Después de recibir el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes, Amat Escalante participó en una fiesta donde intercambió unas cuantas palabras con Steven Spielberg, presidente del jurado del certamen; el cineasta estadunidense confesó que después de haber visto Heli no se la pudo sacar de la cabeza.
“Quería mostrar lo que sucede alrededor de Guanajuato, el lugar donde vivo”, explica el realizador mexicano.
Su ejercicio —es preciso advertir— muestra su presente, pero sin contemplaciones. “Me interesaba abordar el paisaje, el impacto de una planta automotriz en miles de familias que construyen su vida a su alrededor; además, claro, de la situación de violencia que vivimos actualmente”, señala.
No hay trucos. La primera secuencia muestra a unos jóvenes encaminados al patíbulo. Nada decora el ambiente. Predomina el presente sin filtros. “Abro de esta manera porque me gusta advertir al público sobre lo que le espera. Si no le gusta, no tiene por qué perder su tiempo”.
A esa secuencia le sigue un flashback. Escalante se dedica a dar santo y seña de los jóvenes. Así nos presenta con Heli, un muchacho no mayor de 20 años. Vive con su esposa y su pequeño hijo, en casa de su padre, donde también habita su hermana, una alumna de secundaria que se enamora de un chico con aspiraciones de ingresar al Ejército.
Un cúmulo de infortunados sucesos pondrá a la familia en la mira del crimen organizado. “Quería hablar de la prontitud con que los niños se convierten en adultos. En Guanajuato es algo normal. Puedes ver a jovencitas de 13 o 14 años teniendo bebés. Si a eso sumamos a los niños que se convierten en torturadores, pues tienes una juventud en crisis. De pronto alguien de 18 años ya parece un adulto; y no es así”.
Aspiraciones
Autor de Sangre (2005) y Los bastardos (2008), Amat Escalante ha construido una propuesta visual donde no cabe la docilidad. “Soy un director de riesgos y asumo que puedo llegar al mal gusto. Empiezo con la escena del colgado porque ya nos acostumbramos a verlos, pero no solemos saber quiénes son. Y yo quería mostrar el contexto que los lleva a terminar así. Creo que esa es una manera de traspasar la nota roja; no es nuevo, la literatura y el periodismo lo intentan todo el tiempo”.
Una de las líneas sobre las que se mueve Heli es justo la que separa al amarillismo de la documentación. “En México hay una explotación casi pornográfica de la tragedia y la violencia. Solemos tratarla de una manera superficial y mi objetivo era reflejarlo, pero desde una perspectiva crítica. El amarillismo tiene que ver con la forma en que se presenta al público. Todo mundo tiene morbo y entiendo que es un registro visual, pero si se maneja como producto se vuelve desagradable”.
En principio, Heli se suma a filmes como El infierno, de Luis Estrada, y Miss Bala, de Gerardo Naranjo, que buscan describir la convivencia del crimen organizado con la sociedad civil.
Para Escalante cada cinta aspira a cosas diferentes. “El cine de ficción no debe informar, su función es más personal. Me gustaría que Heli propiciara mayor atención hacia los jóvenes. Por eso me enfoqué en ellos y en los niños. Pretendo que el público vea que el futuro es lo que importa”.
Una lectura de la historia apunta a que Heli termina en medio de una confrontación entre criminales y militares. Su frustración es tal, que acaba por hacer justicia con su propia mano. Si bien el guión y el rodaje tuvieron lugar entre 2011 y 2012, su argumento coincide con lo que vemos en distintas poblaciones del país, donde civiles han optado por la autoprotección. “El guión es intuitivo. Sin hacer grandes estudios o análisis, son cosas lógicas. Si las instituciones no ayudan al personaje, él toma la ley en sus manos. Es algo relacionado con la naturaleza humana. En una versión anterior del guión la alusión era más obvia. De hecho, mi primer final mostraba a Heli vendiendo grapas con su esposa. Incluso se filmó. Pero luego cambiaron muchas cosas y no me gustó tanto. De alguna manera, la película muestra el conflicto personal de un joven que no quiere volverse malo”.