Definitivamente está fuera de lo normal el hecho de que un laboratorio antidopaje dé a conocer resultados cinco meses después de una prueba realizada a un atleta de alto rendimiento. Pero, aunque usted y yo no lo creamos, ocurrió con el futbolista mexicano Víctor Guzmán.
El jugador, horas antes del inicio del clausura 2020 de la Liga MX, donde se iba a estrenar como refuerzo de las Chivas, fue notificado de dar “positivo adverso” en un examen que se le aplicó en agosto de 2019.
Las muestras de orina del elemento se enviaron a un laboratorio cubano, mismo que se dio el lujo de analizarlas con una lentitud sumamente extraña, o guardarlas por falta de capacidad.
Esa rara demora genera interrogantes, además de supuestos, respecto del desarrollo profesional del propio futbolista. Es decir, hoy Guzmán tiene resultado adverso y entonces ¿durante cinco meses jugó dopado? ¡Vaya tema!
Lo normal es que luego de una prueba antidoping los resultados salgan a la luz en tres semanas o un mes, por lo que Víctor Guzmán debió haber conocido la conclusión de su proceso a comienzos o mediados de septiembre del año pasado, no casi medio año después.
Obviamente, luego de lo acontecido, el club deportivo Guadalajara regresó al Pocho Guzmán a su club de origen, que es el Pachuca.
Pero cómo son las cosas: este caso de demora de doping se da en gran parte gracias a que, con la mano en la cintura, Ana Gabriela Guevara, titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), decidió cerrar hace algunos meses el laboratorio que se tenía en México y que por cierto tardó diez años en conseguir la certificación mundial. Es por eso que hoy las autoridades del deporte de nuestro país prefieren pagar y mandar las pruebas de los atletas mexicanos a laboratorios del extranjero.
Por favor, señoras y señores responsables del tema, si los procesos de dopaje en nuestro país se canalizarán al extranjero invirtiendo miles de pesos, por lo menos hagan bien su chamba y escojan laboratorios con mayor experiencia —hay muchos con gran infraestructura y credibilidad—, no un laboratorio cubano que tardó cinco meses en dar una respuesta y que, casi estoy seguro, fue elegido porque absurdamente tienen la idea de que entre México y Cuba hay una supuesta amistad o empatía político-socialista.
Este caso de doping de Víctor Guzmán deja en evidencia que la mayoría de las decisiones tomadas en los últimos tiempos por parte de las autoridades del deporte mexicano son potencialmente erróneas.
¡Abusados!
Autoridades del deporte: no está de más recordarles que estamos en año olímpico, por lo que previo a los juegos de Tokio deben planear a la perfección los exámenes antidoping de los deportistas. Que el caso de Víctor Guzmán les sirva de lección para así evitar tener resultados fuera de los tiempos normales y establecidos, pero sobre todo anular la posibilidad de que los atletas se desarrollen infringiendo las reglas. Eso sería un desastre.
¡Ahí les encargo!