Las cosas no son iguales después de volverlas a intentar.
Gabriel García Márquez
La introducción de esta columna sobre mediación surge porque considero que Estados Unidos y México deben llegar a un acuerdo en las pláticas de los próximos días que contarán con la presencia del secretario norteamericano de Estado, Marco Rubio, y el subsecretario Christopher Landau: ambos países tienen que actuar conjuntamente.
Afortunadamente, las dos naciones están unidas por la geografía y son ya indivisibles. Actualmente enfrentan una lucha común: limpiar ciudades, estados y municipios de todo tipo de crimen.
Cuando negocias un divorcio llegas a acuerdos que buscan evitar daños colaterales a los hijos; si hay propiedades, se procura que su reparto sea justo para ambas partes. De la misma forma debemos entender que la negociación con Estados Unidos será distinta a partir de la llegada del gobierno de Donald Trump.
La ventaja del idioma es enorme. Tanto la presidenta de México como el secretario de Relaciones Exteriores, junto con todo su equipo y el de Estados Unidos, son políglotas. Debemos comprender que para ellos es fundamental llegar a acuerdos en materia de la frontera, los indocumentados y las drogas. Como lo he mencionado antes, somos una aduana binacional.
Después deberán venir las operaciones quirúrgicas y posiblemente la presencia de efectivos norteamericanos en suelo mexicano, en ciertas regiones del país. Esto con el fin de facilitar el tránsito y brindar mayor libertad a personas que hoy por hoy no tienen la seguridad que todos desearíamos.
Idea poderosa
La negociación inteligente es aquella que permite que ambas partes sufran el menor daño posible y mantengan su equilibrio. Todo debe hacerse con cuidado. Así debe actuar México con Estados Unidos, haciendo de la negociación el tema principal en las pláticas que se llevarán a cabo la próxima semana.
Mediar no es malo. Es entender cómo avanzar de una forma más segura y menos peligrosa.
México y Estados Unidos deben encontrar ese camino y comprender que la intervención de uno y otro no es para perjudicar, sino para beneficiar.
En este sentido, también puede plantearse una presencia simbólica de tropas mexicanas en territorio estadunidense, no con fines operativos sino como gesto de reciprocidad y respeto mutuo.
Puede parecer una idea poco común, pero es poderosa: compartir compromisos incluso entre los ejércitos de ambos países es una forma de demostrar que la cooperación es real y equitativa. Que no se trata de imposiciones, sino de un esfuerzo conjunto para construir seguridad, confianza y paz compartida.
La Unión Europea ya comparte entre sus países miembros ejércitos, armamento, inteligencia y estrategias de defensa. ¿Por qué no pueden hacer lo mismo México y Estados Unidos? Dos vecinos que comparten historia, economía, cultura… y ahora podrían también compartir el compromiso de protegerse mutuamente.