Cual alusión a una película de ciencia ficción hoy tenemos hacia adelante una infinidad de posibilidades donde cada mexicano bien podría labrar una historia exitosa. Sin embargo las condiciones adversas que nos presentan estos tan aciagos meses limitan considerablemente lo que una población tan vasta y diversa como la de nuestro país puede conseguir. Conocer ese mapa de datos coloreado con una paleta de múltiples tonalidades nos deja entender de mejor manera quiénes somos y dónde nos ubicamos para deseablemente pactar hacia a dónde queremos ir.
Por ello es de destacar con vivos colores la labor del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que permitió que, a pesar de las complicaciones naturales de una contingencia sanitaria, contáramos con el Censo de Población y Vivienda: hoy sabemos un poco más de nuestro país con una radiografía actualizada.
Este país que en una década ha sumado a la aventura de ser mexicanos a poco más de 13 millones y medio de habitantes y se ha negado a moverse de un robusto undécimo primer sitio cuando de número de población se trata.
Nosotros que compartimos destino en un equilibrado barco cuya mayoría por fortuna son mujeres, quienes no solo son más de la mitad de la población sino que a través de cruentas luchas que han reivindicado su papel en nuestra sociedad hoy constituyen la mejor mitad de nuestro país.
Somos la patria que rejuveneció por el sur chiapaneco en una media de 24 años y que a la vez pintó más canas en la majestuosa capital, donde rozamos el común de los 35 años.
Es este el territorio donde a pesar de haberse duplicado el número de divorciados aún abraza la fortaleza que representa la unión de la familia.
Somos un crisol de sonidos vivos desde el cual resuenan las lenguas de aquellos que nos dieron historia; donde el castellano se entrevera con las voces del náhuatl, del maya, del tseltal y del tsotsil, pero que aún recoge tonos de awakateko, kiliwa y cucapá.
Aquí estamos aún quienes creemos que nuestras posibilidades son mucho mayores a nuestras limitantes. Quienes nos hemos aferrado con uñas y dientes para no rezagarnos en aprender y con pasos diminutos le hemos ganado terreno al analfabetismo para avanzar 2.2% ante el lamentable aislamiento por ignorancia a la que aún están condenados casi cuatro millones y medio de mexicanos que no saben lo que es ejercitar la escritura y cultivarse por medio de la lectura.
En este país hay mexicanas que han tomado las riendas de la productividad para conseguir un agigantado avance en la participación económica y significar 15.7% más que en un no tan lejano 2010. Pero ahí estamos al igual esas mujeres y hombres que en un gran porcentaje han reducido sus capacidades económicas y su mejora en la calidad de vida.
Un tema apremiante por el contexto es aquel que dolorosamente indica que todavía 26.2% de la población no cuenta con afiliación alguna al sistema de salud. Ese sistema prometido en mejores estándares de atención es hoy el gran campo de batalla en la pandemia y donde el IMSS también respira con dificultades por ser esa la instancia que concentra más de 50% de la atención total.
Pero seguimos vivos los mexicanos que creemos en ese mejor país. Vivimos cada vez menos hacinados en las viviendas y a esta distancia recorrida desde el pasado censo cada vez construimos con mejores materiales nuestros espacios. Se dejan atrás el adobe y el lodo y se opta en mayor medida por el tabique y el cemento, a la vez que alumbramos las noches con energía eléctrica en 99% de todos nuestros hogares.
Y también alumbramos esperanzadamente nuestros días venideros con esta gran fotografía. La que fue tomada con una complejidad suprema por rotación de personal, miedo de contagio y sana distancia. El esfuerzo de casi 150 mil valientes que cumplieron su labor para enumerarnos y presentarnos este perfil que deja en nuestra responsabilidad y la de los gobiernos el edificar millones de futuros posibles en los cuales estemos todos en la prosperidad.