En los municipios de Gómez Farías, Ocampo, Llera y Jaumave se encuentra la Reserva Ecológica de la Biósfera de El Cielo, el área natural protegida más representativa en cuanto a diversidad de flora, fauna silvestre y ecosistemas en el noreste de México.
Por su importancia ecológica fue declarada como Reserva Natural en 1985 por el gobierno del estado, luego reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad y hoy en día es una de las maravillas naturales de México.
Cuenta con más de 144 hectáreas, que incluyen una sección de la Sierra Madre Oriental, con elevaciones que van desde los 200 hasta los dos mil 200 metros sobre el nivel del mar.
Esta reserva presenta cuatro tipos de vegetación: bosque tropical, bosque mesófilo de montaña, bosque de encino y bosque de coníferas.
Su formación, de acuerdo con los especialistas, se remonta a hace 65 millones de años, cuando se encontraba cubierta de agua y con el paso de los años fue emergiendo para dar forma a una región con una gran variedad de sótanos, grietas, galerías subterráneas, cuevas y paredes de montaña. Es por ello que hoy en día podemos encontrar fósiles de vida marina que nos hablan de una gran riqueza, al igual que vestigios arqueológicos.
Gracias a la variedad de sus ecosistemas, El Cielo, como pocos lugares en el planeta, concentra una gran cantidad de especies que solo se hayan en zonas geográficas distantes entre sí.
Por ejemplo, en la reserva se pueden observar tanto jaguares propios de las regiones tropicales, como animales adaptados a climas gélidos como el zorro gris, el venado rojo y el oso negro.
En la reserva cohabitan además 430 especies de aves residentes y migratorias, las cuales constituyen 40% de las especies catalogadas en el país. También es hogar de 85 variedades de anfibios y reptiles.
Su flora también es muy amplia, ya que abarca desde las orquídeas y magnolias, hasta los encinos.
Al iniciarse la explotación forestal a principios de los cuarentas, varios extranjeros empezaron a enterarse de la existencia de este raro y único bosque en las montañas de Tamaulipas.
El ornitólogo George M. Sutton visitó el Rancho del Cielo en 1941 y a él le siguieron otros científicos. Aaron Sharp y Efraín Hernández documentaron los primeros datos botánicos de la zona. Siguieron Harrel, Martin y muchos más.
Gracias a la hospitalidad de Frank Harrison, propietario del Rancho del Cielo, este se convirtió en el centro no oficial de los científicos que visitaban la zona. Un colegio privado de Brownsville, Texas, el Southmost College, tuvo un papel muy importante en la promoción de las investigaciones en El Cielo.
Sin embargo, esta interesante región tamaulipeca no es exclusiva para los científicos, ya que todos los amantes de la naturaleza y de los deportes de aventura son bienvenidos.
Dos de los puntos más visitados en El Cielo son los poblados Alta Cima y San José, donde se consiguen guías para ir a sitios más remotos, como la Cueva del Agua, a 20 kilómetros, donde habitan especies troglobias cuya característica es la ausencia de ojos y de pigmentación.
Los guías también pueden llevar a lugares donde es posible observar aves o restos fósiles, o a practicar diversas actividades como senderismo, ciclismo de montaña y paseos en lancha, u otras con mayor grado de dificultad como rapel, la escalada de montaña y el kayaquismo.
Todo eso hay en El Cielo; todo eso y más ofrece Tamaulipas.