Viaje al centro de Jean-Claude Carrière

Carrière. 250 metros, película sobre el origen y el tiempo. 

Carrière. 250 metros
Foto: Wikimedia Commons
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Un filme protagonizado por Jean-Claude Carrière es por sí mismo digo de atención. El escritor galo puede presumir, entre otras cosas, de ser un auténtico ciudadano del mundo: ha vivido en París, Nueva York, México, España… Sus alianzas creativas convocan las firmas de gente como Luis Buñuel, Milos Forman o Peter Brooke.

Si a este filme se le suma la rúbrica de Juan Carlos Rulfo, uno de los documentalistas más diestros del país y autor de piezas emblemáticas del género, como En el hoyo o Los que se quedan, el interés incrementa.

El resultado de la suma de ambos artistas es Carrière. 250 metros, película sobre el origen y el tiempo. Un cuarto de kilómetro es la distancia que a decir del francés separa su lugar de nacimiento del cementerio que guardará sus restos.

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—¿Qué representó para usted dirigir a Jean-Claude Carrière?

Una oportunidad única. Un master class personalizado que recuerdo con mucho cariño por lo entrañable de cada momento. Aprender no significa detener el camino para dedicarse a aprehender, sino vivir para escuchar y crecer continuamente. Me gustaría que este tipo de oportunidades se replicara en los personajes que con su trabajo nos acompañan a lo largo de la vida: música, literatura, calle, familia…

—¿Carrière tuvo alguna implicación en el guión de la película o lo dejó hacer con plena libertad?

—Por lo general había explicaciones sobre el contexto en el que trabajaríamos. Pero siempre fuimos libres. Demasiado, diría yo. Y eso acarreaba una serie de responsabilidades en las imágenes fotografiadas, el punto de vista con el que observábamos al personaje, así como en los criterios del montaje. Pero nunca dejó de haber un gran respeto. Y esto finalmente se refleja en la seguridad. Creo que esto es fundamental en cualquier tipo de relación tanto de trabajo como sentimental.

—Uno de los temas subyacentes del filme es el origen. ¿Este tema lo descubrió sobre la marcha o lo tuvo claro desde el principio?

—Desde el inicio sabíamos que ese era uno de los temas. El arco de la película es un viaje desde el origen hasta el presente, y un posible e inminente futuro: el de la muerte. Y más allá del tema, siempre se habló de metáforas que tuvieran que ver con el viaje hacia el autoentendimiento, pero siempre a partir del conocimiento del mundo, y este se hace a través del viaje. Por eso el Mahabharata y La conferencia de los pájaros. Más adelante, cuando buscamos el título de la película, vimos que había una gran virtud en conocer esos dos puntos: el del origen y el del fin. Tener conciencia de ellos, sobre todo del lugar físico en el que se encuentran, es para nosotros muy importante. De hecho, es un lujo.

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Lenguaje

—La película se articula a partir de siete cartas escritas por Carrière. El siete en sí tiene una importante carga simbólica. ¿Cómo se definió esta estructura?

—Como bien lo dices, el siete es importante. La conferencia de los pájaros de ‘Attar es una referencia directa para imaginar el viaje por los siete valles que hay que cruzar para el encuentro consigo mismo. Esto representaba un arco dramático natural. Y para mí es muy importante que cada cosa que haces tenga un sustento mítico. El cuento y la narrativa universal ayudan a buscar caminos y senderos para hacer el propio. Es difícil comenzar a caminar si no hay una señal de algo, ya sea una luz, una piedra, un viento, una estrella, etcétera. Entiendo así el por qué Jean-Claude antes que otra cosa es un gran lector, que busca historias en el mundo para así poder construir su lenguaje. Hacer cine implica ensayar y probar con las imágenes del mundo para encontrar y entender la mejor narrativa para esta o aquella historia.

—En las cartas de Carrière hay una importante carga poética. ¿Cómo trabaja la poesía visual para tender un puente con las palabras del francés?

—Cuando el material literario de donde uno se alimenta para trabajar es bueno e inspirador, el trabajo cinematográfico tiene motivos para volar muy alto. Y si a esto le agregamos las geografías tan diversas y exuberantes planteadas en las cartas, entonces no solamente puedes volar, sino además eres capaz dar piruetas en el aire. Y si en este paisaje sumamos un personaje con la capacidad histriónica, fuerza, calidez e importancia que posee Jean-Claude Carrière, entonces todo puede suceder. Es ahí en donde radica lo complejo y lo amable de este trabajo. Con respecto al francés, definitivamente es el idioma adecuado para el cuento, sobre todo porque está leído por el mismo Carrière. En otros momentos lo probamos en español y en inglés. Pero no tenían la sonoridad ni la evocación que aportaba el francés sumados a la voz entrañable de este contador de historias. Es, pues, un punto más a favor del objetivo.

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—Los encuentros con gente como Peter Brook o Milos Forman, se vuelven entrañables.

—Jean-Claude vive en el medio de la gente que hace cosas en todos los círculos y niveles, sean artísticos, científicos y sociales. Conoce a mucha gente que para nosotros, hasta ese día, eran solo autores de libros y películas, directores y actrices y actores de cine y teatro, etcétera. Nombres que hemos escuchado toda la vida sin imaginar que realmente existen y que podemos llegar a ellos. Planear estos encuentros con Jean-Claude es como tener acceso a la agenda intelectual y artística del mundo contemporáneo. Hablar de que tal vez podríamos filmar con Peter Brook o Milos Forman, por nombrar solo algunos, era un sueño. El secreto para estos encuentros tiene que ver con la espontaneidad. No puede haber soltura si los personajes no están libres. Y la mejor conversación nace cuando no hay presión. Por eso pensamos que lo mejor era relajarnos y esperar el encuentro sin hacer expectativas. Realmente no teníamos claro nada. Así que lo mejor era dejar que el encuentro nos envolviera y que ellos mismos plantearan lo que para ellos era importante. Y eso es lo sucedió. Tratamos que la cámara fuera extremadamente discreta y sin protagonismos. Algunos momentos fueron cortos, como el caso de Peter Brooke; pero otros duraron todo el día, como con Milos Forman. Lo menos que te queda de estos momentos es una lección sobre el saber esperar para solo después, recibir.

—¿Qué aprendió de Jean-Claude Carrière después de esta película?

—No sé si se trata de aprender. Creo que va más allá. En la vida hay cosas que suceden de las que no solamente aprendes. También te forman. Son parte de tu ser. Pienso que esta experiencia tiene que ver con lo segundo. No puedo decir específicamente qué es lo que me dejó. Es muy complejo. En cambio, me animaría a plantear la idea de que todo este proceso ha sido de los más importantes que he tenido en toda mi vida.

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