¡GRITEMOS, MEXICANOS!

Nada más atinado que exaltar los conceptos acompañados de acciones comunes para empezar a trazar rutas de progreso.

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Columnas
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Gritemos por el país que, en discrepancia con el mandato contenido en la popular copla, aún canta, pero con dolencia cada vez más llora. Esta patria de tierras y horizontes vastos hoy se alumbra en un contexto que constata con claridad que lo único que en la vertiginosa actualidad se encuentra como constante es precisamente el cambio. Cambio de definiciones y modelaje, el que esculpe entre nuestras grietas y estimula el crecimiento profundo de la cofia de nuestras raíces.

El cambio que apersonado en los episodios nacionales ha servido como gradina afilada que poco nos ha permitido atestiguar el surgimiento de esta identidad nacional. El grito más sonoro donde, al menos en la fecha consagrada, debe fusionar nuestros pareceres e incrementar nuestra hermandad.

Y en la fecha de mayor fiesta y jolgorio, un Zócalo vacío. Duro simbolismo de los tiempos vividos, que no debemos hacerlo augurio de destino común. Son tiempos que precisan del acompañamiento y presencia con participación sobre diversos temas. Esos que identifican de raíz los problemas que de forma compartida tenemos todos los que habitamos el país. Aquellos clamores donde aún permanece la deuda que no ha distinguido colores de la política para presentarse, son llamados a la unión de núcleo en conceptos en los que la gran mayoría seguramente estamos de acuerdo.

La encendida arenga abarca nombres y valores. El ferviente patriotismo nos exalta para concederle un “viva” a la libertad, a la justicia, a la democracia, a la igualdad, a la soberanía, a la fraternidad universal, al amor al prójimo, a la esperanza en el porvenir y a la independencia. Y nada más atinado que exaltar los conceptos acompañados de acciones comunes para empezar a trazar rutas de progreso.

Vivas

Viva aquella libertad que tutela nuestra Constitución para poder expresarnos sin censuras ni reprimendas, la que edifica con opiniones diversas y no pone límites ideológicos a su manifestación. Viva la justicia, aquella que no es selectiva, la que no se vuelve incisiva con adversarios ni piadosa con los cófrades del poder. Viva la democracia, aquella que se ampara en la enorme diversidad de opiniones que hacen consenso en mayorías, la que no recrimina al distinto pensar y la que respeta el mayoritario sentir. Viva la igualdad, la que propone condiciones equidistantes para el desarrollo y la prosperidad, la que genera escaleras para salir a flote y no la que acomoda colchones para estancarse en el conformismo. Viva la soberanía, esa que no arrodilla sin dignidad a un país ante otro poderoso, ni la somete con amenazas de reprimendas económicas o políticas. Viva la fraternidad al igual que el amor al prójimo en un México que cada vez se parte más en violentas divisiones y que deja de identificar su unión filial para convertirse en un cuadrilátero de odios. Viva la independencia de pensamiento, de instituciones que equilibran el poder desmedido, de ideologías y de sentires; claro que todo ello viva y que viva en la esperanza de que así ocurra.

Estamos en el momento oportuno para obligar a que nuestra diversidad nos reconcilie en la identidad. El acompañamiento de la vida cotidiana con doctrina política ha hecho de los mexicanos un crisol de antagonismos que hoy tienden a recrudecerse. Siempre en el trayecto encontramos el lustre del heroísmo en quienes han combatido con acendrado patriotismo al invasor, al transgresor, al latifundista, al opulento, al abusivo y al corrupto. Parecería un viaje dentro del bucle infinito ponernos en esquinas diferentes. Una ubicación distante que hurga en las diferencias del pasado para justificar las crisis del presente. Gritar por un cambio no es pedir gráciles concesiones. Alzar la voz hasta llegar a los decibeles que ensordecen por estridencia es una obligación cuando se quiere generalizar la blanda idea de que “vamos bien”, pero la generalidad de sucesos nos indica que cabe la rectificación tanto en sociedad como en gobierno para que sin duda se clame “ahora sí vamos mejor”.

Así como en esta conmemoración donde prestamos nuestros oídos a la diversidad musical que va desde la marimba hasta la tuba de la banda, entendamos que esa pluralidad nos puede hacer invencibles. Que las 210 velas en el pastel de la patria sean a su vez pequeñas antorchas y recordatorios de que sí existe esperanza: ¡gritemos eso, mexicanos!

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