EL PRESUPUESTO 2026 (SÍ, YA ES TIEMPO)

Presupuesto 2026
Columnas
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Si algo es fugaz y vuela aprisa es el tiempo, que ante el vértigo de la modernidad parece cada día más escaso. Pues parecería que aún estábamos a millas de distancia, pero nos encontramos a un par de brazadas para llegar al mes de noviembre. En tanto, el campo de preparación para contar con un Presupuesto de Egresos para 2026 implica diversos retos anclados en la incertidumbre del momento.

Estamos ante un entorno financiero global sumamente adverso: elevadas tasas de interés, altas presiones inflacionarias y constante volatilidad cambiaria son factores que no permiten hacer una proyección certera sobre lo que México destinará en lo venidero a la deseada inversión productiva.

Internamente no es cosa menor, por igual: estamos ante la primera construcción del paquete económico para el actual gobierno federal. Será también el primer mapa que le tocará a la Secretaría de Hacienda edificar en un clima de alta polarización y complicaciones graves para el logro de consensos.

De entrada, el piso en el cual se van a poner los cimientos de este ejercicio es sumamente quebradizo. La anterior administración federal dejó un déficit fiscal poco arriba de 5% del PIB. Con tal cifra el margen fiscal resulta hondamente acotado y se sale de los parámetros de calificación crediticia, que podría verse afectada; asimismo, es claro que el servicio de la deuda será incremental y representará sin duda una proporción considerable del gasto público en un escenario donde se han anclado desde la Constitución distintos programas y beneficios que no se pueden aminorar tales como becas, pensiones o participaciones. La reingeniería financiera y de gasto deseable ante tales compromisos parece entonces irrealizable. El gasto social debería encontrarse soportado por una base firme de ingresos que al parecer no son suficientes en el momento actual.

Rumbo

Es ahí donde se tiene que implementar de forma inmediata un esquema de mediano plazo que repiense en metas de consolidación y pase por una acuciosa valoración del gasto público que atienda a la eficiencia operativa y la rentabilidad de proyectos que si no tienen un viraje positivo en su contribución representarán una verdadera sangría del gasto, que bien podría destinarse al alivio de problemas añejos.

Ya no es viable a mi parecer implementar nuevas reformas fiscales para la recaudación, si es que no se atiende a la generalidad mediante el abatimiento de la informalidad y no solo se recarga con mayor insistencia en los contribuyentes cautivos. En el barco que se llama México tienen que remar todos y cada uno de los mexicanos.

Y es ahí donde para mala fortuna de todos los escenarios donde nuestro país iba a resultar beneficiado de circunstancias que parecían favorables como el afamado nearshoring no se han materializado por diversas cuestiones. En primer término, persiste la incertidumbre que deriva de las medidas internacionales respecto de los aranceles que Estados Unidos anuncia; la comunidad internacional no cuenta aún con certezas que permitan captar de forma decidida una inversión que se había avizorado como la gran panacea de solución. Las decisiones políticas han evitado que nuestro México edifique la infraestructura necesaria que permita esas condiciones que requiere estar listo para la inversión de un nearshoring en temas de servicios, comunicaciones y transporte, así como de accesibilidad.

Estamos ante un auténtico reto de compleja solución. La exigencia por resultados en materia de salud, seguridad, provisión de servicios públicos de calidad, sistema de pensiones y muchos otros requieren una programación adecuada del gasto que soporta el fortalecimiento de instituciones responsables de atenderlos. Estamos en un camino bifurcado que en una segunda opción permitiría sentar las bases de un rumbo de gasto sustentable y un Estado solvente.

La antesala que nos ubica en la complicada renegociación de un Tratado de Libre Comercio con Canadá y subrayadamente con Estados Unidos es un componente adicional que abona a la incertidumbre. Los márgenes de precisión para procurarnos un rumbo promisorio como país se acotan a cada minuto.

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