LIBERTAD Y PATRIA

APTOPIX Cuba Protests
Ramon Espinosa
Columnas
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Ninguna nación puede florecer en la carencia de la libertad y si hay un modelo que censura, oprime y desincentiva cualquier expresión de la libertad individual o colectiva es el socialismo.

Es ahí donde, después del encantamiento que deja el reiterado discurso vacío, aquel que antagoniza a las clases sociales y condena cualquier forma de generación de prosperidad, viene la realidad pulsante que a algunos les llega con ritmo acelerado y a otros les toma años para madurar en el descontento.

Pero inevitablemente los experimentos socialistas o neocomunistas tenderán al colapso porque de origen tienen fallas gravísimas en su diseño.

Sin embargo parecería que la humanidad aún tiene lecciones no aprendidas al adoptar esta forma de organización y gobierno, incluso cuando a lo largo de un aleccionador siglo XX las naciones que se rigieron por el autoritarismo se desmoronaron ante los ojos del mundo.

Es así que Alemania, Camboya, la Unión Soviética y Corea del Norte en distintos momentos y circunstancias transitaron esa ruta con resultados muy similares: deterioro económico acelerado, represión, negación del ejercicio de libertades individuales y derechos universales, miseria social y finalmente descontento generalizado.

Tenemos por igual casos recientes en que la adopción de supuestos socialismos o neocomunismos de cara amable encantó a poblaciones como la venezolana, la boliviana o, por supuesto, la eternamente revolucionaria Cuba, país que podría vivir su despertar definitivo ante la paupérrima vida a la que se le condenó por un régimen caduco y anquilosado: de forma inédita en 60 años los cubanos salieron masivamente a las calles al grito de “libertad”.

Transición

La expresión del hartazgo colectivo bien podría tener mucho mayor alcance en este intento, a diferencia de ocasiones como el acontecido hace 30 años, el llamado Maleconazo, protesta masiva en La Habana en 1994 que se apagó súbitamente por la carencia de comunicación en la isla. De hecho la gran mayoría de las provincias nunca se enteraron de aquel suceso. Hoy la conectividad del internet generalizó —al menos en un primer momento— ese llamado a la acción que era tan necesario entre una población con enormes carencias e inconformidades.

La crisis económica agravada por los efectos de la pandemia es un caldo de cultivo poderoso. Una Cuba que tiene que amanecer cada día con escasez generalizada de alimentos, medicinas y productos básicos es la misma que gestó una inconformidad rampante al anochecer también entre apagones y desabasto eléctrico selectivo. Y tal vez sea momento de que la comunidad internacional no peque de inacción y, en una exigencia moral por la cohesión y la altura de miras, promueva una transición hacia el único remedio que abatirá el “bunkerismo” de la isla: la democracia plena y sin adjetivos.

Es imperante movilizarse. Es necesario actuar para sacar del engaño ideológico impuesto a los cubanos por décadas, aquel que solo deja lamentables penurias. Ante la aparente indefinición y nulo actuar de Estados Unidos es viable un empuje decidido por parte de la Unión Europea y los Estados latinoamericanos convencidos de la gravedad de esta crisis humanitaria. Mucho más allá de intereses estratégicos o falsas apreciaciones injerencistas está un pueblo cubano que sufre bajo el asedio de tiranos como el presidente Miguel Díaz Canel, quien no oculta su frustración y pequeñez al culpar por un lado a los norteamericanos por la crisis vivida y por otra parte ordenar la represión contra los insurrectos, lanzándoles encima a los fanatizados leales al gobierno.

No es con cárceles llenas como se podrá remediar lo que ya es inocultable: Cuba está cansada de los discursos, cansada de los llamados a la lealtad patriótica y cansada de la corrupción cínica de quienes ocupan una cúpula gubernamental y militar francamente podrida.

En el caso de nuestro país, si bien es cierto que históricamente se mantuvo en el pragmatismo de una relación con la isla que le significó negociaciones con Estados Unidos, ya no resulta sostenible que nos lavemos la cara ante una dictadura represiva que viola sin pudor los derechos humanos de sus nacionales. Demostremos altura. “Libertad y Patria” en un mundial y espontáneo grito al unísono que acalle el doctrinario y rancio “Patria o Muerte” sería muestra real de justicia y solidaridad.

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