El poema Hogar, de Warsan Shire (nacida en Kenia de padres somalíes, ahora ciudadana británica), lo resume de manera dolorosa y clara. Comparto un extracto: “Nadie deja su hogar a menos/ que se vuelva la boca de un tiburón/ solo corres a la frontera/ cuando ves que toda la ciudad corre también./ Tienes que entender/ que nadie pone a sus hijos en un bote/ a menos que el mar sea más seguro que la tierra./ Nadie pasa días y noches en el estómago de un camión/ alimentándose de periódico a menos de que las millas recorridas/ sean más que un viaje”.
A la crisis migratoria (recrudecida en los últimos meses y más en las pasadas semanas por decisiones del presidente de Estados Unidos en medio de una campaña de reelección), el desplazamiento forzado, el “combate al tráfico de personas” y el derecho al refugio por cuestiones humanitarias hay que sumar otra dolorosa realidad: la trata de personas.
El 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata, establecido por la ONU para recordarnos la necesidad de erradicar la comercialización y tráfico de seres humanos con fines de explotación, fenómeno que atenta contra la vida de 21 millones de personas en el mundo y es el negocio criminal que más crece en el orbe. Se estima que deja ganancias anuales cercanas a los 150 mil millones de dólares (OIT), solo detrás del tráfico de drogas y armas.
Este tema debe considerarse hoy más que nunca en México por razones multifactoriales que se retroalimentan.
“No se tolerará el tráfico de personas en México”: lo dijo Marcelo Ebrard el pasado 21 de junio. Ese es el argumento oficial para el despliegue y cateos que realizan seis mil efectivos de la Guardia Nacional en la frontera sur, fruto del acuerdo forzado al que llegamos con Estados Unidos tras la amenaza de su presidente, Donald Trump, de imponer aranceles y que nos ha convertido de facto en un “tercer país seguro” (aunque seguro, seguro, el país no lo sea).
Vulnerables
El riesgo es que hasta ahora no se ha hecho una revisión de los protocolos elaborados por el Instituto Nacional de Migración ni existe un trabajo coordinado con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), institución que está bajo la crítica presidencial, y tampoco con las organizaciones de la sociedad civil dedicadas al tema.
De acuerdo con el Diagnóstico sobre la situación de la trata de personas en México 2019 (https://bit.ly/2XMJeqb) que presentó hace unos días la CNDH la población migrante en tránsito es uno de los sectores más vulnerables ante el delito de trata. Retoma el Índice global de esclavitud que publica la organización The Walk Free Foundation, donde dice de México: “Es un país crítico de tránsito para los sudamericanos y centroamericanos que buscan entrar a EU y un resultado de ello es una economía criminal altamente desarrollada que se aprovecha de las personas migrantes, puesto que las trafica y las esclaviza”.
Otro estudio de la organización Hispanics in Philanthropy (HIP) señala que una de las características acerca de la trata en México es que las personas migrantes pertenecen a uno de los grupos con mayor susceptibilidad a ser enganchados por los tratantes.
Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas conforman una de las zonas más dinámicas en términos de “movimientos migratorios internos e internacionales”, por lo que se considera “una zona para la trata de personas”.
Y si bien la trata de personas en México enfrenta otras aristas, incluso más graves, como la explotación sexual de mujeres o de niños, que representa más de 70% de los casos, el gobierno de López Obrador, hasta el momento, solo se ha referido al tráfico de migrantes, decidió cortar el presupuesto a las Organizaciones No Gubernamentales que combaten la trata y desde el 17 de junio anunció que se presentaría un “Plan Nacional contra la Trata de Personas” que no conocemos aún.
Es decir, México enfrenta un fenómeno global común muy grave en el que las víctimas suelen ser criminalizadas al ser detenidas mientras los traficantes quedan impunes.