Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la frontera es el punto que marca un confín de un Estado. La definición se ciñe a cuestiones políticas y geográficas. Habrá quien piense en límites más personales y menos evidentes.
Para efectos de Purgatorio: viaje al corazón de la frontera, la película de Rodrigo Reyes, aplica el concepto geográfico y político.
El realizador vive en California. Ahí trabaja como intérprete dentro de un juzgado. Su oficio lo coloca cotidianamente ante episodios de migrantes que tienen algún tipo de caso por resolver relacionado con el tránsito fronterizo.
“Cuando empecé a hacer cine vivía en San Diego y cruzaba mucho a Tijuana. Poco a poco germinó mi cuestionamiento:¿qué es la frontera?”, explica el cineasta en entrevista con Vértigo.
Más que revisar la dificultad del inmigrante latinoamericano se centró en la vida que ocurre alrededor de la línea que separa a México de Estados Unidos y para conseguirlo echó cámara al hombro e hizo un recorrido por los bordes de ambas naciones.
“Quería transmitir la idea de un sueño y evitar centrarme en el tema político porque creo que ya hay una saturación sobre el asunto. Mi propuesta no es ofrecer respuestas sino abrir la puerta a todas las preguntas y que el público me acompañe en una especie de odisea a través de la frontera. Quería plantear preguntas sobre los seres humanos que hemos construido ese lugar”, señala.
El documental se filmó con recursos del propio Rodrigo Reyes. Sin ánimo de esperar becas o estímulos, empezó el rodaje por su cuenta y riesgo. Una vez iniciado el proyecto se lo planteó al productor y titular del festival DocsDF, Inti Cordera, quien se sumó a la idea y ayudó en la realización del filme.
“Armé un equipo de tres personas. Aprendí que la mejor manera de acceder a la gente es dejando la menor huella posible y para esto un equipo pequeño es más efectivo. Si bien mi sonidista hablaba español, busqué un fotógrafo que no lo hablara para que su percepción fuera más sensorial que textual: esto le aporta al documental una intensidad importante”, explica.
Acompañado de una estética que privilegia una poética visual y alejada de todo cliché, Purgatorio: viaje al corazón de la frontera propone un acercamiento neutro en términos de denuncia y más próximo en cuestión de sentimiento. Para el director el cine tiene la virtud de dar experiencia y remover los sentidos. “No me interesaba competir con los periodistas. Ellos cubren muy bien el día a día y yo quería ofrecer un viaje donde todos somos peregrinos. El documental te deja con la frustración de que no hay una respuesta absoluta”.
Un fenómeno con matices
A lo largo del recorrido el espectador descubre a personajes que en principio, sobre todo del lado mexicano, asumen a la frontera como un sitio de paso, sin embargo al transcurrir el tiempo se apropian del territorio hasta generar un vínculo de identidad. “Aún persiste la idea de la frontera como un lugar de transición. Incluso los migrantes no se llegan a conocer y prefieren quedarse en una especie de burbuja. Las fronteras sólo existen en tanto que la miramos a partir de nuestras limitaciones. Hasta que alguien no nos señala el muro, lo vemos como algo presente y poderoso”.
Rodrigo Reyes reconoce que su condición de intérprete en un juzgado le ha permitido desprenderse de la tentación de juzgar a los implicados. “Gracias a mi trabajo pude hacer a un lado el impulso sensacionalista. Antes de encontrar a los personajes hice una lista de arquetipos que quería mostrar”.
Dentro del catálogo de personajes uno de los que más llaman la atención es un cazainmigrantes estadunidense. “Durante el rodaje de mi anterior película, Memorias del futuro, oí hablar de él. Es impresionante el esfuerzo que hace solo en el desierto. Cuando un personaje tiene tanto compromiso con una idea genera emociones encontradas porque además tiene momentos de lucidez. Él le pregunta directamente a los mexicanos: ‘¿Por qué no hemos hecho algo más con nuestro país?’ Mueve al público porque algunas de las preguntas que plantea son válidas. No puedes moverte en función del blanco o el negro, es preciso contemplar los matices. Tampoco podemos decir que todos los inmigrantes son personas buenas”.
En este sentido el director admite que el cine sobre migración de origen mexicano tiende a la apología o la victimización desmedida. “Se nos suele decir que los malos son los gringos pero la realidad es que todo es un juego político. Si los estadunidenses no tuvieran la válvula de escape de la migración, ¿qué hubiera sido de la industria? Supongo que todo se hubiera problematizado. Es un juego perverso: en Estados Unidos la reforma migratoria no se hizo como se había prometido y México tampoco genera las condiciones para dar a su gente oportunidades de trabajo. En realidad la migración es un problema grande y complejo que poco tiene que ver con la victimización”.