Tras los pasos de Carver

El acento de sus historias transcurre en los barrios clasemedieros y con gente de la calle.

Pasos
Foto: Creative Commons
Todo menos politica
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Por: Federico González

Si algo mantiene con vida la obra de Raymond Carver (1938, Oregon-1988, Washington) es el lenguaje: sus relatos no acontecen en las universidades; no se limitan a los judíos; no focalizan en la violencia su campo de acción... El acento de sus historias trascurre en los barrios clasemedieros y con gente de la calle.

Sin el ánimo sórdido de Bukowski, pero con cierta herencia de Kerouac, Carver —como ahora lo hace su amigo Richard Ford— propuso universos horizontales. Sus diálogos son genuinos por lo auténtico que suenan. Llevó a sus relatos la oralidad de su tiempo.

Tal vez las presencias de su esposa, Tess Gallagher, y de su editor, Olivier Cohen, fueron las anclas que lo ayudaron a no perderse en los vericuetos del pulso oral que tenía tan bien medido.

Carver Country es, en este sentido, una vuelta al origen. El escritor entabló una buena relación con el fotógrafo y documentalista Bob Adelman (1931, Nueva York). Ambos trabajaron en un proyecto que pretendía ofrecer un testimonio visual de los terrenos que configuraron el mapa narrativo de Carver.

El autor de ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, escribió cartas donde trazó hojas de ruta para que Adelman diera santo y seña del paisaje formativo del escritor.

Atento cazador, el fotógrafo captó a familiares, amigos, casas, parques, campos y gran cantidad de elementos que abonan a conocer más del escritor.

El hilo narrativo de las imágenes son los textos de Carver. En varios, él mismo devela la clave de tal o cual imagen y la relaciona con alguno de sus relatos. El diálogo entre fotografía y literatura es de idea y vuelta: no hay espacio para la metáfora.

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Empate

El mérito de Adelman fue captar el pulso del escritor y emularlo a través de la cámara. El volumen se puede leer como un homenaje, lo que sin duda es. Sin embargo, es también un atinado ejercicio de diálogo interdisciplinario. El poema Wenas Ridge y las imágenes que lo siguen aportan una atmósfera acorde una de la otra.

El reseñista admite que tomó el libro predispuesto a encontrarse con un título concebido para explotar la imagen de un escritor legendario; es decir, con más fines lucrativos que propositivos. Pero el escribiente topó con pared. Imposible negar su perfil comercial, aunque tampoco se puede escatimar el trabajo editorial que consigue empatar el trabajo de un fotógrafo sensible y de un escritor legendario.

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