LA HISTORIA Y EL MEDIO AMBIENTE

“El interés de los historiadores por la sustentabilidad lleva ya tiempo gestándose”.

Ignacio Anaya
Columnas
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Cuando se piensa en las maneras en que uno puede combatir el cambio climático, estas terminan siendo desde una perspectiva práctica y presentista. Los cambios en nuestros estilos de vida y la concientización en llevar a cabo acciones más inmediatas se han convertido en elementos que se nos inculcan para combatir esta crisis. La realidad es que terminan quedándose cortos frente a los daños creados por las grandes industrias, corporaciones e incluso proyectos gubernamentales.

Históricamente hablando, es casi imposible lograr un movimiento de masas que genere una transformación radical… si no proviene desde arriba: el cambio no está en el individuo, lo está en una colectividad controlada que cambie porque así lo requiere el sistema.

Por ello una de las grandes mentiras fue hacernos creer que en nosotros estaba la verdadera lucha contra la aceleración del cambio climático. Nuestras acciones valen poco frente al daño provocado por los grandes monopolios y gobiernos.

Ante esta situación los historiadores no podemos quedar ajenos a la problemática, pero siempre llega la pregunta, ¿qué podemos hacer desde nuestra disciplina?

Conocimiento y ecosistemas

Uno de los primeros pasos es generar conciencia sobre el problema que enfrentamos. Aunque el calentamiento global se ha visto como una cuestión contemporánea, lo cierto es que también tiene una dimensión histórica, la cual puede ayudar a comprender su gravedad. Para esto son necesarios trabajos interdisciplinarios entre diversas ciencias sociales. En la actualidad se han logrado generar gráficas y estadísticas que muestran la actividad humana y las consecuencias que esta le provocó al medio ambiente en distintas fechas. No obstante, me parece que aún se puede hacer algo más. Cabe mencionar que el interés por parte de las y los historiadores por la sustentabilidad lleva ya tiempo gestándose e instituciones promueven congresos, foros, pláticas y conversatorios que abordan dicho tema desde la historia.

Por mi parte, aquí les traigo un pequeño ejemplo sobre cómo se puede aplicar el conocimiento histórico para la conservación de los ecosistemas.

Hace ya tiempo giró en redes sociales un evento que me pareció de lo más ignorante y trágico. Se trató de una ceremonia donde fueron “liberados” varios ajolotes (o axolotes) en las aguas de Xochimilco. En el evento participaron alcaldes de Morena. Es triste pensar que para cuando esté escribiendo este texto, ojalá no sea así, la mayoría de estos preciosos seres estarán muertos, pues aunque estas personas no lo sepan el lago de Xochimilco lleva tiempo siendo un ambiente peligroso para el ajolote debido a la contaminación del agua, la expansión urbana y la introducción de otras especies que ponen en peligro a este animal.

A lo largo de su historia el ajolote mexicano ha sido una especie fascinante de salamandra para diversos investigadores. Desafortunadamente, también ha pasado por momentos difíciles. A comienzos del siglo XX el lago de Xochimilco sufrió diversos cambios que afectaron su ecosistema y por ende la vida del ajolote. El crecimiento urbano de los veinte y treinta obligó a entubar manantiales de esta área para, en cambio, proveer a la ciudad de agua. Además está el problema de la introducción de especies invasivas, como lo fue por ahí de los ochenta la mojarra, pez que consume los huevos del ajolote. Una breve repasada histórica para quienes realizaron la ceremonia los hubiera concientizado lo suficiente para ver las consecuencias de sus actos. Lástima que no hubiese ningún historiador para mostrárselos; aunque, bueno, la ignorancia a veces nos evita a propósito.