¡AGUAS CON TRUMP!

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Columnas
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Si un bien proveniente de la naturaleza se vuelve —así, en tiempo presente— vital y sumamente preciado, ese es el agua que tanto se requiere para el florecer y sostener la vida misma. Bien afirmaba Ismail Serageldin en un ya lejano 1995 que las próximas guerras bien podrían tener como motivo la lucha por la apropiación del vital líquido.

El entonces vicepresidente del Banco Mundial no estaba lejos de la realidad y su afirmación no cae en lo anacrónico: estamos ante un recurso del cual, según las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), carecen cerca de mil millones de personas alrededor del mundo.

Las previsiones para lo venidero no son halagüeñas; la misma ONU plantea una demanda incremental de hasta 40% para la próxima década. Si se manifiesta tal escenario, podríamos hablar de un cúmulo de cinco mil millones de personas que estarían gravemente afectadas por la escasez de agua.

Y no estamos ante una situación que se vuelva ajena para la proliferación de conflictos en el presente. Conforme a los datos del Pacífico Institute, históricamente la humanidad ha sido protagonista de poco más de mil 300 eventos bélicos ocasionados por la falta de agua. De 2020 a la fecha estaríamos hablando de cerca de 150 conflictos que comparten la misma causa y origen. Ubicaciones como Burkina Faso y Mariúpol, Chernóbil y Kiev, en Ucrania, han tenido en alguna forma al agua como protagonista en su conflicto.

Sin llegar a los tamaños de una guerra, México sostiene en la actualidad sus propias diferencias con nuestro vecino del norte por el tema del agua. Sin embargo, frente al endurecimiento de las políticas de Donald Trump en temas que resultan de su interés y conveniencia no podemos desestimar que estemos ante un episodio que representa una real reyerta diplomática.

Bases

Un acuerdo firmado hace 81 años se vuelve el fondo del asunto. El Tratado de Aguas signado entre México y Estados Unidos en 1944 es el instrumento que sustenta la provisión del líquido proveniente del Río Bravo, desde Texas hasta el Golfo de México. Tal tratado se hizo sobre bases de ayuda mutua entre países en casos específicos como lo es la sequía extrema. Por igual, establece bases a efecto de proveer regularmente y de manera ordenada y racional dicho líquido ahora tan preciado. Así, México está obligado a proveer de 431.7 millones de metros cúbicos por años; o en su caso, con diferentes temporalidades, tiene la obligación de dar dos mil 158 metros cúbicos en periodos de cinco años.

Estamos ante un tratado vivo, que constantemente se vigoriza y por el cual se da puntual seguimiento a las entregas y ello se refleja en la firma de actas que hasta la fecha contabilizan cerca de 300. Sin embargo, las condiciones climatológicas de sequía han llevado a una presión adicional con la tónica particular que imprime el presidente norteamericano a sus exigencias.

Trump es un republicano con alta identidad en un estado netamente republicano como lo es Texas; de ahí que el acento en su exigencia se perciba en mayor medida. Y si bien es cierto que México se ha rezagado en el gran total de entrega, tampoco estamos ante una deuda impagable; es más, es viable siempre y cuando se instale una mesa de real cooperación que permita la exploración de vías de riego y tecnificación adicionales al tratado.

Pero es de esperarse que la exigencia norteamericana no encuentre mayor razonamiento que la imposición. Así, estamos jugando contra los pronósticos hidro-meteorológicos que apuntan a que ya se acumulan 14 años de sequías. En tal tema, el Monitor de Sequía de Norteamérica señala que casi 40% del territorio estadunidense padece de alta o mediana sequía. Se estará en permanente plegaria porque venga una temporada de lluvias que permita el llenado de las presas internacionales de La Amistad y Falcón, para que de una vez se concluya con el pago que hoy se cataloga como un lesivo y voluntario rezago de México. Existe el antecedente de que tal forma de pago ya ha ocurrido en la primera década del siglo.

Vamos tarde como humanidad para aliviar el estrés hídrico; cuidado... ¡pero todos!