Desde la etapa de la Independencia hasta la fecha la historia político gubernamental de México ha estado ligada al relevo generacional y de clases, donde quienes inician con una amplia aprobación y respaldo sociales terminan por ser relevados del poder.
Ello se traduce en una evidente movilidad social mediante la cual quienes en su oportunidad ejercen el poder terminan por ser relevados, en la mayoría de las ocasiones como consecuencia de un hartazgo, inconformidad o decepción ciudadana, tal y como sucedió en 2000, 2012 y 2018 por la vía de la elección democrática.
Al momento es claro que las y los mexicanos están conscientes del poder del sufragio y han hecho uso directo del voto de castigo en más de una ocasión, lo mismo en el plano nacional que en las esferas estatal y municipal.
En general, quienes acceden al poder buscan permanecer en él por un largo periodo, pero la historia moderna del país da cuenta de la escasa tolerancia de la colectividad.
Una acción que a lo largo de la historia permanece como constante es la denominada oposición, que independientemente de quién se encuentre en el ejercicio del poder existe como una condición ineludible del sistema político nacional.
En consecuencia, quienes detentan el poder y de manera previa fueron oposición no pueden ignorar que de manera natural deberán enfrentar no solo a una oposición política sino también social a partir de sus fallas e imprecisiones.
Muestra de ello, al momento, lo representa la existencia innegable de los movimientos de la Generación Z y del Sombrero, que están lejos de contar con el abanderamiento de partido político alguno.
Por más que se quiera permanecer en el poder una vez que se llega a ejercerlo, lo evidente es que —al menos en México— bajo las actuales circunstancias el periodo es finito.
Repaso
Un rápido repaso de algunos momentos de la historia político gubernamental del país permite apreciar cómo desde que se concibió la gesta de Independencia hasta la fecha se ha dado un relevo generacional y de grupos.
La consumación de la Independencia, con Agustín de Iturbide a la cabeza, dio paso a la instauración de un efímero imperio que culminó con el inicio de la presidencia de Guadalupe Victoria.
Posteriormente una de las figuras más visibles fue Antonio López de Santa Anna, a quien se atribuye la pérdida de la mitad del entonces territorio nacional, que se concretó con la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, a cargo de su sucesor Manuel de la Peña y Peña.
Después la Guerra de Reforma consolidó el liderazgo de Benito Juárez y la defensa del liberalismo frente a los conservadores.
Luego de la intervención francesa y el Segundo Imperio Mexicano con Maximiliano de Habsburgo, Juárez restauró la República y reafirmó el poder presidencial, pero terminó por ser considerado como un personaje que buscó perpetuarse en el poder.
A grandes rasgos, a Juárez le siguió el general Porfirio Díaz, quien tras décadas en el poder encontró en Francisco I. Madero y el partido antirreeleccionista la figura que lo obligaría a dejar el mando y el país.
La caída del general Díaz en 1911 marcó el inicio de la Revolución Mexicana, que trajo consigo varios gobiernos aunados a las figuras de caudillos y líderes, entre ellos Venustiano Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata.
En general, los gobiernos posrevolucionarios, desde Carranza hasta Plutarco Elías Calles, enfrentaron levantamientos y luchas internas.
Sin embargo, mediante su influencia política tras dejar la presidencia Elías Calles impulsó la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, que con el tiempo se transformó en el PRI.
El partido gobernó al país durante siete décadas y su cisma inició en la segunda mitad de la década de 1980 con el surgimiento de la Corriente Democrática, cuyas piezas más visibles fueron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Rodolfo González Guevara.
Sin embargo, a lo largo de la historia moderna del país figuras como Valentín Campa y Heberto Castillo se opusieron de manera férrea al PRI, al igual que en su momento lo hicieron Diego Fernández de Cevallos, Manuel J. Clouthier y otros personajes.
En suma, lo que debe quedar claro es que el tiempo del ejercicio del poder es finito y siempre habrá oposición, pero a fin de cuentas la ciudadanía con su voto da y quita.

