el trío que compuso Mozart (en mi bemol mayor K. 563). Los escollos empiezan porque escuchar un violín, una viola y un violonchelo exige un esfuerzo de concentración que no siempre es recompensado. Máxime si se está hablando de oídos poco educados en la audición de tríos de cuerdas. Por eso se agradece esta obra de Enrique Santos, porque en ningún momento resulta maratónico escucharla. Al contrario, posee cierta levedad que lo torna accesible, amable.
Sonata No. 2 para violín y piano. Definitivamente una pieza de consumada belleza, esta sonata bien puede sumarse a las de Domingo Lobato y Hermilio Hernández en su sencillez y profundidad. Es de un equilibrio instrumental asombroso, lo que habla de un pleno dominio de los recursos técnicos y estilísticos de Enrique Santos. La pieza posee un encanto que se va acentuando conforme su tiempo discurre. Y esto bien puede traducirse como una emoción que va creciendo, que nos pasea por tantos ámbitos como imaginación posea quien escuche.
Sonata No. 2 para viola y piano. La viola es un instrumento que acaricia, y no es abundante la música para su lucimiento. Llamada por esa razón la cenicienta de la música, sin embargo ha sido inspiración para varios compositores —como para Johannes Brahms, que cuando menos legó a la humanidad dos sonatas de extraordinaria factura. Pues bien, la sonata de Enrique Santos posee una riqueza expresiva que obliga a la introspección. Extrae de la viola esa voz que la hace cantarina, y esa pasta que la vuelve profunda y austera.
Sonata No. 2 para violonchelo y piano. La dotación del violonchelo y el piano es de las más celebradas en la música de cámara. No tan abundante como uno esperaría; sin embargo hay ejemplos indiscutibles que hablan de su enorme belleza. Y en México la pieza de Santos bien contribuye a este juicio. Comienza a sonar y el entusiasmo se va apoderando de nosotros. En su sobriedad es elocuente; en su claridad es compleja.
Hay que hacer especial mención de los intérpretes, que se inscriben en el colectivo Ensemble Quercus: Carlos Lot, violín; Rie Watanabe, viola; Gustavo Martín, violonchelo, y Józef Olechowski, piano.
Entrega
Qué difícil es hacer música de cámara en lo que a la interpretación se refiere. Porque para que este género sea cabalmente interpretado no basta con una compenetración total de la obra sino entre los mismos intérpretes. Que se olviden de su individualidad y que pongan su arte al servicio de la música. Que no piensen en ellos mismos sino en el conjunto. Y eso es precisamente lo que logra el Ensemble Quercus. Todos sus integrantes se entregan a la música con humildad, alegría y frenesí, siempre pensando en el conjunto antes que en otra cosa. En particular Józef Olechowski, quien acaso lleva sobre sí la principal responsabilidad.