La admirada democracia perfecta, aquella cuyos estandartes se izan en todo lo alto ante el mundo con presunción de valores intocados como la libertad y la tolerancia, en pasados días fue puesta en la rasposa sombra de la duda en su eficacia.
Y quién mejor para plantear sus fallos que aquel encumbrado mandatario que con actitud de absoluto no entiende mayor razón que la propia. Donald Trump arrolló a Joe Biden (al menos en la muy lamentable forma de exposición) en un debate que cimbra al país por la advertencia que involucra: la democracia efectiva estadunidense, la perfección en confiabilidad electoral y la cristalina actuación humana en apego al respeto de la voluntad mayoritaria va a fallar, va a colapsar y se tendrá un escenario de cuestionamientos y posiblemente de judicialización de los resultados en noviembre.
Pero la advertencia del escenario poselección se adereza con un componente preocupantemente peligroso para los norteamericanos. El momento de tránsito de Estados Unidos es inédito y el debate de Cleveland es un asomo al espejo en el cual la nación se mira día a día. Una potencia mundial donde los monumentos e iconos en los que se apoyaron los valores patrióticos se desgastaron al grado de volverse invisibles para muchos.
En una función circense protagonizada por Biden y Trump los estadunidenses pudieron constatar en un asomo cuán descompuesto y polarizado se torna el país de las barras y las estrellas.
Y en ello mucho tiene que ver el antecedente de contar con el mal ejemplo con el cual predica Trump al mentir, señalar y tergiversar información sin mayor miramiento que el tamaño de su propio cinismo.
División
En el aire se encuentran temas que no solo generan controversia sino que además provocan la separación con odio en esquinas de verdaderos enemigos. Tan solo por tomar un ejemplo: ¿podemos imaginar la licencia que concede a los grupos más radicales de supremacistas el que Trump no condene su actuar en tiempos de exacerbado racismo? ¿O acaso con una base votante sólida fincada en dichos grupos es prudente arengarlos tácitamente a que continúen en la época del esclavismo? Es en el núcleo del pueblo estadunidense donde se siembra un ánimo de recelo y poca credibilidad en el actuar de las instituciones que, en un pueblo fanatizado, puede llevar a cometer las más atroces arbitrariedades.
Lo visto el pasado martes por la noche fue todo menos un debate. En las voces sobrepuestas nunca se pudo dilucidar una mínima carga de propuesta ni de uno ni de otro candidato; sencillamente no se entendió cuál es la postura sobre los ejes de discusión pactados, como el tratamiento a la pandemia de Covid, el cambio climático, la política fiscal o el programa de salud. Pero lo subrayadamente sorprendente es que a pesar de que no existió un ganador, encuestas como CSPAN, Telemundo y CNN dieron como triunfador preliminar al actual presidente de Estados Unidos.
Es ahí donde se puede analizar si es que el votante norteamericano le concede privilegio al estilo bravucón y petulante de un Trump que aún puede venderse triunfante como el hombre fuerte y protector, sobre el anciano de la vista caída y la voz titubeante y por momentos tartamuda que representó Biden.
Desde aquella confrontación verbal que paralizó a Estados Unidos hace 60 años, donde Nixon y Kennedy esgrimieron argumentos en el primer debate de aspirantes a la Presidencia de aquel país, la atención concedida por curiosidad o por real interés para optar fue abrumadora y adoptó especial interés en una elección donde la preferencia se encuentra dividida entre los norteamericanos. En un momento diametralmente distinto al de aquel 26 de septiembre de 1960 se llegó a la apoteosis de un cara a cara esperado, donde el desgaste por un estilo de gobierno que para muchos raya en la insensatez y la locura tiene a Trump en la antesala del infierno.
No se equivocaron muchos que lo auguraron: Trump no está acabado y aún alardea con el cinismo que lo distingue y con la irresponsabilidad de crear un futuro próximo donde la lucha norteamericana ya no será allende las fronteras sino en los hogares y en las calles de un pueblo lastimado por una honda y fomentada división.