El Gran Hotel es el espacio que sostiene los sueños de Ariel Horus. El edificio es también el símbolo de una ciudad ansiosa de modernidad y rostro primermundista. Con un poco de atención es viable establecer la analogía con el Hotel de México, el edificio que en 1966 empezó a construir Manuel Suárez y Suárez.
Con ese telón de fondo, el narrador mexicano Pablo Raphael (Ciudad de México, 1970) escribe Armadura para un hombre solo (Almadía). “Es una novela sobre la imposibilidad de las utopías”, explica en entrevista.
El Gran Hotel es el espejo de la capital del país. Su imagen, añade el escritor, sirve para reflexionar sobre el peso de los objetos como inductores de memorias y recuerdos con cargas totémicas ligadas a periodos de nuestra vida. “Los objetos y el espacio ayudan a construir al personaje. Nuestros afectos están relacionados con espacios específicos”.
La figura de Ariel Horus es compleja y contradictoria. Vive una tórrida relación con Fabiana; su antagonista es su admirado pintor Escudo, un temperamental artista inspirado en David Alfaro Siqueiros, a quien encarga la realización de varios murales para su inmueble.
Pablo Raphael estructura su historia dentro de la tradición de la novela clásica griega. “Desde niño he sido fanático de la mitología griega. Mi afición nació con la película Furia de titanes y de ahí brinqué a la lectura de las biografías de los dioses. Más tarde hice un doctorado en Humanidades”.
Un coro omnipresente guía la narración y cada personaje cuenta con un claro antagonista. El Gran Hotel se puede entender como la inmensa polis/escenario donde se sostiene el drama. “Horus es una suerte de semidios con nombre de deidad egipcia, pero con prototipo físico griego y relacionado con Diógenes Laercio, el filósofo. El coro me permitió hacer vuelos panorámicos sobre la ciudad, pero también acercarme al mínimo detalle. Quería mostrar la condición humana no en blancos y negros, sino con todos los matices que hay en medio; la mejor manera de hacerlo fue poniendo personajes opuestos, así pude generar tensores dramáticos”, explica el autor.
A esto se suma el mito de Ícaro, columna vertebral del drama, donde se cuenta el ascenso y la intempestiva caída de un hombre.
Arquetipo
Armadura para un hombre solo se inscribe también en la amplia corriente de novelas urbanas, reconoce Raphael.
Sin embargo, su manera de aportar una perspectiva distinta consistió en no hacerlo a pie de tierra: “Mi intención era observar la ciudad, pero desde las alturas”.
Originalmente, el título sería presentado por el Polyforum Cultural Siqueiros, ubicado a un costado del WTC, antes llamado Hotel de México. De manera intempestiva los encargados del espacio cancelaron el permiso y se movió al Centro Cultural Elena Garro.
La razón del cambio, expone Pablo Raphael, tiene su origen en que los hijos de Manuel Suárez interpretaron que el libro dañaba la imagen de su padre. “Cada lector lo entiende de manera diferente, de eso se trata leer y la literatura. La familia Suárez podrá pensar que tomamos la figura arquetípica de Manuel Suárez, pero mi novela es ficción. ¡Cuántas novelas se han escrito usando una familia arquetípica!”
Con énfasis, el escritor asevera: “No es la biografía de Manuel Suárez. Lo usé como arquetipo. La estructura del Hotel de México se sostiene en mitos que nos pertenecen a todos. Ahí tocó The Police; hubo infinidad de conciertos de rock; hay historias legendarias de vagabundos que lo habitaron; de prostitutas que ahí despachaban, o de objetos que ahí se encontraron. El edificio funciona como símbolo del país que íbamos a tener y nunca alcanzamos”.
Pero la historia tiene más elementos. Un momento culminante es el 19 de septiembre de 1985. El sismo cambia la vida del protagonista. En su ensayo Arte y olvido del terremoto Ignacio Padilla cuestiona la poca literatura relacionada con aquel evento.
Identidad
Pablo Raphael coincide con la apreciación. “Hay un poema fabuloso de José Emilio Pacheco, algunos relatos de Juan Villoro, las crónicas de Elena Poniatowska, una novela de Edson Lechuga, algo de Fabrizio Mejía Madrid y el ensayo de Padilla... No me explicó por qué, quizá porque nuestra forma de guardar el luto es hacia dentro”.
Su respuesta da pie a otro de los temas de la novela: la identidad. Junto a autores como Heriberto Yépez, Pablo Raphael se suma a los escritores nacidos durante la década de los setenta que han reflexionado sobre la identidad del mexicano. “Somos hijos de una generación con una identidad definida. La generación del 68 imaginó un mundo e hizo su revuelta. A nosotros nos tocó ver su ideología sometida; crecimos después de la caída del Muro de Berlín. La ideología se sometió a la economía; no tuvimos una causa ni algo que nos cohesionara de alguna manera. Eso nos lleva a cuestionarnos sobre nuestra identidad”.