RUSOFOBIA PROMOVIDA

Las ventajas competitivas que ese país tiene en medicina son notorias.

Guillermo Deloya
Columnas
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No existe científicamente una posibilidad más efectiva para la generación de inmunidad hacia una enfermedad viral que la inoculación de una vacuna en el ser humano. Es por ello que cuando el mundo se vio azotado por la pandemia del virus SARS-CoV-2 emprendió una carrera vertiginosa para encontrar un remedio médico en dicha vía.

El logro es supremo si se toma en cuenta el tiempo en que se ha conseguido el objetivo, tal vez equiparable incluso a la llegada del hombre a la Luna. Si somos generosos al valorar tal logro colectivo tendremos una mejor disposición y apertura hacia los argumentos de la ciencia para dejar a un lado los rumores poco informados y tendenciosos que en este momento poco se necesitan. En ese río turbulento de pesquisas y pareceres es que surge la posibilidad de vacunar a un sector importante de la población mexicana con la vacuna rusa Sputnik V. Sin embargo a pesar de que la misma no goza de la mayor confiabilidad medible entre los mexicanos, 60% estamos de acuerdo en que se nos vacune con ella.

La mayor confianza depositada entre el mercado de posibilidades la tiene Pfizer con 73%, lo cual deja al remedio ruso con un muy aceptable 63%. Si aprovechamos el momento para transmitir fiabilidad en los resultados que por igual se han dado a conocer sobre los efectos positivos de la Sputnik, mejor camino tendremos hacia una pronta inmunidad colectiva. Atrasar con recelo el pinchazo nos afecta en general. Pero si atendemos a los hechos podremos darnos cuenta de que muchos ciudadanos requieren información atingente y de calidad; así se sabría con claridad que conforme a los estudios aplicados por su creador, el Instituto Gamaleya, las contraindicaciones para tal vacuna se encuentran en el parámetro de lo razonable y la conveniencia por contar con ella en el sistema es mucho mayor a la posibilidad de una falla de salud provocada por esa inoculación.

Excelencia

Aquí habría que tener en cuenta lo que una potencia como Rusia dedica a la investigación científica y la tradición que tiene en la apuesta por reflejarlo en enormes presupuestos para solventar tales ramos. Así, después de la recuperación económica y el resurgimiento del país en los noventa, el gobierno ruso inició un aumento progresivo de los fondos destinados a ciencia, que poco después de 1998 se incrementaron hasta en 90% para llegar a significarse en 2% del PIB destinado tan solo a la investigación médica especializada. El avance de la economía de mercado en tales latitudes obligó a su vez que se generaran alianzas estratégicas para la formación de capital humano desde el seno universitario y ahí la aportación en conocimiento y vanguardia tecnológica de Cisco, IBM e Intel, entre otras grandes corporaciones, ha forjado generaciones de profesionistas que compiten fuertemente en los mercados europeos y asiáticos, aun cuando estos últimos destacan por la excelencia en su composición laboral.

Las ventajas competitivas que ese país tiene en medicina son tan notorias como para no tomarlas en cuenta sobre el tema que nos ocupa. Los datos recientes publicados en la revista The Lancet vienen a corroborar el cuidado que se ha dado a las pruebas correspondientes; el universo de 20 mil pruebas en seres humanos no arroja alerta alguna que diste de la normalidad para estudios de ese tipo. Por igual, la aplicación estricta de protocolos internacionales y la claridad de datos en frecuencia de aplicación y el subsiguiente monitoreo hacen de tal revelación un alivio para la comunidad que no encontraba certeza en información fidedigna para optar por la vacuna.

El enorme entuerto que encontramos aquí, además de la sesgada “infodemia” adversa, es la caótica logística implementada para su eventual aplicación, así como la confusión de acciones que el gobierno federal no termina por articular en un plan de comunicación eficiente hacia el ciudadano. La intervención de cuadrillas de servidores públicos afines a una doctrina política en tal proceso hace aún más controvertible el tema ante la posible contaminación por uso electoral, lo que causaría que un remedio valioso se acepte menos al no ser operado con pulcritud.