En el tracto de la historia existen eventos que obligan a voltear la vista sobre temas de enorme relevancia y que por momentos pasan desapercibidos. Uno de ellos, sin duda, es la altísima dependencia que en la vida cotidiana tiene la provisión de energía eléctrica para llevar a cabo desde la más sencilla hasta la más altamente intrincada tarea. El gran apagón que ocurrió en España y Portugal en pasados días pone en relevancia la vulnerabilidad de toda una sociedad ante la carencia de este insumo.
Medios de transporte colapsados, entre trenes, tránsito vehicular y vuelos comerciales que no se llevaron a cabo. Inseguridad absoluta ante la inexistencia de sistemas de vigilancia, que obligó al cierre masivo de comercios; y, por supuesto, millones de euros como pérdida resultante de tal evento fueron distintivos de una jornada que muchos quisieran archivar en el olvido.
Si sumamos a este escenario de incertidumbre la carencia de información inmediata por no contar con conexiones celulares en muchos casos, o de Wi-Fi en la gran generalidad, el panorama fue no solo caótico sino preocupante.
Poner sobre la mesa de análisis cuán frágiles podemos ser en una situación tan sencilla como lo es no contar con suministros eléctricos bien nos puede llevar a reflexiones interesantes.
En primer término, y sumamente básico, es saber si como país se está en aptitud de gestionar positivamente una crisis generalizada como la vivida la semana pasada. Tomemos como referente lo ocurrido en el país ibérico, el cual contaba ya supuestamente con el soporte de la denominada ES-Alert, un sistema de alertas diversas que se transmiten a través del móvil y que tomó auge ante la emergencia experimentada por motivo de la DANA en 2023. Estamos ante una línea de emergencia inversa que debería llegar a cada teléfono celular a efecto de alertar a los ciudadanos de un peligro inminente a través de una mensajería de gran escala. Utiliza un sistema denominado Cell Broadcast que permite la segmentación por regiones y a su vez tiene distintos grados de riesgo catalogados en alertas tipo 1, 2 y 3. Esta herramienta que gestiona y oferta el Centro Nacional de Seguimiento y Coordinación de Emergencias (Cenem), se puso a prueba durante este episodio de la vida española y desafortunadamente la calificación de su desempeño sería reprobatoria.
Resistencias
El sistema ES-Alert tuvo un fallo considerable al no tomar en cuenta que, dentro de un apagón tan grande (60% del territorio español) la red celular también tendría fallos al no estar alimentadas sus propias fuentes repetidoras de señal. Así, el sistema de alertas falló no solo en advertir del corte de luz, sino también dejó de ser un medio por el cual la población pudiera tener información de calidad sobre cómo proceder ante tantas y tan variadas emergencias que se suscitaron.
Curiosamente, esa función se cubrió por una vía que devolvió a los españoles a finales del siglo XIX: la radio convencional. En un sondeo rápido practicado por la televisión española se supo que un importantísimo 18% de la población obtuvo información a través de equipos receptores de radio alimentados por baterías. Imagino que muchos tuvieron que desempolvar armarios para encontrar dichos aparatos.
Otro punto de análisis debe versar en qué tanto la población al igual está a la altura de una crisis de estas dimensiones. Las primeras reacciones en muchas regiones fueron de pánico. En diversos círculos se alimentó la posibilidad de que se estuviese en un estado de ataque por alguna circunstancia y cientos de personas se lanzaron a la compra de insumos de supervivencia. Las campañas de información son deseables, al igual que lo es la responsabilidad y solidaridad social en este tipo de casos.
Y finalmente cabe la reflexión de que en un mundo con un incremento exponencial en la demanda de energía eléctrica aún existen resistencias para innovar con real determinación hacia la generación de electricidad, apostando no solo a la ecología sino a la disponibilidad, la efectividad y la inmediatez.
Un evento que provoca una pérdida posible de hasta cuatro mil 500 millones de euros deja economías en riesgo inminente. Esta ha sido una dura advertencia para prepararnos; incluidos nosotros los mexicanos.