Los implantes electrónicos son dispositivos que se insertan en el cuerpo humano para variadas funciones, como la estimulación de ciertos órganos o su monitoreo. En el campo de la medicina encontramos aparatos para la sordera o marcapasos cada vez más sofisticados. Hay otros tipos menos utilizados de estimuladores electrónicos y sistemas que se implantan para administrar fármacos o seguir en tiempo real algún parámetro de interés clínico, como la tensión arterial.
También se ha probado un sistema de estimulación con base en un electrodo que se introduce en el cerebro y puede servir para limitar los efectos de enfermedades como el Parkinson.
Brian Litt, profesor asociado de Neurología y Bioingeniería en la Universidad de Pennsylvania, afirma que los dispositivos médicos actuales están muy limitados, por el hecho de que la electrónica activa tiene que ser “enlatada” o aislada del cuerpo, y están construidos de silicio rígido.
Hacer implantes electrónicos para el cuerpo humano no es fácil: los tejidos son delicados y los materiales rígidos pueden irritarlos; es difícil encontrar materiales que se adapten a los tejidos humanos; y los elementos que logran esta adaptabilidad son en extremo caros.
Asimismo, la medicina debe ser una ciencia exacta, pues el mínimo error puede ocasionar severas consecuencias en los pacientes, incluso la muerte.
Esta misma responsiva pertenece a los dispositivos médicos basados en microelectrónica, especialmente aquellos utilizados en el diseño de implantes humanos: investigadores estadunidenses advierten sobre sensores en implantes médicos que, en lugar de elevar la integridad de los pacientes, podrían exponerlos a graves riesgos de salud.
Silicio
Regularmente, los dispositivos electrónicos se construyen con silicio, un material barato pero que no interacciona correctamente en el interior del cuerpo humano.
Por ello, un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Ohio (OSU, por sus siglas en inglés), liderado por el profesor de Ingeniería Eléctrica e Informática Paul Berger, se dio a la tarea de buscar una solución.
Y la encontró en el hecho de cubrir los dispositivos de silicio con una capa de óxido de aluminio. “Las personas son grandes enemigos del silicio —explica Berger—. Cuando sudamos, transpiramos sodio y potasio; es decir, electrolitos, que son una pesadilla para un dispositivo de silicio. Los electrolitos son comunes en el interior del cuerpo, donde realizan tareas como reguladores de los contenidos líquidos y musculares. Un sensor de silicio insertado bajo la piel atrae y absorbe el sodio y potasio, haciéndolo poco fiable”.
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