El Estadio Azteca se dejó escuchar desde las entrañas. Miles de gritos unidos para abuchear a la Selección Mexicana por su pésima actuación. Ningún jugador se salvó y los gritos de “¡Fuera, Cocca!” se dejaron escuchar apenas en el segundo partido del nuevo técnico tricolor. El reciente empate a dos goles contra Jamaica en casa fue el nuevo papelón de un equipo al que su propia gente ya no le tolera más actuaciones vergonzosas.
Los abucheos de los aficionados al seleccionado son algo que ya se ha visto con anterioridad. Fueron muy sonoros cuando México perdió ante Costa Rica en el llamado “aztecazo” en la eliminatoria rumbo a Corea-Japón 2002, que representó el primer descalabro del seleccionado en casa en un partido de clasificación mundialista.
Algo similar se vivió en 2013, cuando se cayó ante Honduras.
No obstante, lo vivido en el reciente partido correspondiente a la Liga de Naciones fueron reclamos con un eco de frustración, enfado y hartazgo como nunca se había visto. Es cierto también que la afición tricolor ya no es la misma de hace 30 años. Ahora es más crítica, exigente y no acepta a un equipo que no está al nivel con que debería presentarse.
Las personas se dan cuenta de que esta selección nacional viene de realizar el peor Mundial de los últimos 40 años y aunque se les prometieron cambios radicales en la estructura del futbol en 60 días, así como un nuevo técnico con una visión fresca y un cambio generacional en los jugadores con miras a maximizar la condición de anfitrión que se tendrá la próxima Copa del Mundo de 2026, ninguna de estas situaciones se ha brindado.
Desencantos
La alineación de Diego Cocca ante Jamaica prácticamente fue una copia de la que terminó utilizando el equipo de Gerardo Martino en el último partido de Catar 2022. Se incluyó a jugadores como Memo Ochoa o Héctor Moreno, quienes si bien poseen un innegable alto nivel, llegarán a la próxima Copa del Mundo con 41 y 39 años, respectivamente.
Desde las cabezas que llevan el rumbo del balompié nacional no hay intención de cambiar nada mientras el negocio sea rentable. Y lo será. Un club compite contra otros 17 equipos por generar ganancias en la liga local, mientras que una selección no compite contra nadie. Es un producto único, que aboga a la identidad nacional en el deporte más popular del país y eso lo convierte en un poderoso activo, sobre todo cuando es año mundialista.
En el horizonte se viene la conclusión de la Liga de Naciones y la disputa en verano de la Copa de Oro, donde México seguramente se topará con Estados Unidos y Canadá, que vienen trabajando en serio por ser unos dignos locales en el Mundial compartido, en tanto que el tricolor se ha convertido en un hervidero de desencantos que solo continúa sumando fracasos y la presión es cada vez más alta.
El panorama es sombrío para una selección nacional mediocre, que finalmente ha encontrado a una afición exigente del producto que le entrega millones de dólares en cada ciclo mundialista.
La gente que le da vida al Coloso de Santa Úrsula finalmente empieza a exigir lo que merece: una selección que aspire a algo más que a disputar cuatro o cinco partidos mundialistas.