MAGIA EN EL TEATRO

Movimientos escénicos milimétricos, con una precisión de relojero suizo.

Foto: Especial
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Redacción
Todo menos politica
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El teatro es tan infinitamente fascinante porque es muy accidental, tanto como la vida.

Arthur Miller.

Pintor expresionista, amigo de Eduard Munch y Paul Gauguin, Johan August Strindberg se desarrolló entre la literatura, la fotografía y por supuesto la pintura, aunque nunca se le reconoció por esta actividad.

Este autor sueco logró escribir más de 70 obras, entre las que destaca El padre y la señorita Julia. Nació el 22 de enero de 1849 y murió de cáncer el 14 de mayo de 1912. A su entierro acudieron cerca de 50 mil personas.

Es quizás el máximo exponente del expresionismo. Vivió como escribió: una vida atormentada, llena de conflictos, donde una de sus máximas era “el poderoso acaba dominando al débil”.

Su primera esposa fue Siri von Essen, quien estaba casada con un militar. Ella tenía inquietudes teatrales, razón por la que incursionó en ese mundo, donde conoció a August. Tuvieron una relación platónica y en 1987, después del divorcio de ella, se casaron.

Fue en este periodo cuando Strindberg creó El padre…, donde mostró una serie de conflictos entre el capitán y su esposa por la educación de su hija. En la obra la manipulación se hace presente por parte de ella ya que controla para hacer lo que cree más conveniente para la formación que su hija deberá tomar. No le sigo para no spoilearles la historia. Aquí la crónica de lo que viví.

Comí en Los Danzantes (muy rico, pero hay que llevar dinero) para festejar el cumpleaños de mi amigo Juan Carlos García (el Dr. Bolavsky) y a las cinco partí. Tenía una cita con el maestro Quintanilla para la Compañía Nacional de Teatro. Raúl llegó, como siempre, cinco minutos antes y comenzamos a platicar hasta que Enrique Singer (director de la compañía) le pidió que lo acompañara para no sé dónde. Tardó solo unos minutos y pasamos a la sala Héctor Mendoza, donde estuvimos 20 minutos. Los actores fueron llegando poco a poco y todos, sin excepción, saludaron muy respetuosa y cariñosamente al maestro Quintanilla. Su asistente anunció que el ensayo comenzaría a las 18:30. Raúl lo increpó, pero estuvimos esperando un buen rato.

Calidad

Casi al llegar las seis de la tarde apareció mi amigo Bolavsky. El director se mostró muy molesto porque no lo invitó, pero aclaro: él llegó por su propio pie; yo solo le mencioné que iría al teatro cuando me retiraba de su comida. Muy al estilo hitleriano, Quintanilla se levantó de su asiento y dijo: “Voy atrás, a la última banca, porque voy a tomar apuntes”. Casi logró que me sintiera mal.

Los actores fueron apareciendo poco a poco en el escenario, preparando sus actuaciones en un ritual que me pareció fascinante. Algunos gesticulaban y gritaban, otros se contorsionaron e hicieron ejercicios físicos; según el maestro para crear un estado de relajación.

Dieron la tercera llamada y la magia comenzó. El reparto, de primera: Roberto Soto, el padre; Ana Ligia García, la madre; Óscar Narváez, el doctor; Marco García, el pastor; María del Mar, la hija; la escenografía de Philippe Ammann, y la dirección de Raúl Quintanilla de Fuste.

Las actuaciones fueron de altísima calidad. Los movimientos escénicos milimétricos, con una precisión de relojero suizo. Impresionante lo que vi y sobre todo lo que me hicieron sentir. Es lo que el maestro Quintanilla nos tiene acostumbrados a ver: realmente un trabajo excepcional que no se deben perder por nada del mundo. Lo único malo es que solo habrá 20 funciones.

En fin, mi amigo y yo salimos fascinados de tan grata pero fuerte puesta en escena. Aunque un poco como el personaje del padre, donde el poderoso domina al débil, el querido maestro nos dominó con su mirada.

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