¿QUO VADIS, MÉXICO?

No podemos permitirnos la división que rivaliza a mexicanos con mexicanos.

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Columnas
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Ya que la moda impone apuntalar al dicho político en la alusión religiosa referiré esta anécdota que pertenece al imaginario colectivo y cuya reseña documental se contiene en uno de los denominados libros apócrifos que dan cuenta de fragmentos de vida de los apóstoles.

En Hechos de Pedro se dice que, en medio de la más cruenta persecución a los cristianos en Roma, Nerón cometía impensables torturas y crueles sacrificios que atemorizaban a todo aquel que predicara dicha religión. Aterrado, Pedro huyó de Roma y en el camino encontró a Jesucristo en la Vía Apia. ¿Quo vadis, domine? (¿A dónde vas, Señor?), preguntó el apóstol. Voy a Roma para volver a ser crucificado, fue la respuesta de Jesús.

Ante la certeza de rumbo y la mostrada valentía el desenlace fue que Pedro rectificó y regresó a su actividad en la cuna de Italia.

En los mexicanos hoy hay una pregunta similar que precisa ser resuelta con certeza para avizorar rumbo y destino. La polarización de pareceres y la información que tiende a contrastar afinidades políticas causan un clima enrarecido que a muchos deja temerosos ante el incierto porvenir. Este contexto donde el presidente López Obrador ha rendido cuentas de la marcha de la administración pública es una trama de divisionismo que no nos ha permitido trazar una ruta de certeza ante nuestras posibilidades y de valentía ante nuestros retos. Ese hilo común que nos enhebra a todos los que habitamos este país hoy permanece sumamente borroso.

Un presidente que aún goza de altos niveles de aceptación a pesar de las notorias adversidades es aquel que ahora podría ajustar el tono de discusión en una nueva vía constructiva en torno de los grandes pendientes que prevalecen. El mal desempeño de la economía, la inseguridad agobiante, la grave crisis en el sector salud por la pandemia y la rivalidad de ideologías que nos acecha con tonos fratricidas son aún temas que alientan la confusión y distancian del arreglo.

¿Enemigos?

Por una parte, el gobierno precisa que ahora por el bien de todos primero se rescata a los pobres. Esto se convalidaría con datos de avance en la creación de empleos formales, con cifras que indicaran disminución en los índices de marginación y pobreza o aquellas que mostraran un repunte en el poder adquisitivo del consumidor de bienes y servicios. La realidad muestra lo contrario. El PIB se contrajo 18.7% respecto del mismo trimestre medible en 2019, el desempleo aumentó en razón de un millón 117 mil 583 plazas formales entre marzo y julio, y el poder adquisitivo entre la población menguó considerablemente. Es tiempo entonces de tomar medidas promotoras de inversión y desarrollo más poderosas y visibles.

En otro rubro, la inseguridad cabalga a pesar de que la aseveración es que ya no gobierna el crimen organizado. Es aquí donde sonados casos de impunidad y los casi 60 mil homicidios ocurridos en lo que va del año contradicen el dicho oficial.

La crisis en materia de salud desafortunadamente también cobra vidas. Aseveramos que tenemos el mejor gobierno en el peor momento y es cierto: es el peor momento vivido por la humanidad ante una amenaza viral de alcances desconocidos; pero no sirve la loa cuando desde la voz retadora del encargado del control de la pandemia en el país llegamos al escenario más catastrófico posible. Estamos en la cercanía de la inviabilidad en la atención si los números de contagios se disparan de nueva cuenta.

Pero finalmente un punto donde se debe poner un doble subrayado en rojo: no podemos permitirnos la división que rivaliza a mexicanos con mexicanos. Los anteriores y penosos problemas no encontrarán soluciones en la confrontación. Estamos, por tanto, en un escenario de necesidad por un cambio urgente de ese tono que azuza al ataque; aquel que nos pone en esquinas donde nos distinguimos como enemigos. No es viable ni responsable incitar a calar más hondo en lo que ya en otras épocas nos ha debilitado.

Así, aparece oportuna la pregunta a la patria doliente: ¿Quo vadis, México? ¿Al enaltecimiento y la concordia colectiva? ¿O hacia el inevitable martirio de la dolorosa crucifixión?

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